Bárbara Rey, galardonada con un Yago de honor: “Han sido muchos años y aún sigo en activo”
Por Álex Ander.
Bárbara Rey es patrimonio nacional. La de Totana lleva varias décadas regalando a sus compatriotas belleza y talento —y, por qué no decirlo también, haciendo las delicias de una legión de pajilleros que beben los vientos por ella—. Quizás por eso, nadie se extrañó al escuchar que este año la artista recibiría el Yago de Honor, un galardón que premia su carrera. Una carrera donde cabe (casi) todo. Concursos de belleza, espectáculos teatrales, canciones, películas, televisión, circo y escándalo.
Una pletórica Rey recibió el premio (en compañía de su hija Sofía y) de manos de su compañero y amigo Juan Carlos Naya, que señaló de su compañera que “a veces, sus apariciones en ‘el corazón’ han solapado la gran actriz que ha sido”.
No miente Naya. Siendo una chavala, María García a.k.a Bárbara Rey aprovechó su atractivo físico —alta, estrecha de caderas y con un look algo andrógino— para abrirse camino en el mundo de los concursos de belleza. Y no le fue nada mal. Se convirtió en Maja de Murcia en 1968 y, tan solo dos años después, fue elegida segunda dama de honor en el certamen de Miss España. Esa edición del concurso fue ganada por la gaditana Fina Román, que dijo que se presentó porque el dinero del premio le venía bien para su boda y que acabó renunciando a la corona —algo que le vino bastante bien a la vedette, que terminaría colándose entre las quince finalistas de Miss Mundo—.
Pero aquella experiencia le abrió a Rey las puertas del teatro —participó en varios espectáculos teatrales—, la televisión —donde acabó presentando un exitoso programa de variedades llamado Palmarés, gracias al cual grabó algún que otro disco— y, sobre todo, del cine —rodó 43 películas hasta principios de los ochenta—.
“Agradezco enormemente que hayan pensado en mí para reconocer todo lo que he hecho profesionalmente. Han sido muchos años y sigo en activo. Yo tengo compañeros que creo que se lo merecen y espero que, poco a poco, la organización de los Premios Yago vaya acordándose de todos”, confesó la murciana sobre el escenario de la madrileña sala El Sol, donde se celebró este año la V edición de los gamberros premios Yago —dirigidos por el actor y periodista Santiago Alverú y creados para reparar los olvidos e injusticias de los Goya—.
La reina del destape, que protagonizó varias portadas de Interviú en esa época, se convirtió en una de las musas de Mariano Ozores y apareció en cintas tan míticas como la comedia negra La escopeta nacional (1978). Pero, por encima de eso, puede presumir de haber participado en Me siento extraña (1977), una cinta dirigida por Enrique Martí Maqueda y pionera en retratar el amor lésbico, donde la murciana interpretaba a la amante de Rocío Dúrcal, una mujer desengañada de su esposo. “Sé que [rodarla] fue un atrevimiento, pero lo hice encantada y no me he arrepentido nunca”, dice de esa experiencia.
En esas estaba la actriz cuando se enamoró de Ángel Cristo, un domador de animales y empresario con el que se casaría en 1980, en un circo instalado en la plaza de toros de Valencia y decorado con un enorme crucifijo y guirnaldas de claveles blancos.
El último mito erótico español de los setenta decidió entonces abandonar su carrera artística y se pasó los siguientes ocho años —los mismos que duró su malogrado matrimonio con el padre de sus dos hijos— domando elefantes en el circo. La ruptura le valió para regresar al teatro y la televisión, donde en los noventa trabajó (y triunfó, a ratos) como presentadora y artista en revistas musicales producidas por José Luis Moreno para TVE.
Eso sí, la economía no le iba tan bien y sería una bomba informativa la que, en mayo de 1997, la haría resucitar como estrella mediática —después de que denunciase a la policía el robo en su domicilio de carrete de fotos, cintas de vídeo y material gráfico comprometedor para una ‘persona muy importante’ del país—. Y la que le permitiría ganarse bien la vida durante los siguientes años —con una sensación morbosa de ambigüedad en torno a su supuesta relación con el rey emérito—.
Ahora, tan guapa como siempre y convertida en abuela —en noviembre de 2017 contó en sus redes sociales que su hijo Ángel se había convertido en padre de una niña—, vive bastante tranquila, a caballo entre Totana y Madrid.
Rey, de sesenta y nueve años, reconoce estar encantada con su faceta de abuela: “Soy una abuela moderna, igual que lo he sido como madre. Loca por mi nieta, que es lo más bonito del mundo. Es igualita que mi hijo. Tengo años para tener muchos nietos, pero no se han decidido mis hijos tampoco. Tampoco tenía una obsesión, pero cuando me dieron la noticia de que iba a ser abuela, me llené de alegría y felicidad”.
Asimismo, la actriz adelantó que en breve volverá a ponerse el mono de trabajo. Será en el cortometraje Las cosas absurdas que pensamos y no decimos, dirigido por el bullense José Antonio Valera y donde compartirá cartel con actores como Javier Mula o María Ortiz. En este trabajo, la murciana dará vida a la dueña algo explotadora de una cafetería: “Vamos a empezar a rodar el día 25 y espero que, dentro de poco, vuelva a algo de cine o teatro, que es una de las cosas que más me gustan”.
Una buena excusa para volver a estar en el candelabro cinematográfico. “He estado mucho tiempo en Totana, porque he tenido a mi hermano muy enfermo y también tuve una medio relación. Pero mi hermano está fenomenal y la relación c est fini, que es lo mejor que me podía haber pasado. Quiero estar más tiempo en Madrid, cerca de mis hijos y, sobre todo, también del trabajo”, apostilla.
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