“Mi película italiana”, tres generaciones de mujeres ahogadas por la miseria y la marginalidad

Por Ana Riera

Acaba de morir el marido de Anna tras nueve años postrado en la cama y Anna, que siempre ha soñado con triunfar en un festival como el de San Remo y ser una cantante de éxito (no en vano puso a sus cuatro hijas nombres de estrellas del cine italiano: Sofía Loren, Gina Lollobrigida, Claudia Cardinale y Lucia Bosé), decide huir definitivamente de la vida gris y miserable que en realidad le ha tocado en gracia. Ese es el punto de partida de la obra Mi película italiana, que puede verse estos días en la sala pequeña del Teatro Español.

La obra trata sobre la soledad y la mezquindad, sobre los silencios llenos de sobreentendidos y las palabras vacías (como en la brillante conversación sobre cómo se deshuesa un pollo en pleno velatorio del patriarca), que de algún modo añaden pequeños brochazos a las vidas de las siete protagonistas de esta historia, pero sin lograr que nada cambie realmente. Ni siquiera la dramática decisión que acaba tomando Anna. Porque como dice en su canción Jimmy Fontana, que suena como música de fondo durante toda la función, “Y en torno a mí giraba el mundo como siempre, gira el mundo gira, en el espacio infinito… con las penas y alegrías de la gente como yo”.

Toda la acción tiene lugar dentro de la vieja casa familiar, que está pintada de un absurdo color azul, perdida en medio de la nada, junto a una fábrica de gaseosa. En ella, atrapadas ya sea física o emocionalmente, se encuentran las siete protagonistas, la madre, sus cuatro hijas y las dos nietas. Sin escapatoria, sin posibilidades de redención o de empezar una nueva vida.

En ese desolador escenario, las siete actrices interpretan con gran acierto sus respectivos papeles mostrando un sinfín de matices de la naturaleza humana a pesar de conformar una de esas familias aparentemente invisibles que no importan a nadie. Camila Viyuela, la nieta que cuenta la historia de esta saga de mujeres en un falso intento de quedar al margen; Teresa Lozano, Anna, la abuela irreverente y rebelde, que no se conforma con su vida y se crea otra paralela, mucho mejor a sus ojos; Elena González, Sofía, la hija resignada; Mona Martínez, Lucía, la hija adicta a la heroína que tiene destellos de lucidez; Nerea Moreno, Gina, la hija más impulsiva y exigente; Inma Nieto, Claudia, la hija sumisa que es también esposa sumisa y hermana sumisa; Y Vicky Luengo, María, la nieta aparentemente indomable que en realidad es tremendamente sensible.

El texto punzante e hilarante a ratos que sale de sus bocas es de Rocío Bello y la dirección del montaje corre a cargo de Salva Bolta. La iluminación asfixiante de Luis Perdiguero y la escenografía un tanto claustrofóbica potencian la sensación de soledad y abandono de esta familia, aportando a la obra mayor dramatismo y un aspecto más descarnado. En definitiva, una gran experiencia teatral que vale la pena ver.

 

 

TEATRO ESPAÑOL. SALA MARGARITA XIRGU. HASTA EL 26 DE MAYO 2019

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