‘Fluye el Sena’, de Fred Vargas
RICARDO MARTÍNEZ.
Los fenómenos literarios que irradian con la fuerza de (casi obligados) best seller se convierten para el lector atento, tanto en objetos de curiosidad como en objetos de sospecha. Quiere en ello decirse que no caben, no, de pronto, excelencias obvias inmediatas en un tema literario (menos en la novela negra, con tan digna historia detrás) ni, por extensión, autores presentados como si fuesen unos ‘clásicos de nacimiento’ Otra cosa es que el comercio editorial haya de invertir en una novedad –mejor si es femenina, al parecer- para mostrársenos como reflejo de una verdad social, de una acaso audacia expresiva como testimonio de un tiempo determinado.
Particularmente a mí me ha parecido observar, sí, un ritmo muy dinámico en la narración de estos relatos, pero, a la vez, de escasa altura literaria, de riqueza expresiva cuestionable. Hay, por el contrario, ese ritmo imparable que exige un lenguaje muy a ras de calle, tan intenso como perecedero: “Ése caminaba mucho, sonreía a menudo, hablaba de buena gana, pero no parecía llevar mucho dinero en el bolsillo” Este fragmento, como tantos otros del libro, refleja más, desde luego, un dinamismo cinematográfico que no un discurso medido, elaborado, donde la acción o lo descriptivo no tiene por qué estar ausente (En ocasiones, al leer estos textos tan dinámicos y un si es no es ansiosos, me pregunto cómo lo escribiría, para expresar la misma idea, un autor como Thomas Mann, o Castarescu, por ejemplo)
Alguien dirá, y eso es cierto, que cada voz nueva es una forma de decir distinta, una forma de comunicación renovadora, pero, hablando de literatura, alguien ha llegado a decir que el discurso implicador y de gusto ha de ser como la tortilla: o lleva huevo o no lo lleva. Y si no lo lleva ‘como ingrediente’, se parecerá a tortilla, pero será otra cosa de lo entendido como tal.
No quisiera dar la impresión de denostar sin más un ejercicio literario que tiene agilidad, cierta capacidad de sugerencia, un leve tic de ingenio que recuerda al sentido del humor, pero, en lo esencial del nudo dramático, la resolución de la casuística –sobre todo en títulos como ‘Salud y libertad’ y ‘Cinco francos por unidad’- la conclusión repentina y fugaz respecto de toda la trama montada hasta ese momento en torno al ‘problema’ viene cogida tan por los pelos, es tan electrica como difícil de sostener en una situación normal. Ni Vasco ni ‘Pi’ tendrían, considero, motivos hondos suficientes para convertirse, de pronto, en colaboradores obedientes de la policía. No, se advierte aquí un ejercicio literario que sería como subir los peldaños bailando, trastabillando a la vez; algo así, al decir de algún crítico, como una cierta forma epiléptica de narrar, de establecer la lógica, material y humana, de los casos, que no está asentada. Un texto, pues, entretenido, pero anecdótico, circunstancial; tal vez el hecho de que hayan aparecido como colaboraciones en revistas suponga una justificación de un apriorismo excesivo, sin elaboración suficiente.
Señalaría, como una convención bienintencionada, los guiños que se hacen, más o menos indirectos, a la figura de Maigret (ironía, observación del agua –río o lluvia-, una cierta propensión a la comprensión en favor del desheredado) pero ahí queda todo. Repito, demasiada repentización, una casuística traída de una manera narrativa nerviosa.
Una escritura virtual en sentido técnico; diríase, de ordenador: apresurada, no mesurada, de quita y pon con su aquel trivial y, desde luego, un lenguaje perversamente directo por desnudo, para causar exageración, exceso de llamada: “Te lo aseguro, cara de cabrón. Es pálido, con el pelo muy fino y muy negro, y unos dientes que no se ven. Viste bastante bien, pero el corte no es inglés”. Ay, si doña Agatha hubiera de esgrimir su pluma en una descripción similar! O bien, ¿se imaginan la cara de asombro del relamido Poirot aludiendo a un personaje así como una forma de personalidad, de definición humana, de ‘contenido trágico’
Repito, los lenguajes descriptivos, emocionales, cambian como cambian los tiempos y con ello los autores, pero todo bípedo lector sigue yendo dotado de una ontología que se debería reflejar, como trasfondo, más conscientemente a fin de sentirse implicado, comprometido incluso. Lectura es amistosa compañía, entretenimiento inteligente con su aquel de trasfondo, de gravedad incluso.