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«María Teresa y el león» o el triunfo de la memoria inmortal

Por Horacio Otheguy Riveira

Un cuerpo vencido aloja un mundo construido a lo largo de una vida donde los conflictos se amasaban con la esperanza, el odio al fascismo con el amor por la revolución que confiaba en la potencia de la cultura para unir a los pueblos. Una mujer ha caído, su mente no responde, toda ella se fue desmoronando, pero si así acabó María Teresa León (Logroño, 1903-Madrid, 1988), Susana Hornos se propuso resucitarla, su texto llega a manos de Carolina Román, y entre ambas han forjado este espectáculo de gran interés histórico y profunda belleza audiovisual.

La producción es muy ambiciosa en todos los aspectos, pues sobre un escenario fabuloso inventado por Alessio Meloni se desarrolla una función para una sola actriz que recrea en sólo una hora un tiempo de muchas mujeres a la sombra de hombres vigorosos como Rafael Alberti. Un tiempo de penurias en el que de país en país, fueron dejando su estela de fascinación, lucha y esperanza.

María Teresa y el León es reconstrucción de memoria, no una pura exaltación bondadosa, hagiografía complaciente, pues el espectáculo se embarca en una búsqueda angustiosa y alegre, amarga y dulcísima, jugando con los contrastes en una dimensión poética reflejada en todas las luces y sombras de su recorrido: la iluminación de Manuel Fuster resulta clave para que el tobogán con infinitas portezuelas creado por Alessio Meloni cobre vida en las variadas expresiones corporales de la actriz, que pasa de la anciana doblegada a la briosa juventud, de la desesperación al recuerdo cautivador del hombre que la amó… y también la tornó invisible como la propia historia narrada por hombres. Hombres a los que ella recuerda con mucho cariño sentados en el modesto salón de una de sus modestas viviendas: Miguel de Unamuno, Federico García Lorca, León Felipe, Luis Buñuel, Pablo Picasso… Y componiendo atmósfera sublime la música minimalista de Alejandro Pelayo, y la ropa, todo en blanco impoluto de hospital, pero de la reclusión, la libertad fogosa, explosiva, de un faralaes enorme, también blanco, sin la explosiva festividad de su colorido habitual (también creación de Alessio Meloni).

En todo ello brilla Susana Hornos que, como María Teresa, nació en España pero vivió mucho tiempo en Argentina, navega con una sensibilidad muy especial por el a veces inclemente destino de los emigrantes. Y por todas partes el mágico espíritu de la propia lengua integrada en otra cultura que se forjó en gran medida junto al padecer y la creatividad de los creadores españoles. Cuanto hace y dice Susana, adquiere la grandeza de las biografías plenamente integradas a la propia vida del intérprete. Por ello también resulta encomiable la conjunción de tantos elementos creativos dirigidos por Carolina Román con delicada vocación poética, actriz, dramaturga y directora de espectáculos memorables como, por ejemplo, Adentro y Juguetes rotos.

«La primera vez que leí Memoria de la melancolía de María Teresa León caí rendida ante una prosa escrita con las entrañas y el detalle de quien urge recomponer, comprender y transmitir sus memorias, ella ya sabía que no eran las suyas propias porque María Teresa puso a nuestros pies la historia de un país contado desde la mujer, la madre, la exiliada, la directora, la autora, la apasionada. Urgía sí, ella ya intuía que la enfermedad que su madre y abuela sufrieron la estaba acechando también a ella: Alzheimer.  Así fue, tras 40 años de exilio, cuando regreso a Madrid apenas supo que por fin estaba de vuelta en España.

Saber eso fue mi punto de partida para escribir María Teresa y el león. Alguien que tanto hizo por la memoria colectiva tenía que arañar la suya propia. Hoy, donde son tantos los que enarbolan la palabra patria rodeados de banderas, no de gestos sinceros, de himnos, no de solidaridad, querría que pudieran conocer más de cerca la verdadera patria, aquella que surge del tuétano y el amor. Esta obra es mi homenaje a todas aquellas mujeres que la historia silenció y que tanto hicieron por darnos una voz. A todos aquellos que viven entre las nieblas de una enfermedad que aleja aquello que tan poco apreciamos como país, nuestra memoria». Susana Hornos.

Rafael Alberti y María Teresa León.
Carolina Román y Susana Hornos.

Dramaturgia e interpretación Susana Hornos

Dirección Carolina Román

Ayudante de dirección Iolanda Rubio

Escenografía y vestuario Alessio Meloni

Iluminación Manuel Fuster

Música original Alejandro Pelayo

Espacio sonoro Carolina Román

Fotografía Javier Mantrana

Producción ejecutiva Eva Font Marco

Comunicación y Prensa Transversal Comunicación

SALA MIRADOR. Del 15 de marzo al 5 de mayo 2019

 

 

 

 

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