Novalis en Dresde

NOVALIS EN DRESDE
Estaba en Dresde, la capital de la refinada Sajonia, la exquisita ciudad llena de cúpulas verdes. Paseaba por las galerías altas del Zwuinger, el monumento más delicioso de Europa y pasaba bajo las puertas con forma de pagoda al atardecer. Los niños de piedra se besaban y las máscaras me miraban profundamente. Allí a finales del XVIII se reunían grandes escritores románticos. Allí en el siglo XX surgía el fascinante expresionismo de “El puente” en torno al pintor Kirchner.
Anochecía y me acordaba del gran poeta Novalis que vivía en esa ciudad, que escribía sobre la Noche: “Ellos ni barruntan siquiera que tú viniendo de antiguas historias/ traes los silenciosos mensajeros de infinitos misterios”. Que allí seguramente concebía sus decisivos “Himnos a la noche”. En Occidente se dio de manera machacona un sentido negativo a la noche. El día es la razón, las normas, los discursos, las doctrinas. La hipocresía y las relaciones sociales. Pero en la noche se asoma lo prohibido, viene el sueño. En el silencio se asoman los sonidos reprimidos y nuestra vida entera sin controlar. La muchacha de San Juan de la Cruz sale sin atender a discursos, solo guiada por lo más hondo de sí misma.
Me acordaba de que Novalis vio la noche con valentía romántica. La gente no comprende el romanticismo, lo deforma con simplismos absurdos. Pero el romanticismo es admitir lo infinito y desconocido que se esconde en la vida por mucho que pretendan mecanizarla y cosificarla. Por eso escribía Novalis: “Más celestes que aquellas centelleantes estrellas/ nos parecen los ojos infinitos que la noche abrió en nosotros./ Ellos penetran las honduras de un espíritu que ama/ y esto llena de indecible delicia un espacio más alto”.
ANTONIO COSTA GÓMEZ, ESCRITOR

FOTO: CONSUELO DE ARCO

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