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La vuelta de Nora: el regreso del personaje de Ibsen, icono del feminismo, quince o muchos años después

Por Mariano Velasco

Uno de los interrogantes que asaltarán a muchos de los espectadores que se dispongan a ver en el Teatro Bellas Artes de Madrid La vuelta de Nora  —una continuación de Casa de muñecas, el clásico de Henrik Ibsen de finales del XIX— es sí resulta imprescindible conocer el original para enterarse de la historia que ahora nos propone esta segunda parte.

Me atrevería a responder que imprescindible no. Es más, aventuro que  quien no conozca la obra de Ibsen puede que disfrute aun más de este arriesgada propuesta de Lucas Hnath, con dirección de Andrés Lima, ya que pese a tratarse de un texto brillante, en su esencia añade pocas novedades a esa cautivadora historia de liberación, rebeldía y, sí, modernidad, que ya nos ofrecía el autor noruego hace la friolera de siglo y medio.

Porque la Casa de muñecas de Ibsen planteaba ya, con asombrosas brillantez y valentía, una profunda pero sosegada reflexión sobre la necesidad de liberación de la mujer, atrapada y casi convencida en un modelo de matrimonio de acostumbrada dominación masculina, y proponía un contundente y menos sosegado colofón que ha quedado entre los grandes finales de la historia de la dramaturgia, comparable con aquel inolvidable “¡silencio!” con el que Bernarda Alba cerraba el drama lorquiano.

Es lo que tienen los clásicos, que pueden con el paso del tiempo, y es esta la característica que pone tan alto el listón a esta segunda parte que, pese a todo, logra llevar a escena un brillante combate dramático muy bien sustentado por dos excelentes actores: Aitana Sánchez-Gijón con una Nora sin visos de arrepentimiento pero mucho más madura – no solo en edad, sino también en carácter y pensamiento – de aquella que pegó el célebre portazo y abandonó hogar, marido e hijos hace quince años, y Roberto Enríquez, un Torvald con menos claroscuros que su predecesor y más reflexivo en sus argumentos, pese a lo cual se volverá a ver una vez más desbordado por los acontecimientos y por la arrolladora personalidad de su antagonista femenina.

El nuevo texto de Lucas Hnath apuesta por una selección de personajes reduciendo el elenco a cuatro actores, añadiendo como contrapunto al conflicto matrimonial y a las fuertes convicciones de Nora dos nuevos puntos de vista: los agrios reproches de la criada, una entrañable María Isabel Díaz Lago, y la indiferencia y sorprendente madurez de la hija, una sobresaliente Elena Rivera que pese a su juventud salva sus difíciles intervenciones con la facilidad de una veterana de la escena, echándose en más de un ocasión a las espaldas el peso de los diálogos. Ellas son las encargadas de aportar a esta segunda parte su planteamiento más novedoso, que es despertar la reflexión sobre qué ha cambiado en todos estos años, si es que algo ha cambiado, y sobre si las decisiones del pasado fueron más o menos acertadas.

El montaje de Andrés Lima tiene la habilidad de situar tal enfoque recurriendo a un vestuario y una apariencia escenográfica lo suficientemente intemporal como para que nuestra reflexión no se detenga en la época de los personajes originales, sino que incita al espectador a que modifique la perspectiva del paso del tiempo a su capricho, llevándola incluso, por qué no, hasta la mismísima actualidad.

 

La puesta en escena se sustenta además con un decorado sencillo, reducido a una única estancia sobria con estanterías semivacías, todo lo cual contribuye a sugerir un cierto abandono del hogar de antaño y, sobre todo, a situar el foco sobre el conflicto matrimonial, con sus reproches y sus silencios. Y todo ello reforzado con una muy acentuada perspectiva de escenario y un acertado juego de iluminaciones que crean un ambiente a ratos íntimo, a ratos tenso, en el que solo despista alguna entrada y salida de personajes por los amplios ventanales, en ausencia de puerta.

Puerta a la que precisamente se refieren siempre los protagonistas dirigiendo, cada vez que se la nombra, su mirada al público, al que ahora sí, y por una sola vez, parece que se le sugiriera hacer memoria y recordar todo aquello que en esta misma casa sucediera hace quince años. O si no, algo mejor: imaginarlo.

Dirección: Andrés Lima
Autor Lucas Hnath
Traducción Verónica Huerta
Ayudante Dirección: Laura Ortega 
Productor Ejecutivo: Nicolás Belmonte 
Escenografía y vestuario: Beatriz San Juan
Sonido: Jaume Manresa
Iluminación: Valentín Álvarez
Ayudante Iluminación: Manolo Ramírez
Producción: Andrés Belmonte
Diseño gráfico: María La Cartelera 
Diseño Web: Bazinga Studio 
Decorados: Mambo Decorados SL
Jefe Técnico: David González
Gerente: Afonso Montón 
Técnico Iluminación: Xavi Blanco
Sastra: Pura Fernández
Secretaría: Eva Sánchez

Del 25 de abril al 23 de junio Teatro Bellas Artes de Madrid

 

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