Est oppidum in Hispania quod Carthago Nova appellatur
por Kika Sureda
Cartagena está situada al SE de España, en la costa del mar Mediterráneo, en un valle rodeado por varias colinas. Dentro del valle en que se asienta la ciudad trimilenaria hay cuatro collados llamados de la Concepción, Molinete, Despeñaperros y San José, que en la antigüedad, según Polibio, se llamaban Cronio, Suersoneso, Aleto y Festo. La entrada al puerto está defendida por dos montes en cuyas cumbres se levantan los castillos de San Julián y Galeras. A distancia de unos tres kilómetros del puerto está la isla de Escombrera, la Scombraria o isla de Hércules de los romanos, hoy conocido como el Valle de Escombreras. Estos montes resguardan al puerto formando un valladar natural que lo preservan de todos los vientos, hasta el punto de que es tan seguro que los marinos dicen que los puertos más seguros de Europa son: Junio, Julio y Cartagena. De aquella ciudad famosa construida por Amílcar y engrandecida por Aníbal, que llegó a ser la primera de España, émula de Cartago por su poder, industria y riqueza, que conservó por espacio de muchos siglos su esplendor e importancia durante la dominación romana, sólo quedaba en el siglo XVI una reducida villa medio arruinada que contenía apenas mil familias. Felipe II mandó restaurarla, le dio más población y la rodeo de fortificaciones; sin embargo, no pudo devolverle su antigua importancia. En la época de Roma y Cartago su importancia provenía de su situación. La ciudad que nos ocupa es antiquísima, no pudiéndose precisar con certeza su verdadero origen. Afirman no obstante algunos historiadores que el rey Testa, hijo de Sículo y de Ameria, quiso fundar una población en el lugar que hoy ocupa Cartagena hacia el año 1412 a. C. y que se llamó Testa o Teberia y también Contesta, de donde deriva el nombre de Contestania, pero solo echó los cimientos sin llegar a construir. En 1261 a.C., reinando Gargoris en esta región de la Península, vino el príncipe griego Teucro, quien fundó, cerca de la actual Gandía, una ciudad que llamó Salamina, y habiendo sabido la muerte de su padre, volvió a su patria donde no pudo desembarcar por reinar allí su sobrino Eutises. Por este motivo volvió a Hispania el referido Teucro, y según Justino y Silio Itálico, desembarcó en la antigua Contesta, donde, viendo las zanjas y cimientos de la ciudad allí existentes, mandó edificar una población a la que llamaron Tebaria o Teucria, no pudiéndose proseguir la construcción por haber sido llamado Teucro y sus acompañantes a otros lugares donde su presencia era necesaria. Hacia el año 700 a.C. atravesaron el estrecho de Gibraltar los mesenios, y llegado hasta el lugar donde hoy se asienta Cartagena, fundaron un pueblo llamado Mesenia. El cartaginés Asdrúbal quiso hacer de ella una ciudad grande y próspera (225 a.C.). Al efecto amuralló abarcando dentro de su recinto los cerros Festo, Aleto, Cronio, Mercurio Theutate y Esculapio. De aquella época quedaron hermosas piedras, estatuas y columnas, yaciendo enterradas otras muchas en el lugar llamado Antiguones (actualmente conocido como Cuartel de Antigones, que alberga la Escuela Técnica Superior de Ingeniería de Telecomunicación y el Servicio de Documentación de la Universidad Politécnica de Cartagena). Asdrúbal consideraba esta ciudad, por su situación, muy a propósito para realizar desde ella cuantas operaciones fuesen necesarias en lo sucesivo, así para entenderse con África, como para extender sus conquistas en Hispania. Asdrúbal la llamó Cartago de Carta hadath, palabras que significan Ciudad Nueva, o como opinan otros Cartago Nova o Nueva Cartago, nombre que se transformó en Cartagena. Su puerto era entonces el mejor del Mediterráneo, y aquel caudillo cartaginés la eligió como centro político de la dominación púnica en Hispania y era la residencia del gobernador cartaginés. Tito Livio la llama cabeza de Hispania y pondera sus riquezas naturales y su gran esplendor; en una sola mina de plata trabajaban en la época romana 40.000 trabajadores. Livio afirma que en el puerto podían abrigarse gran número de bajeles. En ella tomó Aníbal sus disposiciones contra Roma y de ella partió con un poderoso ejército. Desde su puerto envió Asdrúbal 40 buques mandados por Amílcar, cuya armada cayó en poder de los romanos en la embocadura del Ebro, gracias a la pericia de Escipión, pérdida que Asdrúbal no llegó a tiempo de evitar, viéndose obligado a retirarse a Cartagena. Deseando el joven Escipión conquistar Cartagena, salió sigilosamente de Tarragona, al frente de un ejército de 25.000 infantes y 2500 caballos, en tanto que Lelio, a cuyo mando iba la flota romana, le seguía sin apartarse mucho de la costa. Siete días después de su partida se presentó frente a la ciudad, al mismo tiempo que la armada entraba en el puerto. Escipión se adelantó llegando al pie de la muralla, la escaló y se apoderó de las fortificaciones casi por sorpresa. Los romanos se animaron con este primer éxito y se arrojaron denodadamente a la pelea con los