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Tres hombres entran en «Pánico»: acción vertiginosa que parece una comedia

Por Horacio Otheguy Riveira

Una acción vertiginosa vivida por tres hombres encerrados en un apartamento donde todo lo que importa es posible. Un juego de máscaras, de verdades y mentiras, de dramas profundos que dan risa hasta que se nos queda una mueca rara, listos para formar parte de un círculo vicioso que quiere romperse a toda costa.

Una obra de teatro finlandesa con vocación universal en la que dos hermanos y un amigo presentan un profundo abanico de conflictos. Profundo y jocoso: personajes que se van deformando poco a poco en una espiral donde el ingenio de las situaciones cohabita con la agilidad de las réplicas.

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El ingeniero entra borracho en la casa del diseñador gráfico a las 4 de la mañana, a grito pelado, lloriqueando y riendo; invade la intimidad del dueño de casa, un tipo que lo controla todo, que sabe de todo, no hay terapia que se le escape, pero el desesperado que no tiene donde caerse muerto le domina con su indefensión. Es como un caballo desbocado desde el momento en que su pareja le dijo que se tome una semana para saber lo que quiere, que tome distancia, que se concentre en sí mismo antes de volver a ella, y entonces inventa un viaje a Berlín tan falso que se producirá encerrado en la casa de su amigo «sabelotodo», que intentará ayudarle con sus múltiples conocimientos terapéuticos… hasta que él mismo se ve carne de terapia, sufrimiento a tope, angustia de vivir como otro niño-grande que no sabe cómo salir de sus propias encerronas…

Y en medio del rifirrafe entre el ignorante suplicante y el genio de las terapias, entra el tercero en discordia, el hermanito famoso, el grande entre los grandes que también acabará exhibiendo sus miserias con genitales incluidos, marcando un giro importante en la evolución de la historia.

La función comienza con la energía carcajeante de antiguas comedias con brillantes recursos de risa directa (en el recuerdo: formidables Alberto Closas y López Vázquez; Jesús Puente, Juanjo Menéndez, allá lejos y hace tiempo), pero se desarrolla con despliegue de estilos por los que vemos el doloroso crecimiento de tres personajes que se buscan a sí mismos a machamartillo sin quererlo ni saberlo: lanzados a ciegas a vivir un proceso humano más que humano, en la piel de tres actores que forman un equipo emocional como si fuera un equipo de fútbol, persiguiendo con plena dedicación no un balón sino su propio corazón, su angustiosa sensación de encontrarse en medio de la nada añorando amores perdidos.

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De izquierda a derecha: Guillermo Ortega, Felipe Andrés, Mon Ceballos: un triángulo de noble amistad forjada entre traumas y dolencias.

Felipe Andrés es el diseñador exquisito, culto, bien pertrechado de meditaciones, ejercicios de yoga y años de psicoterapia, sabe todo de todo y ejemplifica con la película Hable con ella, de Almodóvar [sí, también con fans en Finlandia], una serie de interrelaciones que los otros no comprenden. El trabajo del actor (muy aplaudido en estas páginas: Verano Chéjov, El fantástico Francis Hardy, Cuando fuimos dos) domina la particularidad de su personaje en todas sus vertientes. Su voz adquiere las cadencias de un ser que se interpreta a sí mismo para navegar por aguas turbulentas en el día a día. Con un minucioso trabajo de voz y expresión corporal logra con lujo de detalles la escena más dramática (dentro del cuarto de baño), para luego dejarse llevar con serenidad hacia un final tan tierno y desamparado como el de sus compañeros —dos actores desconocidos para este cronista—, que llegan al cierre definitivo de la obra con un abandono de sutil emoción, después de haber recorrido una auténtica montaña rusa de emociones encontradas.

Toda la presión del texto gira en torno a Felipe Andrés y su complejo personaje, pero sus compañeros tienen que afrontar difíciles circunstancias, y lo hacen con impecable eficacia: Guillermo Ortega, en una muy lograda versión del extravertido dislocado que termina dando la vuelta a la comedia y ayudando a su amigo «terapeuta», y Mon Ceballos, en el personaje más plano hasta que despliega alas inesperadas en el tramo final.

 

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El adaptador al castellano es Fernando J. López, autor —entre otras— de Cuando fuimos dos y De mutuo desacuerdo, y en su recreación castellana se percibe su notable capacidad para que los diálogos resulten cotidianos, cercanos, logrando una fluidez que el director Quino Falero pilla a la primera, varias temporadas trabajando juntos.

Un Pánico masculino que en hora y media consigue fascinar, divertir e inquietar, y sobre todo logra que nos sintamos reflejados en ese devenir de cada día en que representamos los papeles que más nos convienen o que más atrapados nos tienen, aunque tengamos ansias de romper barajas y ser nosotros mismos…

Autor: Mika Myllyaho

Versión: Fernando J. López
Dirección: Quino Falero

Actores: Guillermo Ortega, Felipe Andrés, Mon Ceballos (y Juan Carlos Arráez en alternancia).


Dirección de producción: Rosa Fernandez Cruz
Escenografía: Arturo Martín Burgos
Iluminación: Pilar Velasco
Espacio sonoro: Daniel Galindo Rojas
Audiovisuales: Jesús Rivera
Vestuario: Guadalupe Valero
Fotos y diseño gráfico: Javier Naval
Página web: Paula Guida
Ayudante de dirección: Enrique Corrales
Prensa: María Díaz

Un coproducción de: Coarte Producciones y DOS Palmas Producciones
Productora asociada: Dionisia Pérez

Teatros Luchana. Sábados y domingos, del 28 de febrero al 28 de marzo 2021

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