Los libros de la isla desierta: ‘Claus y lucas’, de Agota Kristof
ÓSCAR HERNÁNDEZ-CAMPANO. Tw: @oscarhercam
Hace veinte años llegó a mis manos un librito titulado El gran cuaderno. Lo leí con una mezcla de sorpresa e incredulidad, aunque me marcó profundamente. He recordado en estas dos décadas aquel texto de vez en cuando y siempre lo he hecho, sin saber por qué, con el título de Claus y Lucas, a pesar de que recuerdo perfectamente que el libro se titulaba El gran cuaderno. No hace mucho me enteré de que el prestigioso sello editorial Libros del Asteroide iba a reeditar la novela de Agota Kristof. En cuanto salió a la venta corrí a una librería y me hice con él. Mi sorpresa fue que Claus y Lucas es en realidad una trilogía. De modo que me lancé a la lectura del ya conocido El gran cuaderno y de las siguientes partes: La prueba y La tercera mentira.
Lo primero que tengo que decir es que la lectura ha sido cautivadora. No sólo me ha enganchado desde el principio, si no que he disfrutado muchísimo y me ha mantenido en vilo desde la primera página hasta el final. Si El gran cuaderno, publicado en 1986, fue una sorpresa en el contexto de la literatura europea y supuso para su autora el Premio Europeo de Literatura Francesa, la segunda y la tercera parte de la obra, publicadas en 1988 y en 1991 respectivamente, introducen al lector en una espiral en la que la autora juega con lo que es real y con lo que es deseado e imaginado.
Agota Kristof nació en Hungría en 1935. Con sólo 21 años se enfrentó a una situación que marcó su vida y la cambió para siempre. La Revolución húngara de 1956 fue aplastada por las fuerzas soviéticas y la futura escritora, junto con su familia, se exilió a Suiza. Allí aprendió francés, encontró trabajo y empezó a escribir pequeñas obras de teatro y relatos en la lengua de acogida. No sería hasta su edad adulta, cumplidos los 50, cuando se lanzó a la escritura de El gran cuaderno, la primera parte de la que iba a ser su magna obra. Además, como he comentado, la autora decidió que la lengua que iba utilizar para escribir iba ser el francés, el idioma que la acogió en la parte francófona del estado helvético. Tal vez por esta razón, porque el idioma francés no era su lengua primera, Agota Kristof utilizó un lenguaje sencillo, como el usado por los niños, en su narración. Y así fue como nació el primer pilar de la trilogía Claus y Lucas. En ella, Agota Kristof narra las vivencias de dos hermanos gemelos de unos ocho o nueve años de edad, a los que su madre, en plena Segunda Guerra Mundial, deja a cargo de su abuela, una anciana cascarrabias que vive a las afueras de un pequeño pueblo de frontera. En esta tierra se librará la última gran batalla y se levantará el telón de acero. Los niños pronto demuestran ser algo peculiares, duros e incluso crueles. Son almas gemelas que realizan ejercicios para endurecer el cuerpo y el espíritu. Los gemelos sorprenden a sus conciudadanos y marcan la vida de todos aquellos con los que se cruzan.
En la segunda parte de la trilogía, La prueba, es donde comienza el retruécano que utiliza la autora para engancharnos aún más si cabe. Sin ánimo de explicar nada diré que es con esta segunda parte con la que empezamos a sospechar la profundidad psicológica del edificio narrativo construido por la autora húngara.
La tercera parte, titulada La tercera mentira, lleva a los personajes y a los lectores a una situación de sorpresa, incredulidad y un cierto pesar. Así concluye una trilogía que es absolutamente imprescindible no sólo para entender lo que supone la guerra para cualquier persona, y en especial si esta es un niño, sino también para comprender cómo un pequeño error puede desembocar en toda una desgracia familiar que se extiende a lo largo de las décadas. Kristof escribe, en definitiva, sobre la añoranza.
Claus y Lucas es una novela que requiere de diferentes relecturas para profundizar en las capas que la conforman y entender todo lo que la autora nos ha querido contar. Sin duda, un acierto su reedición por parte de Libros del Asteroide, cuya traducción, además, resulta excelente.
Os recomiendo esta lectura que yo, por mi parte, pienso llevarme a la isla desierta.