CineCríticas Cartelera

Anna (2019), de Luc Besson – Crítica

 

Por Irene Zoe Alameda.

Luc Besson nos trae en Anna su blockbuster anual, una reformulación perfeccionada de la somnífera Gorrión rojo, en casi dos horas de acción vertiginosa por parte de una preciosa muchacha rusa dando mamporros a cuantos varones se le cruzan por delante. El director, productor y guionista francés, autor de obras geniales como Leon: el profesional, Nikita y El quinto elemento, mantiene en esta nueva película el listón alto dentro de un género en el que se mueve como pez en el agua, y del que ha sido un gran innovador.

En esta ocasión no se ha complicado demasiado, pues echa mano de la receta que le situó en el Olimpo de los directores en el año 1990: chica joven caída en desgracia es redimida, enderezada y convertida en superasesina por un Pigmalión que, aparte de ser su viejo mentor, se convierte en un amante dispuesto a utilizar cuantas armas de extorsión le hagan falta para mantener controlada a su presa.

Desde los primeros minutos, en los que suena la música de Éric Serra, el compositor de cabecera de Besson, se tiene la certeza de que éste ha cogido su viejo guión de hace ya casi treinta años y se ha limitado a cambiar los nombres, los topónimos y algún que otro detallito: donde ponía Nikita ahora debemos leer Anna, y donde ponía Bob ahora pone Alex; ha sustituido Francia por Rusia; donde veíamos un robo en una farmacia, ahora asistimos a un robo en un cajero… Empeñado, como evidentemente estaba el director, en contar con la top model Sasha Luss para el papel protagonista, sabiamente supo compensar su inexpresividad y manifiesta inexperiencia con actores de la talla de Luke Evans, Cillian Murphy y Hellen Mirren.

Y sin embargo, por muy evidente que sean sus trucos, nada entorpece el disfrute del film. Con un ritmo endiablado y una estructura perfeccionada en cuanto a tiempos por secciones narrativas se refiere, Anna es una lección de cine de entretenimiento, ese que tanto se agradece cuando se quiere pasar un rato divertido devorando un (carísimo) cubo de palomitas.

 

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