Deconstrucción actual y esperpento antiguo en “El desguace de las musas”
Por Horacio Otheguy Riveira
La realidad y el deseo. Las fantasías frustradas y el ridículo ante hechos indiscutibles. El esperpento nacional, lanzado al ruedo con inigualable arte por el gallego don Ramón María del Valle Inclán ha contado con variados seguidores a lo largo del tiempo (él murió en 1936, el año de la guerra civil). La admirable Compañía andaluza La Zaranda (Teatro Inestable de Ninguna Parte) lleva años recorriendo mundo con su estilo singular de teatro contemporáneo y esperpento valleinclanesco, adherido al pasado como la propia historia política y social española, tan presente en estos momentos de elecciones: radiografía brutal que viene con un subtítulo: “El desguace de las musas” (Donde el llamado género frívolo se convierte en trágico).
Qué mejor respuesta al disloque de los políticos que se enfrentan y se alían, se insultan y se abrazan, mientras los dineros escapan por los bolsillos agujereados de la inmensa mayoría. Una alegoría grotesca que está por debajo de otras funciones escritas por Eugenio Calonge y dirigidas por Paco de La Zaranda, más difusa, menos contundente, muy claustrofóbica… y sin embargo, clama al cielo un alarido para despertar a un país que en muy pocos rincones demuestra estar vivo. Un juego de ropas gastadas, de apoteosis final decrépita al servicio de un humor que tiñe de amor la lenta agonía de un género teatral que viene a simbolizar cualquier sociedad humana en inconfesable decadencia.
Puede echársele en cara a La Zaranda que no da todo lo que promete en esta encerrona con sabia influencia de sí mismos (de hecho, al comienzo, un personaje asegura que siempre hacen lo mismo), pero no decepciona por repetirse, sino por ofrecer una visión en exceso complaciente con el feísmo de sus personajes deteriorados, tanto hombres que se creen mujeres, como mujeres que insisten en talentos que ya nadie aprecia. Parecen regocijarse en esta maldición de lo perdido y arruinado. Pero reconozco un gran talento también en este declive. Una paradoja que me resulta desagradable de ver, y muy reconfortante en sus hallazgos humorísticos y algunos cuadros audiovisuales con un gran final realmente inesperado y muy brillante en manos de este equipo teatral que jamás sale a agradecer los aplausos del público.
Aumenta el valor ideológico y estético al ver cómo este Desguace de las musas viene muy a cuento en un país que permite aflorar el neofranquismo, tanto con un partido de ultraderecha como a través de su “puente” con la mal llamada centroderecha, ambos con demasiados retrocesos en común, fieles a la tiranía más reaccionaria embozada en las trampas del ritual democrático.
También de todo esto habla este espectáculo con que La Zaranda nos ofrece en un contexto en el que destaca la colaboración extraordinaria de Gabino Diego en una de sus mayores creaciones componiendo a un hortera inigualable, maestro de ceremonias, cantante a lo Luis Aguilé, humorista que en medio del desastre actúa como si estuviera en Las Vegas. Un trabajo muy notable, perfectamente integrado en un elenco que se adecua con precisión al estilo de La Zaranda.
El costroso cortinaje de lentejuelas desprende pestes a sudor y desinfectantes. Las notas musicales se esparcen por la penumbra mal ventilada antes de diluirse en el fondo de los vasos. Bajo los focos que desparraman azul noche, el diezmado coro de vicetiples ensaya una rudimentaria coreografía. Pereza de albornoces, chándales y mallas remendadas, aderezado con boas desplumadas, brillantes baratijas y acoples de micrófono. Carnes yertas que entierran tantos deseos, miradas desnudas que saben de tantos ocasos. La
mueca de la muerte oculta tras el maquillaje barato. En el espejo del camerino, rodeado por bombillitas fundidas, quedó escrito con pintalabios, la verdadera historia, donde el género frívolo se convierte en trágico.
Allí se refugian estos restos de coristas, vedettes desfondadas, ruinas de caricato, agonía y furor de una cultura, a la hora de cierre, la nostalgia bailando en la penumbra, la hora en que las sillas se colocan sobre las mesas. Es esta la alegoría de una cultura apuntalada, que espera su desplome, situada en un antro
lúgubre infestado por las ratas que asoman a nuestros trabajos, donde un núcleo de artistas aislados y contracorriente resiste, agotados, entre la resignación y el encono, sin ningún heroísmo, más bien a merced de una época que renuncia a lo poético. Eusebio Calonge
Dirección Paco de La Zaranda
Iluminación Peggy Bruzual
Vestuario Encarnación Sancho
Fotografía Víctor Iglesias
Producción Artística Eduardo Martínez
Producción Ejecutiva Sergi Calleja
El encuentro con el público tendrá lugar el día 30 de mayo tras la representación. Podrá asistir cualquier persona que interesada (entrada gratuita hasta completar aforo).
Presenta y modera Almudena Grandes.
TEATRO ESPAÑOL. SALA PRINCIPAL. DEL 22 DE MAYO AL 9 DE JUNIO 2019.
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