Reivindicación del «Boom»: ‘La casa de los espíritus’
GASPAR JOVER POLO.
Perseverando en el esfuerzo por llamar la atención sobre el “boom” de la narrativa hispanoamericana, hoy ligeramente olvidado por la crítica y el público, o por lo menos, fuera de los canales habituales de difusión y comercialización (ver el artículo La reivindicación del “boom” publicado el 8-2-19), quiero recomendar la lectura de La casa de los espíritus, la novela más aplaudida de la escritora chilena Isabel Allende.
Esta novela es sin duda una de las más asequibles dentro del realismo mágico y, tal vez por eso, llegó hace años a un grupo de lectores numeroso y heterogéneo. Es una lectura que puede ser un buen camino de entrada en el vanguardista mundo del “boom” porque, a la vez que utiliza algunas de las principales audacias formales e intelectuales de la narrativa en castellano, es también una lectura apta para todos los públicos. Solamente hay que tener la precaución de leer La casa de los espíritus antes de Cien años de soledad, de Gabriel García Márquez, o leerla varios años después, porque, en caso contrario, podemos notar demasiado los puntos en común entre ambas obras, lo que puede influir negativamente en la apreciación de las indudables cualidades de Allende.
Aunque la novelista chilena no pertenece por edad −es más joven− a la generación de García Márquez y de Vargas LLosa, su novela tiene mucho más que ver con el grupo de escritores del “boom” que con la narrativa posterior, con las novelas de finales del siglo XX. Comparte con la generación de Julio Cortázar los contenidos transcendentes (el tema social, político) y algunas de las innovaciones formales y estructurales que provienen del vanguardismo y que, en el arte de la narrativa, desarrollaron importantes autores europeos y norteamericanos en la primera mitad del siglo pasado.
Son cosas como los saltos cronológicos, los cambios de narrador, el estilo indirecto libre, la novela poética. Más la innovación que aporta como algo autóctono la novela hispanoamericana y que han dado en llamar “realismo mágico”. Ya en el título se anuncia ese realismo mágico que va a ser una constante a lo largo de casi todas sus páginas. Aparecen por allí el espiritismo, la telepatía, la clarividencia, la hipérbole casi permanente…; es decir, todos esos componentes paranormales que se armonizan de manera muy natural con las descripciones verosímiles (el componente realista), con las crudas escenas que también abundan y que ponen de manifiesto las críticas circunstancias que atravesaba Chile en los momentos vecinos al golpe de estado de Pinochet.
El tema es serio, existencialista incluso. La preocupación por la forma y la estructura notable. Pero, en esta obra, los componentes de la novela de vanguardia aparecen aderezados por un toque de humor que suaviza el dramatismo, además de por una constante atención por el desarrollo del argumento. No entraña dificultades insalvables para el lector acostumbrado a otro tipo de narrativa, y por eso la recomiendo como novela de introducción a la literatura del “boom”. La innovación se presenta en pequeñas dosis, el peso del argumento es mayor que en otras novelas del realismo mágico, lo que permite que el lector poco habituado a los experimentos no se sienta abrumado, que no pierda en ningún momento el interés.
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