CRÍTICA // ‘Introducción básica a la poesía’, de Francisco Torres Monreal
RICARDO MARTÍNEZ.
Poesía es equivalente a palabra cantada, a palabra sugerida, a palabra dispuesta a la belleza y al amor. Poesía es ser, por cuanto al hombre se asocia –se ha de asociar- para su completud, a la palabra, a la música; para decir, para decirse. De ahí que hombre y poesía sean un patrimonio común, o, cuando menos, así ha sido considerado desde el inicio de los tiempos.
Es curioso: al poco del inicio del libro, el autor entra directamente al tema de una manera clara: “Ante la duda sobre si el poeta nace o se hace, es mi opinión que todos nacemos con predisposiciones poéticas: el poeta nace. Decir lo contrario –continúa- equivaldría a decir que nacemos sin sentidos, sin sentimientos, sin razón, sin aspiraciones, sin sueños” Digo que resulta una declaración curiosa por cuanto parece que asemeja la condición implícita de todo hombre a una consecuencia de poesía en su vida. Es interesante –y, añado, no me parece un argumento descabellado. Potencialmente todo espíritu es susceptible de manifestar, de uno u otro modo, su sensibilidad. En tal consideración, mediante la expresión literaria u otro modo de manifestación –y pueden ser casi infinitos- el hombre transmite una forma de sensibilidad que, por extensión, es un lenguaje, una definición alegórica, metafórica, poética en el sentido más íntimo y relevante. A veces depende de la capacidad del otro para advertirlo.
El libro resulta un discurso apasionado, voluntariamente argumentado aunque fuere como intención literaria, y por ello es una compañía sugerente, didáctica, amena y reflexiva; entretenida en el sentido más positivo. Así, cuando pasa a los ejemplos, al propio verso, elige atinadamente a Guillevic, de quien cita: “no podía expresar con más tino y convicción el sentido de cuanto he pretendido exponer: Cuando escribo/ es como si las cosas,/ todas, no solo aquellas,/ de las que escribo/ vinieran hacia mí/ que parece y yo lo creo/ que es para conocerse” Expresión-exposición vital para un conocimiento que no solo afecta al lector, sino también al autor.
Por fin, no se resiste, en buena lógica y canon poético, a ese ‘dúo estético inexcusable’ como ha dicho alguien, y escribe: “poesía y música tienen en común: el tono (de cuyas variaciones surge la melodía); el timbre (correspondiente al sonido de cada instrumento -¿o palabra, pienso); el volumen o intensidad (que va del piano al fortíssimo; el ritmo (o retorno de cualquiera de los elementos; ¿tal vez el estribillo?); el tempo (desde el tempo largo al presto); la tensión; la consonancia o armonía” He aquí que en todos estos estadios literario-músico-emocionales está el discurso humano, está el interior del hombre, del autor, dando prueba y fé de sí. En todo el mosaico elaborado de estos armoniosos fragmentos está, en fin, a la postre, el hombre: gozoso y triste, enamorado o indiferente, creyente o ajeno a todo vinculo.
Y el mosaico refleja, poéticamente, el ser.
Según Alfonso Reyes (La experiencia literaria) la escritura es un accidente del lenguaje, la poesía lo refuta. Coincido que el talento es inherente a la condición humana. Stephen Jay Gould (La falsa medida del hombre) sustenta que el C.I. no es válido. Creo que la dirección está tanto en las oportunidades como en el aliento (educación e instrucción). Recordemos que antes del inicio de la filosofía y la ciencia, la expresión no cotidiana era poética. Las primeras manifestaciones filosóficas y científicas estaban versificadas. La magia y la religión son grandes deudores de la poesía. El poeta ancestral era el vehículo, por antonomasia, cultural más relevante. Poiesis como condición humana genuina. La más grande satisfacción es la comunicación del simbolo acompañada de música: poesía. La frigida posmodernidad nunca podrá arrebatarnos el don creativo en beneficio de una masificación adquisitiva.
Me apunto en escudriñar la lectura sugerida.