«Novecento» con Miguel Rellán, teatro en estado puro
Por Ana Riera
Tras su éxito hace unos años en el Teatro Español, y varias reposiciones en otras salas, vuelve “Novecento”, un monólogo teatral escrito por el italiano Alessando Baricco, en versión y dirección de Raúl Fuertes, protagonizado por Miguel Rellán.
Nos narra la historia de un niño que, tras ser abandonado en un transatlántico, se convierte en el mejor pianista de todos los tiempos. Un ser casi mágico que, a pesar de no abandonar nunca el entorno seguro del barco, es capaz de llegar al corazón de aquellos que le escuchan. Un verdadero canto a la vida al que el incombustible Rellán transmite toda su vitalidad y optimismo. Su brillante interpretación fue galardonada con el Premio Unión de Actores y Actrices, como Mejor Actor Protagonista en la categoría de Teatro en 2015. También le valió una merecidísima nominación a los premios Max.
Una buena historia y un actor que sabe contarla. Así podría resumir la experiencia que tuve la suerte de vivir viendo Novecento.
Llego con tiempo justo, así que ocupo mi localidad sin prisas. El telón está abierto de par en par mostrando sin tapujos un escenario completamente vacío. Unos pocos focos fijos crean un juego de claroscuros sobre las tablas de madera gastadas por mil pisadas. Llega la hora y sin más preámbulos aparece por una esquina Miguel Rellán como quien entra en un bar donde ha quedado con los amigos para jugar al mus, con la chaqueta abierta, como puesta con prisas, y la corbata ligeramente ladeada. Avanza despacio hasta alcanzar el centro. Y entonces duda. Como si no acabara de encontrar las palabras para contarnos la hermosa historia que ha dado sentido a su vida. Por suerte da con ellas.
Y de repente ya no estoy en mi butaca de terciopelo color vino. Viajo en un barco, el Virginia, que a principios del siglo XX tiende un puente entre Europa y América. A partir de unas primeras pinceladas empiezo a descubrir la insólita historia de Novecento y de su mano me paseo por el salón de primera clase al son de compases de jazz. Pero en seguida descubro que no es ahí donde se produce la magia, que para eso tengo que aventurarme a descender hasta las tripas de la nave, donde se refugian los menos privilegiados. Me quedo embelesada escuchando unas notas que jamás antes he oído y seguramente no vuelva a escuchar jamás.
Las cosas, sin embargo, se complican. La vida casi nunca es sencilla. Para alguien que ha vivido siempre en un mundo finito, abarcable, el infinito resulta demasiado grande. A medida que avanza el relato, la existencia del Virginia y de Novecento quedan entrelazadas a tal punto que ya no tienen sentido la una sin la otra. El protagonista lo descubre un buen día en un puerto marítimo, mientras observa la ciudad que se extiende a sus pies desde la escalera que lleva a tierra firme.
Cuando el relato llega a su fin, noto sin esfuerzo la dureza de la caja sobre la que estoy sentada y el calor que emana de la pólvora que tengo debajo. A mí, al igual que al narrador, me cuesta despedirme de Novecento, levantarme y dejarle atrás afrontando su destino. Pero sé que él ya ha elegido y no hay vuelta atrás. Cuando por fin cesan las palabras, perdida en la oscuridad que inunda la sala, temo oír en cualquier momento la terrible explosión. En vez de eso llegan hasta mí los aplausos entregados y algunos “bravos”. Todavía algo desorientada me uno a ellos porque están más que justificados.
Por fin salgo a la calle donde me recibe una agradable noche primaveral. Pienso en lo hermoso que es dejarse atrapar por una historia y en lo difícil que puede resultar. Claro que Miguel Rellán es un contador de historias de primera, capaz de apropiarse de la narración y de tu alma.
Lo dicho, teatro en estado puro. (Tras presentarse en varias salas, vuelve a Madrid de marzo a mayo 2019, todos los miércoles en la SALA OFF LATINA).