Magical Comedy Club, un divertimento español con Mago Marín de estrella “casi” absoluta
Por Horacio Otheguy Riveira
Con el empaque internacional del título, Magical Comedy Club, el catalán Mago Marín —seguramente con secreto parentesco con el legendario Mago Merlín— ya ha dado en la diana en Cataluña, Portugal y Francia. Ahora aterriza en Madrid con un desparpajo que navega libremente con muchos recursos.
Magia y comedia, sorpresas mágicas y risas espontáneas provocadas por un showman que bebe de buenas fuentes, como por ejemplo, de comediantes magos de probado éxito mundial, los célebres Tamariz y Jorge Blass. Pero el joven Marín se la juega con voz propia, irreverente y talentoso para innovar dentro de lo clásico.
Es “casi” la estrella absoluta de su show porque si bien es el máximo responsable y el único artista en escena, su hora y media de espectáculo reclama la constante presencia del público, entre escogidos al azar y tal vez, quizás, algunos preparados de antemano. Es la duda que flota en el ambiente, entre permanentes risas.
No cabe duda que el público sabe lo que va a ver y de entrada se compromete a pasárselo muy bien. Marín pone mucho de su parte con gags en los que se autoparodia de forma ilimitada, pero que entre gracia y gracia, corona de amabilidad y piropos a las mujeres que dejan su butaca para montar a su lado divertidos cuadros, y por otro lado, no teme el ridículo, se lanza a él de cabeza para salir como un galán de galanes, bien vestido, seductor de señoritas con repentinas maneras de guapo gay al que no le importa ser en todo momento “el chico con el que casaría a la nena”.
Simpático a más no poder, entre chanza y chanza impacta con algunos números de magia, quizás demasiado largos, ya que ganan mucho cuando son cortos e inesperados. Sin duda, al público lo conquista no más empezar porque juega brillantemente con la torpeza, un gesto de humorista clásico con el que resulta imposible no identificarse.
En todo caso, Mago Marín y su Club de Mágica Comedia abre la puerta a un nuevo personaje estelar que puede dar mucho de sí, una vez que su “explosivo, irreverente y vibrante” (La Vanguardia) show consiga enriquecerse con nuevos aportes en el guión y la puesta en escena. De momento, se trata de una estupenda presentación en Madrid, capital de un reino que cada vez necesita más magia para salir adelante políticamente, algo de lo que Marín se salva con éxito. Al dejar de lado las trifulcas de los políticos y preferir jugar con tacos y chistes de pícara intención o doble sentido. Un acierto más en un personaje tan prometedor que lo mismo solicita la ovación que reconoce haber hecho “un chiste de mierda”. Luego lanza algunas bromas acertadas, se recompone, sonríe que da gusto, canta estupendamente, baila muy bien, y todo él merece un musical en pequeño o gran formato, en cualquier caso con buenos músicos en escena, acompañándole para que su entusiasmo por el género teatral y la magia en sí misma consoliden funciones de alto vuelo, de las de apaga y vámonos… todos desaparecidos, pero dejando en el ambiente infinitas carcajadas.
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