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‘El mago de Oz’, 80 años de magia, color y simbolismo

ÁLEX ANDER.

La vida de Judy Garland —con más de 35 películas y varios discos a sus espaldas— estuvo plagada de éxitos y escándalos. Y su muerte —por una sobredosis de barbitúricos aparentemente accidental, con tan solo 47 años— copó multitud de portadas de periódicos y revistas.

El 28 de junio de 1969 apenas unas horas después del funeral por Garland—, un grupo de gais de Nueva York se organizó, espontáneamente, para reaccionar frente a una redada policial contra el colectivo homosexual que tuvo lugar en el bar Stonewall Inn, en el barrio de Greenwich Village. Un año después, coincidiendo con la conmemoración del aniversario de aquel episodio, comenzarían oficialmente las manifestaciones del Orgullo Gay.

Desde entonces, se ha hablado bastante de la conexión directa entre las revueltas de Stonewall y el mito de Judy Garland. “Muchas fuentes (por ejemplo, la dueña del Stonewall y otros testigos de aquellos incidentes) han confirmado que, efectivamente, la diva gay, la pena de su pérdida y la frustración que provocaba que no les dejaran rendirle tributo libremente fueron alguna de las chispas que hicieron saltar la revolución”, señala Alejandro Melero en la obra colectiva El Mago de Oz. El libro del 80 aniversario (Notorious Ediciones).

Para Melero, la Dorita de Garland —gracias, sobre todo, al paroxismo y la vulnerabilidad que la actriz logró transmitir con esa interpretación— trascendió al paso del tiempo como referente absoluto e icono para muchos homosexuales. “En España es difícil de entender el mito de Judy Garland, entre otras razones porque la mayoría de sus películas ni siquiera se estrenaron aquí en su momento”, asegura el autor a Culturamas. “Esto puede parecer extraño porque hoy se consideran clásicos, pero fue una actriz poco relevante en comparación con otras de su generación. En Estados Unidos y otros países, sí que fue un gran icono del cine musical, y caló entre gays de distintas edades, hasta nuestros días. Todavía se la sigue imitando en bares de drags, por ejemplo. Su vida es muy dramática, y muchos de sus papeles cuentan esas historias de melodrama que tanto han gustado al público gay. Por ejemplo, ‘Ha nacido una estrella’, que es muy importante para entender su lugar en la historia del cine”.

Pero Stonewall no es el único símbolo que las culturas homosexuales han tomado de la película. Alguno de ellos, como la bandera arcoíris —un homenaje claro al archiversionado tema Over the Rainbow, considerado un himno gay—, es de sobra conocido. “La canción habla de escapar de un lugar opresor para encontrar un mundo de fantasía y, a partir de ahí, reconciliarse con el hogar. Así que es fácil entender que ese mensaje calara entre gays y lesbianas”, apunta Melero.

Asimismo, el autor recuerda que el personaje del poco valiente y amanerado León guarda bastante relación con las preocupaciones de muchos homosexuales: “El León es, como Dorita, un personaje que tiene que entender que la solución a sus problemas está, más que dentro de sí mismo, en pasar por aceptarse como es. Y luego están los tirabuzones…”.

Eso sí, simbolismos a un lado, no cabe duda de que El Mago de Oz de Víctor Fleming no es una película musical más. La cinta sigue influyendo en las distintas generaciones de espectadores y Melero tiene claro el porqué: “Visualmente, sigue siendo muy atractiva, y eso creo que no se va a perder con el paso del tiempo. Su plástica es brutal, y conecta con los espectadores de cualquier lugar o edad. Lo mismo ocurre con la música, que está a la altura de cualquier gran musical clásico, y por eso puede volver a escucharse e incluso revisarse para montajes teatrales contemporáneos. Y, claro, la historia es universal, llena de metáforas que no pierden su valor. El mundo está lleno de magos de Oz”.

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