Walking Art

 

Por Sofía Martín

Caminar sin un objetivo o un destino es una acción improductiva. Es más, consume recursos, energía y tiempo sin una contraprestación mensurable. Walter Benjamin, inspirado por el flâneur de Baudelaire, planteaba el paseo sin rumbo como una forma de resistencia ante la nueva sociedad de consumo, producto de la industrialización. Ese primer flâneur decimonónico es el paseante pequeñoburgués que siente como impropia la nueva realidad social que se apodera de su ciudad, de sus usos y costumbres. Se adentra en el flujo de continuos intercambios como observador, sin participar del mismo pero sin ceder su espacio. 

pastedGraphic.png

Le Flâneur, Paul Gavarni, 1842.

El acto de caminar se convierte así en una acción política, un instrumento de subversión con una dimensión estética. En la década de 1920, los dadaístas organizaban paseos por zonas anodinas de París en busca de lo inconsciente de la ciudad. Los surrealistas continuaron esta tendencia con caminatas erráticas por zonas despobladas y entornos rurales. El concepto de automatismo psíquico puro sobre el que André Bretón construiría las bases del surrealismo tiene mucho que ver con el concepto de deambulación, de viaje instintivo hacia la nada, y con el sentimiento de ajenidad del flâneur.

En los 50, partiendo del concepto de psicogeografía desarrollado por los situacionistas, Debord plantea la Teoría de la deriva, que promovía perderse en la ciudad siguiendo únicamente emociones, en busca de imágenes que revivieran los propios recuerdos (de nuevo la memoria como necesidad artística).

«​El concepto de deriva está conectado de forma indisoluble al reconocimiento de efectos de naturaleza psicogeográfica y a la afirmación de un comportamiento lúdico-constructivo, lo que la opone a las nociones clásicas de viaje y paseo.»

Théorie de la dérive. Guy Debord, 1956

Once años después de la tesis de Debord, un jovencísimo estudiante de arte elevó el concepto de dérive concentrando fotografía, escultura y performance en una de las obras más representativas del walking-art. Richard Long empezó a experimentar con el paisaje usando elementos naturales como tierra y agua, lo que le condujo a la idea de hacer una escultura al caminar. Su cuerpo trazó una línea a través de la hierba y la fotografió: A Line Made by Walking (1967). Una escultura efímera de la huella que deja el paso del hombre que solo puede ser transmitida en su representación bidimensional. El contacto directo con la naturaleza acerca su obra al Land Art, pero Long se resiste a modificarla, sus acciones son perecederas. En “El andar como práctica estética”, Francesco Careri lo llama Land Walk. Richard Long sobrepasó el estado de observador del flâneur sumando la acción a su camino y abriendo paso a la incorporación de nuevos significantes relacionados con el entorno del espacio transitado.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *