«El bateo», una grata zarzuela de comienzos del XX, ahora felizmente republicana
Por Horacio Otheguy Riveira
Desde la butaca sorprende la ausencia de músicos ante los atriles del Reina Victoria. Allí están, desolados, a oscuras. A telón caído se tiene una sensación un tanto dramática, como de encierro inesperado, de zarzuela reconvertida en dramón, lanzados los productores a la presunta vanguardia de adaptar los clásicos a lo loco y capricho del director de turno. Pero no. Enseguida tranquilos todos nos quedamos. A la hora señalada entran en la sala, por el patio de butacas, los jovencísimos músicos directamente a sus puestos, y al frente de su tropa musiquera el enérgico y divertido anarquista Wamba.
Con ellos irrumpe el alegre bullicio de tiempos de la reciente segunda república de 1931, cuando todos despertaban por la mañana confiando en un nuevo mundo posible.
Una adaptación muy adecuada, más interesante que la original de 1901, año en que se estrenó El bateo en el Teatro de La Zarzuela, con libreto de Antonio Domínguez y Antonio Paso, y música de Federico Chueca (1845-1908).
No tarda en llegar el célebre y bellísimo preludio, dicharachero y exultante, perfecto para encajar la euforia republicana en tiempos no menos difíciles en los que se hace oír la plácida voz del gran poeta Antonio Machado (1875-1939) en vísperas de uno de sus estrenos teatrales. Las escenas de este personaje añadido aportan un emotivo color con trasfondo dramático, ya que quienes se sientan cómodos recordando los primeros tiempos de la República, cargados de cambios trascendentales para la inmensa mayoría, también recordarán que el genial escritor acabaría en el exilio francés, tras padecer, como tantos, los golpes de los nacionales en la guerra civil.
Pero en El bateo (el bautismo) no hay lugar para la tragedia nacional, ni para otra fiesta característica de una alegría compartida entre los habitantes de las corralas, y como género popular por excelencia, autores y músicos les entregan un tiempo de convivencia que amenaza tormenta, entre celos, amoríos imposibles, y amistades en crisis, pero todo se resuelve entre amores y amistades verdaderos, para los cuales se han escrito unas situaciones ligeras, verbeneras, y se ha compuesto una partitura muy inspirada por el maestro Chueca, para actrices, actores, coro, barítonos, tenor cómico y soprano.
Wamba. El día menos pensado
pasa una barbaridad.Coro. ¡Ah! Cuchichí, cuchichí,
cuchichí, cuchichí.Wamba. Me parece que ni los rabos
quedan de la sociedad.
Estamos de tal manera
que si esto siguiera así,
la dinamita y el fuego
tendrán que venir.Coro. ¡¡Uf!!
Wamba. Pues tanto nos van haciendo
que al fin habrá que gritar:
arriba los socialistas y abajo …Coro. ¿Eh?
Wamba. No se puede hablar.
Coro. Tun, turuntún, etc.
Cuchichí, cuchichí, etc.Wamba. El día que yo gobierne,
si es que llego a gobernar.
Lo menos diez mil cabezas
por el suelo rodarán.
Haremos de carne humana
la estatua de Robespier,
para que sirva de ejemplo
el mártir aquél;
haremos doscientas partes
del oro de la nación;
la una para vosotros
y el resto …Coro. ¿Eh?
Wamba. Para el cantaor.
Todos. ¡Qué tango más levantisco,
más chulapo y más guasón. ¡Pom!Frescura popular, humor blanco y muy buena música en un reencuentro muy interesante con una de las zarzuelas breves que en aquel 1901 del estreno daban pie al nuevo género de gran popularidad: la revista musical.
Coordinación general José Luis Gago
Diseño de iluminación Manu Dávila
Diseño de vestuario Mario Pera
Producción Marta Poza
Coordinación y regiduría Nacho Sanz
Dirección artística Estrella Blanco
Dirección escénica José Luis Gago
Ayudante de dirección Víctor Trueba
Dirección musical Fran Fernández Benito
Dirección de orquesta Fran Fernández Benito
Coordinación de orquesta María Sánchez
Coordinación material orquesta Víctor Trueba
Coreografía Alejandra Rodríguez
El bateo. Teatro Reina Victoria. Hasta el 28 de julio 2019.
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