La irreverente y protofeminista Charlotte Brontë
JOSÉ DE MARÍA ROMERO BAREA.
Cada generación busca su propio reflejo en los libros que han escrito sus mejores representantes. A base de admirar y rechazar, cortando y pegando según lo exija la moda del momento, la crítica alza una suerte de laico santuario que pide a gritos ser profanado. Etiquetada hace tiempo como la escritora romántica inglesa por excelencia, Charlotte Brontë (Thornton, Yorkshire, 1816 – Haworth, Yorkshire, 1855) ha sido recientemente considerada, además, una heroína subversiva. Símbolo del femenino empoderamiento, la predisposición de la novelista, hermana de las también escritoras Anne y Emily Brontë, a lo radical y, a menudo, irónico, se funde en una auto mortificación nada heroica, “una búsqueda insatisfecha de amor, soledad, depresión: constantes durante su existencia”, en opinión de la traductora Helen MacEwan.
En su artículo para la revista británica Slightly Foxed, primavera de 2019, “Amor y pérdida en Bruselas”, la profesora anglosajona analiza la novela Villette (1853), en la que la irreverente y protofeminista Lucy Snowe viaja a solas a la homónima ciudad ficticia para dar clase en una escuela de niñas. El mundo ficticio de la autora de Jane Eyre (1847) nunca pasa de moda, “y aunque asociamos las novelas de las Brontë y sus apasionadas protagonistas a los espacios abiertos”, subraya la periodista, “la reclusión urbana de un internado claustrofóbico supone el decorado ideal para un drama privado”.
La profesora Snowe brilla por su independencia, ingenio y entusiasmo. Pertenece a esa larga lista de rebeldes con las cuales se han identificado siempre las chicas inteligentes, desde la propia Eyre hasta Margaret Hale (de Norte y Sur) incluyendo a Jo March (de Mujercitas). Si Charlotte Brontë se ha convertido en una autora para mujeres (su preocupación es doméstica, sus protagonistas masculinos almidonados y conformistas), Lucy, su criatura, es, en definitiva, víctima del patriarcado. En su ensayo para la publicación londinense, la autora de Las Brontë en Bruselas (2014), se ocupa de las alienaciones y las eliminaciones a las que somete el machismo: “Aislada en Haworth Parsonage, en compañía de su anciano padre, [Charlotte] tuvo que aceptar su futuro de mujer sola y soltera”.
“En las noches de insomnio en Haworth”, apostilla MacEwan, “en los años posteriores a la muerte de sus hermanas, Charlotte creía oír sus voces en el viento, pidiendo a gritos que las dejaran entrar”. En corrientes de conciencia, entre secuencias y confesiones incorpóreas, los libros de la autora decimonónica tratan temas tan universales como el amor y la amistad, mientras nos dejan espacio para las fantasías del intelecto, lo que nos permite vernos reflejados en sus páginas.¿Por qué debe sobrevivir la mayor de las hermanas Brontë cuando tantas de sus contemporáneas han sido olvidadas? Porque su obra captura la intemporal condición humana, concluye la erudita oxoniense.