CÉSAR MUNDACA.

Levanté la sucia persiana celeste,

y estabas allí.

Caminando presurosa

con halo victoriano,

cobijando en tus entrañas

una prodigiosa luz que alumbraba

tu incierto porvenir.

El tiempo, formidable jugador de dominó,

lanzó sus mejores fichas

y entre nosotros,

germinó la picardía,

germinó la algarabía,

germinó la bonhomía,

que continuamos cultivando

con fervor y con tesón.