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Nando López, autor de una notable versión de «Tito Andrónico» para Mérida 2019

Por Horacio Otheguy Riveira

El 65 Festival Internacional de Teatro Clásico de Mérida cierra esta temporada 2019 del 21 al 25 de agosto con Tito Andrónico, la obra de Shakespeare con un despliegue de crueldad único en la historia del teatro del siglo XVII y posiblemente del teatro universal. Asesinatos bajo la legalidad imperante que se expresan con toda clase de tropelías, amputaciones, desmembramientos, como rasgos de un odio infinito entre dos que no pueden tolerar la humillación que cada uno se esmera en ofrecer al otro. Máxima originalidad porque ellos son un militar romano y una mujer, reina de los vencidos godos.

Esta turbamulta de obsesiones en torno a lo que ambos creen justas reyertas y no menos justa capacidad de venganza, el escritor y dramaturgo español Nando López ha elaborado una versión admirable por su síntesis (se trata de un texto de enorme dificultad, farragoso por demás), y también por una riqueza esencial de los personajes con un lenguaje muy cuidado que hace que tanta barbarie se aproxime a la que padecen hoy muchos pueblos en guerra o bajo feroces dictaduras (algunas bajo falsas democracias), pero sin necesidad de modernizar con vana actualización hoy tan en boga.

Entre diálogos muy ágiles y monólogos medidos en una dimensión de ritmo y colorido magníficos, Nando López nos ofrece un texto que torna fascinante y muy bello teatralmente, un material que pone en escena Antonio C. Guijosa (Iphigenia en Vallecas, Mármol, Contra la democracia...). De momento, ante la lectura de las páginas sobre la que se ha erigido el espectáculo, presento una entrevista con el autor de la versión, aún en Madrid, a punto de partir con toda la Compañía para Mérida.

¿Cómo surgió esta propuesta, aparentemente muy lejana de su producción?

Surgió gracias a la confianza que ha puesto en mí todo el equipo del Teatro del Noctámbulo (una gran Compañía dirigida por el protagonista de esta obra, José Vicente Moirón y Gabriel Moreno, que también participa como actor), quienes me encargaron la dramaturgia. A su vez, me resultó muy estimulante la presencia de Antonio Castro Guijosa como responsable de la puesta en escena y lo cierto es que trabajar con él ha sido un auténtico regalo. Por otro lado, la propuesta no me era tan lejana ni por formación (ya que acabé doctorándome en Filología por mi amor al estudio de la literatura), ni por mi recorrido editorial (pues hace unos años que coordino una colección de textos clásicos para Loqueleo Santillana), ni por mi propio trabajo dramatúrgico, ya que me he enfrentado antes con diversos textos clásicos, como los Desengaños amorosos (de María de Zayas) y Las harpías en Madrid (de Castillo Solórzano) ambas estrenadas en el Festival de Almagro o La vida es sueño, que estreno este mismo septiembre en Washington. Lo que sí es cierto es que este Tito Andrónico es mi primera versión de una obra de Shakespeare, y mi debut en el impresionante escenario del teatro romano de Mérida. De entrada lo viví como una aventura insólita, muy atractiva y que habría sido imposible sin la profesionalidad de esa gran familia que es Teatro del Noctámbulo. No cabe duda que afrontar la escritura de la versión de una tragedia de Shakespeare es siempre un reto. Se trata de una obra muy compleja, y muy temprana en la producción de su autor (lo que conlleva ciertos problemas a la hora de su adaptación), en la que se presentan algunas de las situaciones más extremas y sangrientas de la literatura shakespeariana.

José Vicente Moirón, Tito Andrónico, y Guillermo Serrano, su temible adversario Aarón. (Ensayo fotografiado por Diego J. Casillas) 

¿Qué es lo que más le ha interesado como dramaturgo?

