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La palabra visceral de Miguel Hernández en un intenso encuentro teatral

Por Horacio Otheguy Riveira

Enfermo de tuberculosis hasta la muerte en una cárcel franquista a los 31 años, Miguel Hernández (1910-1942) sigue expandiendo su talento por el mundo. De familia de hortelanos, él mismo campesino con estudios básicos, se erigió en un poeta que aprovechó al máximo los pocos años de revolución republicana. El dolor de su experiencia frustrada se convierte en una teatralidad de notable belleza en este escenario donde han vuelto los integrantes del extremeño Teatro Guirigai. Ofrecen una puesta en escena de gran dinamismo, como si Hernández hubiera tenido tiempo de enamorarse del teatro, como otros colegas de la pasión cultural de aquellos años previos a la maldita guerra civil.

Un encuentro con Miguel Hernández carece de paralizante nostalgia, emociona porque evoca toda la garra, la luminosa energía de aquel Rayo que no cesa creado por el poeta.

Tres intérpretes invitan al espectador a encontrarse con los momentos vitales de Miguel Hernández: infancia, adolescencia, primeros amores, llegada a Madrid, emoción ante la creación, República, guerra, prisión. Pertenecen al Teatro Guirigai, un modelo de cooperativa teatral nacida en 1979 que desde 2006 tiene sala propia en Los Santos de Maimona (Badajoz).

Una espléndida banda sonora colabora brillantemente para la creación de una atmósfera teatral que aprovecha cierto dinamismo cinematográfico, algo de lo que beben todas las nuwvas corrientes escénicas. El soviético Shostakovich, el estadounidense Gershwin, el italiano Nino Rota o el español Enrique Granados son algunos de los compositores que con breves momentos de algunas de sus obras acompañan el recorrido vital de un hombre y su mundo: una generación de jóvenes creadores en una época de grandes transformaciones. Dos actores y una actriz bailan, sueñan, sufren, luchan, ríen, se enamoran, forjando un espectáculo al que sólo hay que reprochar su brevedad, un final precipitado que nos deja con la miel en los labios, bien dispuestos a aplaudirlos para luego releer páginas de Miguel, el hombre al que se rinde homenaje y que permanece sentado a nuestro lado, viejo amigo, fuerza de la naturaleza a la que le queda mucho por enseñarnos todavía.

 

Pintada, no vacía:
pintada está mi casa
del color de las grandes
pasiones y desgracias.

Regresará del llanto
adonde fue llevada

con su desierta mesa

con su ruinosa cama.

Florecerán los besos
sobre las almohadas.
Y en torno de los cuerpos
elevará la sábana
su intensa enredadera
nocturna, perfumada.

El odio se amortigua
detrás de la ventana.

Será la garra suave.

Dejadme la esperanza.

Magda García-Arenal, Raúl Rodríguez y Jesús Peñas interpretan personajes asumidos por el escritor, y encarnan al poeta mismo llegado de muy lejos en cada función en las emociones compartidas con un público fiel.

Desde su estreno en Madrid en el Teatro Lagrada el 26 de mayo de 2017, este espectáculo se ha presentado en Valencia, Sevilla, Zaragoza, Santander, Marchena, Cáceres, Valladolid, Porriño y en más de una veintena de pueblos de Extremadura, realizando también una gira por Portugal apoyada por el Ministerio de Cultura y la Junta de Extremadura (Mostras de Teatro Espanhol de Teatro Lethes de Faro y Teatro García Resende de Évora, Auditorio das Beiras de Covilha, Teatro Circo de Braga de la Mostra Espanha, Mostra Espanha en el Auditorio de Coímbra y Teatro do Noroeste de Viana do Castelo).

Retrato de Miguel Hernández realizado en la cárcel por Antonio Buero-Vallejo, 1940. Dramaturgia y dirección: Agustín Iglesias
Iluminación: Jordi Alvarado
Espacio escénico: Jean Helbing
Espacio plástico: Luís Pablo Gómez Vidales y Maite Álvarez
Música: Granados, Gershwin, Shostakovich, Nino Rota, John Cage y Penderecki

Reparto: Magda García-Arenal, Raúl Rodriguez y Jesús Peñas.

Creación y Producción: Teatro Guirigai

Fechas y horarios: seis funciones el 31 de mayo y los días 1, 2, 7, 8 y 9 de junio
Viernes y sábados 21h. Domingos 20h. en el TEATRO LAGRADA

[Retrato de Miguel Hernández dos años antes de su muerte, realizado por Antonio Buero-Vallejo en la cárcel, año 1940]

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