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Las estridentes sentencias de un noble de mentirijillas en «El conde de Torrefiel. Guerrilla»

Por Horacio Otheguy Riveira

Ficción y realidad. Distopía cercana, a solo tres años. Como fondo, otra obra mucho más interesante, literaria, que se vende en el propio teatro, «Mierda Bonita», definición precisa de las peculiaridades estético-comerciales del siglo XXI. Con ese mismo fondo, Pablo Gisbert sigue escribiendo como si se tratara de un interminable ensayo que no necesita actores, sólo gente de la calle sentada o bailando para expresar su visión más o menos apocalíptica del hoy y del mañana, pero con muchísimo ruido (no es metáfora: obsequian tapones para los oídos antes de ocupar las butacas) y enorme cantidad de lugares comunes sin relieve formal pero con apariencia de diferente y corrosivo. Sólo para adictos acérrimos a la experimentación marginal per se.

Una tortura de pago, con entradas abonadas en taquilla, que pretende ser crítica ante el sistema. Un teatro en el que se abusa del discurso escrito —sus muchas palabras se leen en pantalla como ante un libro— al servicio de un batiburrillo presuntamente crítico, uniendo datos históricos —como los 114000 desaparecidos del franquismo, junto a minucias sin interés, típicas del pensamiento único con lo de «todos son iguales, matan por igual»— y manteniendo en todo momento una distopía en 2023, cuando el neoimperialismo surgirá de la unión de Rusia, China, India y Corea del Norte, provocadores de una guerra «honesta» basada en intereses económicos sin excusas ideológicas ni religiosas, como si fuera posible que los nuevos verdugos se asentaran en las autodestructivas guerras civiles de muchos países diciéndoles, «honestamente», quítate del medio que te venimos a robar lo poco o mucho que te queda.

Mientras se leen curiosidades varias o vulgaridades muy manoseadas, los espectadores somos torturados por ruidos ensordecedores (ojo al pairo: en un mundo donde todo es altisonancia, llega la toma de conciencia con más ruido todavía) e imágenes de tres tipos: ciudadanos sentados en sillas frente al público; siete mujeres haciendo una clase de taichí con toques de yoga, y los mismos jóvenes pacientemente sentados del comienzo, dándonos la espalda en una discoteca moviendo el esqueleto a todo dar durante más de media hora bajo cambio elegante de luces.

Un antiteatro indignante por su abuso de conceptos banales y ridículos que no resisten un análisis crítico. En un momento determinado el autor del texto se congratula de gozar del aburrimiento, «lo único que este sistema de compraventa incesante no desea, porque el aburrimiento no vende». De momento, esta función le rinde tributo y pleitesía como a un dios de lo más codicioso.

En definitiva El Conde de Torrefiel. Guerrilla es un show para acérrimos adictos a la experimentación teatral o de cualquier tipo.

Estreno en la Comunidad de Madrid
País: España
Idioma: español
Género: teatro / performance

Idea y concepto: El Conde de Torrefiel
Puesta en escena y dramaturgia: Tanya Beyeler & Pablo Gisbert
Asistente a la dirección: Nicolas Chevallier
Texto: Pablo Gisbert, en colaboración con los performers locales
Iluminación: Ana Rovira
Escenografía: Blanca Añón
Coproducción: Kunstenfestivaldesarts, steirischer herbst festival (Graz), Noorderzon Performing Arts Festival (Groningen)

Con el apoyo de Graner, Centre de creació (Barcelona), ICEC – Generalitat de Catalunya, Ministerio de Cultura y Deporte – INAEM, Institut Ramon Llull

Este proyecto es una coproducción de la red NXTSTP, con el apoyo del Programa cultural de la Unión Europea

Distribución: info@elcondedetorrefiel.com

TEATROS DEL CANAL. SALA VERDE. Del 28 febrero al 2 de marzo 2019

2 thoughts on “Las estridentes sentencias de un noble de mentirijillas en «El conde de Torrefiel. Guerrilla»

  • Que tonto lo que dices.. que adjetivos… que razonamiento mas planito. Que poco dominio de los terminos escenicos…. «antiteatro», por ejemplo. Y sobretodo, el escudarse en que a quien le guste esta obra es porque es un seguidor acerrimo, es eso, escudarse… cuando uno critica lo minimo que uno puede hacer es no protegerse por una etica minima… esta bien quedi divergas de obra en forma y fondo, no pasa nada. Pero si uno escribe que lo haga desde la refelexion abierta, compartidartida, no desde un atril de opiniones cerradas. Sigue asi Horacio…. Vas con los tiempos.

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    • Estoy de acuerdo en que sobra lo de «acérrimos». Muchas gracias por hacérmelo saber y por comentar mi opinión, aportada desde un atril con puertas abiertas.

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