Discurso crítico reconocido: Defensa de las excepciones
Por Jesús Cárdenas.
La sociedad nos impone hábitos y costumbres; el individuo a través de la poesía tiene a su alcance rebelarse contra los órdenes establecidos y reaccionar contra lo que suene a convencionalismo. Por eso debemos cuestionarnos nuestro entorno. Un discurso crítico que convence a críticos y lectores, así se nos aparece Defensa de las excepciones, Premio de Poesía Hermanos Argensola, editado por Visor, la última entrega de Andrés García Cerdán (Fuenteálamo, Albacete, 1972), quien ha dado muestra de magníficos poemarios, entre los que cabe mencionar La sangre (2014), Barbarie (Premio Alegría, 2015) o Puntos de no retorno (Premio San Juan de la Cruz, 2017), además de coincidir, en estos días, con el (anti)ensayo La muerte del lenguaje: Para una poética de lo desconocido (Libros del aire).
En este alegato a contracorriente, el título nos pone sobre aviso: no se trata de estar en el lugar de las reglas ni tampoco en las filas de los numerosos; se trata de reivindicar la confirmación de la norma, la defensa de un espíritu libre y crítico, así como el lugar de los contrarios.
El libro se compone de una sucesión de treinta y cuatro poemas, más o menos breves salvando el poema en prosa titulado “TheBanksy’sGirl (With pierced Eardrum)”. Comparte con algunos títulos anteriores: la variedad temática (la búsqueda del yo entre la gran masa, el espacio de la ciudad, la duda existencial, la indagación en la palabra poética, el homenaje a diferentes nombres propios…), la búsqueda de un territorio crítico en correspondencia con múltiples referencias filosóficas, literarias y musicales(Paul Valéry, Charles Simic, Noam Chomsky, Heisenberg, Sócrates, CangJie, Platón, Antonio Gamoneda, John Lennon, Jorge Riechmann, Homero, Nietzsche, CzeslawMilosz, JanBoleslawOzóg, JanTwardowski, Marylin, Plutarco, Emanuel Swedenborg, San Andrés, Los planetas, Anne Sexton, Evelyn Waugh, Dylan, El Bosco, Bowie, EgonSchiele, Iggy, RollingStones, Robespierre, Rimbaud…) formando un caleidoscopio heterogéneo, que rinde homenaje a nombres propios con los que comparte una pizca de la realidad, lo que provoca, en lucha interior, una forma de rebelarse, de no estar solo o de acompañar a los que se sintieron en soledad.
El autor se nos descubre desde el primer poema, «Sobre el error», asumiendo una voz humilde en un lenguaje llano y directo: «Me equivoco. Cometo errores./ Digo cosas inoportunas. / Con frecuencia excesiva deseo lo imposible». Y unos versos adelantan una lectura primera del libro en clave metapoética: «Cuando acaba el día, son míos: / en ellos / construyo mi refugio».
El segundo poema que, a priori, parece su continuación, sin embargo se redime de la culpa en protesta:«Contra la horrible semejanza / de todo […] // Contra todo, este mínimo artefacto de amor». Se confiesa uno más pero se reconoce desde un lugar de libertad «Pertenezco a ese número de hombres / -no tan distintos en verdad» para dar sentido a la oposición «Nos enaltece el extrarradio. // No nos rendimos nunca. / Nos debatimos día y noche en la rareza. / Somos los otros». Como vemos, el yo ha pasado momentáneamente a identificarse con el nosotros. Esa lucha titánica de la voz singular es sostenida por el mito en «Anotación sobre las olas»: «El mismo Ulises / parecía ir contándole la historia / de sus largos esfuerzos contra todo / al oído».
El discurso se carga en algunos momentos de autoridades, como en el caso del poema compuesto en endecasílabos blancos, «La incertidumbre». El uso es adecuado, ya que el sujeto no halla conocimientos seguros a los que unirse, tan sólo «tiembla». Si no se tiene seguridad en la creencia, por lo tanto no se sabe expresar, pues es inefable. El conocimiento del lenguajen os salvaguarda de la fragilidad, como se verá más adelante.
La poética intimista con voluntad de ser reflexiva se une a la poética de la fragilidad, pues resulta llamativo la reiteración léxica a lo largo de varios poemas de «temblor» y sus sinónimos«latido», «vibración»o «agitación», esto es, el poeta albaceteño escribe sobre aquello que le conmueve, pero también,puede interpretarse en términos musicales, habida cuenta de que Andrés es un confeso melómano, como el sonido, débil o amplificado, que produce las cuerdas de una guitarra.
La llama reflexiva procede de distintas chispas. Bajo diferentes anécdotas se alza el verso de García Cerdán: un concepto lingüístico («La estructura profunda»), un reencuentro («Después de tanto tiempo»), un poema («Sublevación»),el espacio urbano de una ciudad («Oranienstrasse») o un animal disecado («Sarcófago de Halcón»).
En el poema homónimo, «Defensa de las excepciones», escribe justificando el desgarro de la escritura y clave como entendimiento del libro: «busco la palabra/ y en ella creo y soy un ser entero de palabras. / Defiendo esta excepción».
El diálogo con la otra literatura provoca una experiencia donde el sujeto reconoce su identidad con la literatura polaca, con un libro concreto de Gamoneda, con el libro esotérico del sueco Swedenborg…,y la reflexión del hecho poético se abren paso como motivo transversal en el libro. De hecho, puede leerse varios poemas en clave metapoética: los artefactos con los que se construye el poema y el proceso de depuración–lo más parecido a la hemodiálisis–, en «La gota»:
Asisto a su milagro. Pongo
en el corazón del milagro
los dedos
y presiono arterias y carnes
y sangres
para que todo sangre
y se depure
y arda en mi boca
y cuaje
y sangre aún.
O la construcción del poema en analogía con las grandes construcciones del litoral, también leído en clave crítica, en «Línea de costa»:
La diferente longitud del verso
y el lugar al que llega
cada vez que intentamos decir algo
esculpen una línea de costa imaginaria
en el poema.
Y en el mismo poema se describe la forma en que resisten aquellos poemas que han emergido fruto de un violento desgarro:
Algunos versos caen al poema
a plomo,
como caen los acantilados.
La sociedad posmoderna produce rompimientos. El desgarro lleva a producir versos de tono desolador, en el espléndido «Francotirador» o en poemas en versos endecasílabos como «La decadencia»: entre versos que aconsejan seguir el célebre lema de Immanuel Kant: «Atrévete a decir lo que te duele» para más adelante «Atrévete a rendirte de una vez» y cerrar con fuerza frente a los demás «Dales todo, excepto el placer de verte / caer mañana como una inmensa / montaña que se hundiera en el océano».
La música está muy presente también como fuerza motora de la vid, presentes en el homenaje a Lennon a través de la conocida canción, «Across the universe». Otro tanto puede decirse de la admiración hacia Bowie en «Noticias de Dios», y de la sentida consideración hacia las canciones del 65 de Dylan en «La vuelta a casa». Sin embargo, estos homenajes dejan una sentida herida («Esta herida despierta desde siempre / va dejando que caiga el nuevo día»).
Un libro con motivos heterogéneos que puede leerse en clave personal, literaria o musical. Conviven en consonancia la tradición literaria, con los homenajes a los nombres propios de músicos y poetas, referentes culturales concretos, rasgos que vienen siendo marca de la casa en Andrés García Cedrán, intensificados en Defensa de las excepciones. El lector tiene delante un discurso crítico que, a buen seguro, habrá de paladear.