La posibilidad de profundizar —sin caer en injerencias excesivas en el original— en la psicología de sus personajes y en conflictos tan atemporales como los límites de nuestras acciones (¿hasta dónde estaríamos dispuestos a llegar para vengarnos?, ¿podríamos llegar a perder nuestra propia humanidad?) o la contradicción entre el respeto a la ley, encarnada por Tito, y sus consecuencias (¿el buen ciudadano es quien obedece ciegamente o quien se rebela?), ya que el personaje llegará a convertirse en una víctima del propio sistema que defiende y cuyos valores encarna. En un momento como este, donde violencias y odios que parecían superados vuelven a salir a la luz, parece más oportuno que nunca volver la mirada hacia tragedias como esta, que pueden servirnos de espejo de nuestra propia cerrazón.

¿Cuál fue la clave o las claves con que desarrolló su trabajo?

Lo que hemos cuidado, tanto desde la dramaturgia como desde la puesta en escena, fue respetar la complejidad del teatro de Shakespeare y evitar ofrecer respuestas, sino tan solo ofrecer preguntas que resulten tan incómodas para el espectador como lo son para nuestros personajes. Por otro lado, también he trabajado con especial mimo el estudio de los personajes, ya que es uno de los aspectos que más me cautivan del teatro de Shakespeare y que mejor conecta con mi propia escritura, que siempre nace de las vidas que la protagonizan. Este es el caso  de las dos protagonistas femeninas, Tamora y Lavinia, dos personajes que, más allá de las referencias metaliterarias sobre las que se construyen —como el relato de Filomela, de Ovidio, que inspira la terrible historia de la segunda—, están llenas de posibilidades dramáticas y me permitían matizar las sombras de dos mujeres complejas cuyas vidas se ven atravesadas en todo momento por la violencia. Una violencia que — ejercida tanto por parte de las instituciones como desde los personajes individuales y concretos— es la gran protagonista de esta tragedia.

¿En qué traducciones se ha basado?

A la hora de elaborar mi versión he usado tanto el propio original en inglés, como diversas traducciones, pues creo que una versión exige escribir de nuevo cada palabra línea a línea, de lo contrario se está empleando injustamente el trabajo ajeno. Como guía, he recurrido a 4 traducciones: la de Fernando Urdiales, la de Salvador Oliva, la de Luis Astrana Marín y la de Alejandro Salas.

También, para tejer algunas de las nuevas intervenciones, me he basado en sonetos del propio Shakespeare —de nuevo, desde el original en inglés— y en otros momentos me he dejado llevar por el espíritu de la obra para profundizar en las motivaciones y en el ánimo de los personajes con monólogos como el de Tamora en la escena Furias, que es pura creación mía. En cualquier caso, he tratado de hilvanar los cambios con la máxima cercanía posible al original, pues me parece que una buena adaptación de un clásico es aquella que parece invisible, donde se permite que se oiga con nitidez la voz del autor que se adapta y no se ve de manera evidente a quien está trabajándola para acercarla al público contemporáneo.

***

El resultado me parece óptimo, y aprovechando la gentileza del autor al permitirme leer su texto (que en breve será editado por Ediciones Antígona), me permito anticipar una parte de este monólogo de Tamora, un personaje fundamental en la obra:

Carmen Mayordomo, Tamara, y José Vicente Moirón, Tito Andrónico. (Ensayo fotografiado por Diego J. Casillas) 

Tamora a Las Furias: «Sólo os pido una noche de silencio»

¿Cuántas noches más vais a romper mi sueño?

¿Cuántos sueños más vais a inventar para atormentar mis noches?

Furias que venís a mí cada madrugada, atormentad a quienes os tienen por diosas menores y os humillan con ridículas ofrendas para aplacaros.

Perseguidlos a ellos y dejadme libre a mí, que suficiente y doble tormento fue ver caer a mi amado hijo ante mis propios ojos.

Doble, sí.

Porque aquel día, ante el soberbio Tito,  se arrodilló una madre.

Y, delante de su pueblo, se humilló una reina.

¿Cómo puedo permanecer impasible ante ese ultraje?

¿Ha de enmudecer la reina para que la madre salve a los hijos que pudo conservar?

¿O ha de callar la madre para recuperar el honor que le fue arrebatado a la reina?

Doble es mi condición y una sola mi naturaleza.

Por eso no me amedrentan vuestras amenazas.

Ni he de permitir que el miedo detenga mis acciones.

Foto de ensayo por Diego J. Casillas.

Del 21 al 25 de agosto 2019. Más información en la web del Festival de Mérida

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