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La versión teatral de Bailar en la oscuridad llega a Madrid de la mano de Fernando Soto

Por Ana Riera

 Fruto del empeño personal del director Fernando Soto y del actor Fran Calvo, llega por primera vez a España una adaptación teatral del referente cinematográfico de Lars Von Trier Dancer in the dark. Tal y como apunta el propio Soto, su versión teatral no pretende ser una simple réplica de la película, si no “llevar a escena los contenidos de los que trata (…), aportar una visión diferente, jugar con los lenguajes que nos permite el teatro”. La obra puede verse hasta el 31 de marzo en la Sala Guirau del Teatro Fernán Gómez.

Selma, madre soltera e inmigrante, trabaja duro en una fábrica de un pueblo de los Estados Unidos con el fin de ahorrar lo suficiente para poder operar de la vista a su hijo Gene, que sufre la misma enfermedad degenerativa que ella. Su día a día, no obstante, cada vez resulta más complicado ya que en su caso la enfermedad está muy avanzada y apenas puede ver. Para poder evadirse de ese mundo gris y hostil, Selma fantasea con los números de baile de sus musicales favoritos.

A pesar de que el film original se estrenó en el 2000, su contenido sigue estando igual de vigente, o incluso más. Trata temas duros y polémicos. Por ejemplo, la obsesión por lo material propia de una sociedad capitalista, que encarnan el matrimonio formado por Bill y Linda (José Luis Torrijo e Imma Nieto, respectivamente); o la inmigración y las limitaciones e injusticias que la rodean, como en el caso de Selma (Marta Aledo), madre inmigrante y soltera que solo puede aspirar a un trabajo en una fábrica y a malvivir sin apenas tiempo para sí misma; o la pena de muerte, que todavía hoy sigue existiendo en muchos lugares del planeta y que aquí resulta especialmente dramática porque la acusada no ha cometido el crimen del que se la acusa. Pero también nos habla del amor sin condiciones, como el de Selma por su hijo Gene (Álvaro de Juana); o de la lealtad que lleva a no traicionar la confianza de un amigo ni siquiera en las circunstancias más adversas o a respetar sus deseos más íntimos, como hace Kathy, su mejor amiga (Luz Valdenebro); o el de la piedad, como cuando Selma cumple el último deseo de su amigo Bill, que le increpa desesperado porque se sabe incapaz de afrontar el deshonor y la vergüenza.

Así pues, la obra resulta cruda y dura, efectos que Javier Ruiz de Alegría se encarga de potenciar con su escenografía desnuda y su propuesta de iluminación, y que Tomás Virgós intensifica con la música creada especialmente para este espectáculo. Pero a la vez es también un canto a la vida lleno de esperanza. La protagonista tiene una existencia dura y muy limitada. Pero lejos de dejarse vencer, decide buscarse una válvula de escape en el mundo de los musicales de Hollywood. Por eso, cuando las cosas se ponen especialmente feas, imagina números de baile llenos de luz, alegría y color, arrastrándonos a su mundo onírico. Necesita soñar que otro mundo más bello, más justo y más feliz es posible. Aunque solo sea durante unos instantes. Porque eso es lo que le permite seguir adelante y no traicionar su naturaleza bondadosa y leal.

Está claro que Fernando Soto quiere sacudir al espectador, obligarle a pensar y a reflexionar sin paños calientes. Probablemente porque desea que todos juntos aprendamos a bailar en la oscuridad.

TEATRO FERNÁN GÓMEZ. Del 1 al 31 de marzo 2019

 

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