‘Maniobras de evasión’, de Pedro Mairal

Maniobras de evasión

Pedro Mairal

Libros del Asteroide

Barcelona, 2019

250 páginas

 

Por Ricardo Martínez Llorca / @rimllorca

Los ejes en que se mueve la literatura de corte un tanto confesional, y estas Maniobras de evasión forman parte de ella, son el sueño y lo cotidiano. En definitiva, las dos formas de vivir que padecemos y, en ocasiones, disfrutamos. Disfrutamos de un sueño bonito, una idea brillante, un momento de poesía que nos hace creer que el bienestar puede ser perenne. Y también de esos mejores tiempos en que nos reímos de todo con los mejores amigos. Pedro Mairal (Buenos Aires, 1970) se mueve en esas aguas con una facilidad que no da pie a pensar que miente. Y si la sinceridad se impone, se impone la literatura. Se trata de piezas cortas, que en buena medida responden a los años que le toca vivir: la gente confía más en una buena impresión que en un relato largo, donde la atención irá y vendrá a su antojo, pendiente de las presiones que nos muerden los tobillos y de las tentaciones hedonistas, a las que hemos ido reduciendo nuestras cuotas de felicidad.

Mairal entiende que en estos textos debe poner en marcha algo que, con atrevimiento, llamaremos la aventura de escribir. Aventura porque el autor debe confiar en el lector, un lector al que no conoce, pero que va a conocerle mejor a él. En eso consiste el oficio de escribir, o al menos esa es la conclusión a la que vamos llegando a medida que avanzamos en esta lectura. El autor busca, sí, busca muchas cosas, busca, sobre todo, entre las cosas sobre las que no tenía una idea previa o no estaba seguro de haberla cuajado. El autor busca una identidad, la suya, una identidad que puede terminar maldiciendo, porque al final a lo que tememos es a la parte que no conocemos de nosotros mismos. Pero, en este caso, la búsqueda es un ejercicio de estilo brillante. La extrañeza de estar en el mundo la va solucionando con su talento literario, con una solución en la que mezcla crónica y poesía. En ese sentido, a quien más se asemeja tal vez sea a Manuel Vicent, pero en la distancia que separa la crónica de la poesía Mairal se ubica en un lugar diferente al del autor levantino: más pegado a lo conocido, menos entregado a la estética, pero igualmente comprometido con la resolución de aportar un poco de sentido al planeta. O al menos del sentido deseado.

La novela de la vida, que aquí traza de forma directa, es azarosa, fascinante y absurda. En cierto modo, el mundo al que Mairal asiste es manierista, sin necesidad de que él mismo se entregue al manierismo para retratarlo. El mundo se desfigura, se hace irreconocible, se vence hacia lo inexplicable. Es un autobús al que se sube Mairal de vez en cuando y del que de vez en cuando conviene bajarse. Por eso hay temporadas en las que no escribe. Pero cuando lo hace, ha convertido en arte el mero hecho de subirse y bajarse del autobús, incluido cuando, sin pudor, se remite al sexo y al mismísimo pudor, un tema que nos rodea, pegado a la piel, y del que conviene librarse de vez en cuando o a perpetuidad.

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