«Iphigenia en Vallecas»: María Hervás entusiasma con su ángel y su rabia bien fundada
Por Horacio Otheguy Riveira
Hermosa con la desafiante juventud que arrolla, desespera, protesta y ama como ninguna otra, la Iphigenia en Vallecas que interpreta María Hervás regresa a la sala grande del Pavón Teatro Kamikaze. El talento de la actriz, muy bien dirigida por Antonio C. Guijosa, ofrece un espectáculo completo en el que su monólogo crece como si fuera una tragedia con varios personajes esenciales.
En el relato «de la que ustedes dirán quinqui de mierda, pedazo de guarra», brotan situaciones clave no sólo en la vida de una chica marginal, sino de toda una sociedad que absorbe la energía de su espontánea vitalidad para dejarla seca y abandonarla en las cunetas de la historia o, sin ir tan lejos, en cualquier rincón donde la costumbre de «follar y tirar» es cotidiana ausencia de amor, y por tanto de solidaridad.
En esta obra se presenta una notable relación histórica y contemporánea de joven desclasada con una visión profunda de la sociedad actual, logrando un viaje extraordinario de lo subjetivo a lo social, del egocentrismo tan exacerbado de los urbanitas a la desamparada comunidad de los marginados. Y casi todo, como en la propia historia del teatro, viene de las brutales experiencias de la Iphigenia de Eurípides, pero ahora en versión libre del galés Gary Owen convertida en Iphigenia en Splott: un desgarrador testimonio social, reflejo del paulatino desmantelamiento de las ayudas sociales en Reino Unido: desde Thatcher —líder de los conservadores de clase media al servicio del capitalismo salvaje— hasta aquí, con un aumento considerable de estragos en comunidades enteras donde la delincuencia y la pérdida de trabajo generan unas diferencias socioeconómicas en creciente aumento: «Las personas dependen mucho de los servicios públicos (bibliotecas, centros comunitarios, diversos ámbitos de la sanidad pública) y todas estas cosas se ven día a día amenazadas», dice Owen. «La gente realmente necesita el estado, y el estado se está retirando». (Entrevista publicada en The Guardian)
La Iphigenia original, hija de Agamenón, tiene muchas variantes dentro de la mitología griega. Su nombre significa «de raza fuerte», y Eurípides le dedicó dos obras, de las cuales la primera ha sido la más estudiada, aunque muy poco representada: Iphigenia en Áulide (409 a.C.). En ella establece que, dentro de la Guerra de Troya y los intereses allí expuestos, la muchacha debe ser entregada como sacrificio para que los dioses cambien el rumbo de la guerra; un sacrificio esencial porque no servirá cualquier chica virgen, sino la hija del gran militar. A pesar de los intentos de impedirlo por parte de su padre y de su hermano Orestes, ella misma, en un estado de amoroso encantamiento, opta por detener todo empeño y marchar al sacrificio para impedir que, ciego de ira, el ejército aniquile a su familia.
Su homóloga en Splott —que es un distrito y una comunidad en el sur de la ciudad de Cardiff, capital de Gales—, despojada de ataduras divinas y de feroces batallas, es una joven que queda embarazada tras una fantástica aventura sentimental, justo cuando los recortes de fondos reducen las comodidades locales y los servicios públicos. Sin duda, una versión muy libre a la que el autor parece haberse abocado con afán de restituir el carácter de dependencia terrible de una muchacha sin avales poderosos: ayer dependiente de los dioses, hoy de la decadencia del estado democrático: en su dolorosa travesía por la soledad, el amor y la muerte descubre el coste inmediato de ese plan económico a largo plazo.
La obra se estrenó en Edimburgo en 2016, y se enmarca en un entorno cultural de Reino Unido donde se denuncia insistentemente este estado de decadencia social, tanto en el teatro como en la literatura, y especial dedicación por parte del director de cine Ken Loach (Yo, Daniel Blake y otros golpes…). Con los belgas Hermanos Dardenne (El silencio de Lorna…) conforman los únicos realizadores europeos empeñados en desvelar las constantes de un mal en estado efervescente en el continente. Un tipo de cine tan bien documentado como elaborado artísticamente que brilla por su ausencia en España, más dada a la comedia o el drama psicológico.
