Retórica griega: el mágico poder de la palabra (I)
por Kika Sureda
(En agradecimiento a D. Pedro Rafael Díaz y a las maravillosas clases de Retórica y Poética Clásicas para dos alumnas, de las que tanto aprendí y disfruté)
En el sistema pedagógico-educativo de los atenienses imperante hasta el siglo V a.C. ocupaban un lugar privilegiado el aprendizaje y dominio de la música y de los ejercicios gimnásticos. Tras la célebre victoria de los griegos sobre los persas en las Guerras Médicas se imponen unas nuevas necesidades política y sociales en la vida de la πόλις. De ahí que fuera necesario ahora hacer frente a las exigencias de un conocimiento centrado en las conveniencias de la vida práctica diaria. Así que, en consonancia con la nueva situación creada, se origina una ampliación en los programas e ideales educativos, pues, para triunfar por aquel entonces en la vida pública, había que manejar eficazmente los recursos de la palabra. En efecto, en un sistema político como el ateniense que se cimentaba sobre el concepto de ισηγορία, es decir, igualdad de todos los ciudadanos a hacer uso de la palabra para expresar sus opiniones sobre el gobierno del Estado, la propia fuerza de las circunstancias hacía inevitable estar en posesión de los medios adecuados para convencer al adversario de la propia postura. Es, pues, en ese contexto donde surge el arte que enseña a construir un discurso, o sea, la Retórica.
La Retórica en cuanto arte que nos ayuda a elaborar discursos, previa observancia de una minuciosa preceptiva, no nace en Atenas. Su origen hay que buscarlo en Sicilia, concretamente en Siracusa tras la caída del tirano Trasibulo (446 a.C.) y subsiguiente implantación del régimen democrático.
Esto no significa que hasta entonces no se hubiera cultivado el arte de la palabra. Es sabido que ya en los poemas homéricos el arte de la palabra constituye uno de los dos ideales de formación del individuo; célebre es el episodio de la Ilíada en que el anciano Fénix trata de hacer del joven e impetuoso Aquiles «decidor de palabras y autor de hazañas»; hasta se presentan, por parte de la crítica literaria posterior, los discursos de Menelao, Ulises y Néstor como representantes y modelos ejemplificadores de cada uno de los tres genera dicenci. A los poemas homéricos podemos agregar los discursos que aparecen en los «Trabajos y los Días» de Hesíodo, en las «Euménides» de Esquilo y en ciertos pasajes de las «Historias» de Herodoto y Tucídides. Todos estos discursos manifiestan, ciertamente, rudimentos de una mínima técnica retórica; ahora bien, se trata exclusivamente de muestras de praxis oratoria, lo cual no es exactamente lo mismo que Retórica en su acepción más puramente teórico-metodológica.
El nacimiento de la Retórica se adscribe a los territorios de la Magna Grecia. Quintiliano nos informa de que el primer autor que compuso un Ars fue Empédocles. Esta noticia, sin embargo, no la encontramos ni testimoniada ni contrastada en ningún otro autor; si fuera realmente cierta, arrojaría fructíferas consecuencias, ya que supondría la relación de la Retórica con la Filosofía ya desde los orígenes más remotos. A este respecto, hay que recordar aquí que las relaciones de acercamiento y/o distanciamiento que mantuvieron a lo largo de los siglos de Retórica y la Filosofía fue uno de los caballos de batalla más habituales en los tratadistas posteriores.