cartagineses, que sorprendidos por el inesperado ataque, fueron cediendo, viéndose obligado Magón, que mandaba en la ciudad, a refugiarse en la ciudadela, donde poco después se rindió también a Escipión y mientras tanto Lelio se apoderaba de la armada cartaginesa. Grande fue la matanza y el saqueo que tuvo que sufrir la ciudad, terminando la primera cuando se realizó la rendición de Magón y continuando el saqueo hasta saciarse los vencedores. Todos los autores están de acuerdo en prodigar sus alabanzas al joven caudillo, a quien le bastó un día para apoderarse de la ciudad, que si fue grande y poderosa con los cartagineses, no lo fue menos bajo el dominio de Roma. Durante las guerras civiles sostenidas después de la batalla de Munda, Sexto Pompeyo se apoderó de Cartagena, cuyo poder le arrebataron sin duda los legados de Augusto, por dicha circunstancia se le apellidó Julia, en memoria de su tío Julio César. También tuvo la denominación de Espartaria, indudablemente por la abundancia de esparto que crece en sus campos. En Cartagena, una vez pacificada Hispania, solían invernar los gobernadores que enviaba Roma, la cual, comprendiendo su importancia, la elevaron a la dignidad de colonia, concediéndole al propio tiempo el derecho de acuñar moneda. Entre sus decenviros quinquenales cuenta a los césares Germánico, Druso y Cayo, este último emperador más tarde con el nombre de Calígula. Después del emperador Elio Adriano, se dividió la Península en seis provincias, siendo una de ellas la Cartaginense, de la que Cartagena fue capital. No decayó su esplendor e importancia marítima y comercial durante el Imperio, más dieron comienzo sus desastres desde que los alanos penetraron por Cataluña, talando y robando cuanto encontraban a su paso, y durante las terribles guerras sostenidas entre éstos, los godos y los romanos, cayeron las murallas de la ciudad quedando ésta reducida a un montón de escombros y perdido su renombre hasta la dominación aganera, en cuyo tiempo volvió a figurar en la historia, contándose entre las principales ciudades de la provincia Toleitola. En el año 773 construyeron en ella los árabes, grandes embarcaciones para el resguardo de las costas al objeto de poder oponerse a las excursiones de los walíes abasidas del Mogreb. Fue Cartagena uno de los principados independientes erigidos cuando el esclavo Wadhad el Ahmerig en 1013 logró sacar de su retiro a Heschan. Ebn Omar, caudillo de Ebn Amed, emir de Sevilla en el año 1078, se apoderó de esta ciudad. El rey don Fernando la arrebató del yugo musulmán en el año 1243, incorporándose a la corona de Castilla. Nuevamente volvió a ser dominio árabe, y de éste la volvió a rescatar Jaime I de Aragón, quedando al poco tiempo incorporada a Castilla. Por segunda vez pasó al dominio de los reyes de Aragón quienes la cedieron a Castilla. De Cartagena salió en 1503 Luis Portocarrero con una armada para acudir a la guerra de Nápoles; de su puerto salió también en 1509 el cardenal Cisneros con el conde Pedro Navarro y otros expedicionarios en dirección a Orán, y en 1516 entró en su puerto Berenguer de Onís con varias galeras apresadas a los berberiscos. En 1552 salieron de Cartagena las tropas que mandaba Felipe II contra los turcos sarracenos; en 1563 zarparon de su puerto 34 galeras que, al mando de Francisco de Mendoza, derrotaron a los argelinos en las aguas del Mazalquivir. Felipe II fortificó su puerto en 1570 haciendo de Cartagena una ciudad inexpugnable. El pirata Drake hizo su aparición en Cartagena en 1585, logrando entrar con su escuadra en el puerto, y si bien le hicieron frente 500 arcabuceros, pudo entrar en la ciudad, saqueándola y destruyendo sus mejores edificios. En 1706 durante la Guerra de Sucesión Cartagena se hallaba escasamente guarnecida, se presentó ante el puerto una poderosa escuadra inglesa al mando del almirante Leak, quien se apoderó de la plaza en virtud de una forzosa capitulación. Ocupada por los ingleses, éstos la fortalecieron cubriendo con una muralla de tapias el frente de la puerta de San José y construyeron obras de defensa en los cerros de Atalaya y Picachos, siendo tomada al poco tiempo por las tropas de Felipe. Firmada la paz de Utrech, Felipe V mejoró el puerto y proyectó el arsenal, grandiosa obra que se llevó a efecto en los reinados de Fernando VII y Carlos III. Fue Cartagena la primera población marítima de España que se alzó contra los franceses en 1808; durante la guerra de la Independencia el cónsul francés en la ciudad tuvo que huir de ella refugiándose en un buque dinamarqués. El ejemplo de Cartagena fue pronto seguido por Murcia y otras poblaciones cercanas que levantaron ante el invasor el estandarte de la independencia, en 1844 se rebeló contra el gobierno de la reina y en favor de la regencia del general Espartero, y no pudiendo contener la insurrección, el jefe de la escuadra y comandante general del departamento se suicidó. El general Roncale puso sitio a la plaza y la tomó sin gran esfuerzo. Y así en 1873 tuvo lugar la insurrección cantonal.