María Hervás se ocupó de la traducción y adaptación al castellano, impregnando el material con lo que puede darse en un populoso barrio de Madrid; al interpretarlo, el personaje la recorre entera; la respiración, sensualidad y cólera de una chica de aquí y ahora, de las que ni estudia ni trabaja, lanzada a malvivir con un montón de buena vida por descubrir en sí misma. Por eso su Iphigenia en Vallecas triunfa, da en la diana, repele por momentos, fascina en otros, seduce siempre y alcanza en el último tramo una trágica dimensión poética.
La actriz —que ya había demostrado un talento muy personal en otras representaciones (en su debut teatral Confesiones a Alá; integrando el gran equipo de actrices de Pingüinas; y muy interesante en un personaje menor en Los Gondra)— encuentra aquí muchas posibilidades para asumir un personaje muy rico del que brotan con naturalidad lo zafio y el éxtasis, la belleza de una piel sedosa encantada de recibir caricias y la energía de quien se descubre más tierna y valiente de lo que se creía capaz. En todos los matices da mucho de sí, se entrega en plenitud de conocimiento con muy eficaces recursos escénicos y una voluntad mayor de ser ella misma con sus mayores fuerzas, asumiendo un personaje que ya forma parte de la historia del teatro contemporáneo.
Se quita los pantalones… y
tiene unas piernas bonitas
pero una de ellas termina
justo debajo de la rodilla.
Y hay plástico y hierro.
Tira de los vaqueros:
su pierna derecha es plástico
de la rodilla hasta abajo.
tira del plástico y lo que tiene
es un muñón, es carne muerta.
La piel se repliega en una arruga roja,
y tiene negras las marcas
de los puntos que le dieron al cerrarla.
Dice «¿sabes lo que es un artefacto explosivo improvisado?»
Y yo digo: «no muy bien» Y él:
«bien, pues yo sí».
Me cuenta que no ha podido estar así:
desnudo ante nadie, desde-
Y entonces le beso. Le beso y le beso
y le beso, y le beso, y le beso, y le beso (1)
… parece que me ha hecho un «follar y tirar»
pero las apariencias engañan, como dice mi abuela
y además es que no puede ser,
porque todavía siento eso de…
Eso de «nunca-más-sola», joder.
Y esa sensación hace que no tenga miedo de nada
que no esté acojonada
Me hace pensar con cabeza, bien.
Me hace pensar, ok, si no ha sido un «follar y tirar»
entonces, ¿qué coño puede ser?
podrían ser un millón de historias.
que ha escrito mal mi número, tal vez
ah, no, si se lo escribí yo… pues entonces otra cosa ha de ser… (2)
[(1) (2) Extractos de dos escenas del texto original, cedido gentilmente por María Díaz, responsable de Prensa de la Compañía]
XXVII Edición de los Premios de la Unión de Actores: 2018, mejor actriz protagonista
Autor Gary Owen
Traducción, adaptación e interpretación María Hervás
Dirección Antonio C. Guijosa
Escenografía Mónica Teijeiro
Iluminación Daniel Checa
Sonido Mar Navarro
Prensa María Díaz
Fotografías Marc de Cock-Buning y Merysí de Cock-Buning
Diseño gráfico Daniel Jumillas
Una producción de María Hervás y Serena Producciones
- PREMIOS MAX 2019 A MEJOR ESPECTÁCULO REVELACIÓN Y MEJOR ACTRIZ PROTAGONISTA Y XXVII PREMIO UNIÓN DE ACTORES MEJOR ACTRIZ PROTAGONISTA
El Pavón Teatro Kamikaze, desde el 22 de junio al 15 de julio 2018. PRORROGADO: Viernes, sábados y domingos hasta el 29 de julio. REPOSICIÓN 2019: del 4 al 26 de julio.