«La mujer que siempre estuvo allí»: dos mujeres y un secuestro en ingenioso cóctel teatral
Por Horacio Otheguy Riveira
Ya desde el título hay síntesis prometedora con explícito homenaje a los hermanos Coen y su película El hombre que nunca estuvo allí. No más empezar la acción vemos carteles de algunos clásicos de Tarantino, también llaman la atención libros desordenados en el suelo, así como varios dvd, clásicos de serie noir. No se trata de influencias, ni de piruetas memorísticas ni mucho menos flashes pedantes, como tantas veces cuando los autores se regocijan en sus conocimientos. En La mujer que siempre estuvo allí, escrita y dirigida por Dolores Garayalde, sombras literarias y cinematográficas sobrevuelan una comedia policiaca que es en realidad un drama muy personal transitado con sentido del humor. Un cóctel delicioso con sabores nuevos, muy femeninos, con capacidad de ingenios varios. Tanto es así que poco puede contarse para no desvelar su dosis de suspense con epílogo aleccionador.
La suma de ambiciones está muy bien integrada en un juego escénico muy atractivo con dos actrices notables: Vicky Peinado en el papel de una secuestrada ambivalente. Su texto cuenta con toques literarios que irrumpen en la acción con absoluta fluidez, en gran medida porque la actriz respira las transiciones con una técnica sumamente cuidada, gracias a la cual sus tonos de voz adquieren una musicalidad siempre medida, momento a momento más interesante, permitiendo la creación de un personaje con varios rostros, imbuida de contradicciones como toda buena criatura teatral. Quien se ocupa de echarle cubos de agua y zarandearla emocional e intelectualmente es Patricia Domínguez, que sale airosa del difícil papel de dominante, obligada a mantener hasta el final el mismo papel, empujando las situaciones con énfasis hacia el objetivo prefijado.
Una obra atípica cuyo carácter femenino tiene una importancia fundamental, haciéndonos partícipes del devenir tragicómico de una dependencia amorosa y muchos otros aspectos en las relaciones sentimentales. Tiene especial interés la manera ágil y divertida de las referencias a novelas y películas, con disfrute para todos. Quienes no conocen los datos que se barajan entran creyendo que son buenas ocurrencias dentro de un sostenido crecimiento dramático. Quienes sí están al tanto, adictos al género negro, se encuentran ante un placer añadido.
La función comienza así:
Un recorte ilumina un rostro de mujer. La mujer cuya historia vamos a conocer. Una historia que es la suya, pero que podría ser la de cualquiera en algún momento de su vida. Una mujer que, a partir de ahora, será LA MUJER SIN NOMBRE.
(A público) Nunca olvidaré esa noche. Estaba bien jodida. Acostarme llorando se había convertido en una costumbre en los últimos tiempos. Me había transformado en una absurda máquina de escanciar agua salina. Llorar no era lo peor, lo realmente malo era llorar cuando se suponía que tenía que ser la persona más feliz del universo conocido porque estaba a punto de comenzar una nueva y maravillosa vida. Me metí en la cama y esperé a los monstruos que llevaba dentro, que me visitaban cada madrugada con la puntualidad de un reloj suizo… y me tenían en vela hasta el amanecer. Esos monstruos a los que llamaba así, monstruos, para no tener que reconocerme a mí misma que, en realidad, el monstruo era yo. Pero esa noche caí dormida como si me hubieran dejado K.O. de un martillazo. Poco podía imaginar que al despertar me esperaban otros monstruos, monstruos que por primera vez en mucho tiempo, no eran yo.
La luz cambia y descubrimos por fin todo el espacio. Un sótano oscuro saturado de objetos inconexos; cajas, libros, dvds, ropa, papeles, posters en las paredes, una escalera de pintor, un reloj con insistente tic tac… En el centro, LA MUJER SIN NOMBRE, atada a una silla, dormida o inconsciente. A su lado una mujer la mira
impaciente, esperando a que se despierte, impaciente. Más tarde descubriremos que esa
mujer es MARLOWE. Le da unos golpecitos en la cara, sin ningún resultado.
La luz cambia y descubrimos por fin todo el espacio. Un sótano oscuro saturado de objetos inconexos; cajas, libros, dvds, ropa, papeles, posters en las paredes, una escalera de pintor, un reloj con insistente tic tac… En el centro, LA MUJER SIN NOMBRE, atada a una silla, dormida o inconsciente. A su lado una mujer la mira
impaciente, esperando a que se despierte, impaciente. Más tarde descubriremos que esa mujer es MARLOWE. Le da unos golpecitos en la cara, sin ningún resultado.
MARLOWE
¡¡Eh, eh!! ¡¡Despierta!! (Ya zarandeándola) Vamos, querida, no tenemos mucho tiempo.
En sólo 60 minutos de duración hay tiempo más que suficiente para desarrollar varias líneas de conceptos morales y psicológicos, pero además de la ya mencionada relación con libros y filmes, hay un lugar destacado para la música. Para cierta música, determinadas canciones, sobre todo el Master of Puppets de Metallica, coreado por algunos espectadores ciertamente emocionados.
A las puertas de un crimen que podría tener continuidad o interrumpirse para siempre… La mujer que siempre estuvo allí resulta una grata sorpresa que navega con ingredientes habituales en personajes masculinos, por eso la feminidad de la representación ofrece muchas vertientes, todas dignas de interés.
(…) LA MUJER SIN NOMBRE
¿Que comprenda qué?
MARLOWE
Lo que te está pasando.
LA MUJER SIN NOMBRE
¿Te refieres a que una tarada, que se ha creído que está en una peli de Tarantino, me tiene metida en un puto cuarto oscuro? Algo había notado, gracias.
MARLOWE
Umm, sarcasmo. Esa es mi chica. Bien. Empecemos con algo fácil. ¿Qué es lo último que recuerdas?
LA MUJER SIN NOMBRE
¿Lo último que recuerdo de qué?
MARLOWE
Del evangelio según san Lucas, no te jode. Lo último que recuerdas antes de despertarte en un puto cuarto oscuro con una tarada salida de una peli de Tarantino.
LA MUJER SIN NOMBRE
Estaba durmiendo en casa.
TEATROS LUCHANA. VIERNES A LAS 19,30 HORAS.