Del siglo XVIII al XXI, «Una humilde propuesta» devastadora

Por Horacio Otheguy Riveira

Una función que genera inquietud y a medida que avanza, notable desasosiego. Sus creadores lo saben e invitan a dos chatos de vino y un canapé. Un espectáculo árido, sutilmente terrorífico por cuanto tiene para el espectador de hoy antecedentes en la literatura y el cine distópicos (Soylent Green, por ejemplo, de 1973, donde el alimento popular se fabricaba con los restos de los ancianos muertos), pero llevado al hipersensible terreno de los niños en una cercanía ideológica más inquietante si nos enteramos que el texto original lo escribió el imaginativo autor de Los viajes de Gulliver.

Una humilde propuesta, versión y dirección de Laila Ripoll, comienza al estilo de una comedia de otro tiempo, con maestro de ceremonias que se transforma en cocinero —con bombín de caballero impoluto— para dar su conferencia y acaba con traje y corbata de hoy día, bien servido de la cínica veborrea de un tipo de político muy reconocible, y así ofrece al respetable público una humilde propuesta para reducir el número de inmigrantes comiéndonos a sus niños alimentados con leche materna. Un plan perfecto movido «por el deseo de aliviar en algo a los pobres y procurar un suculento placer al exigente paladar de los ricos».

El excelente trabajo de producción y sobre todo del protagonista Mariano Llorente, resulta sorprendente porque su pieza teatral carece de encanto, es tan elegante (todo lo que se dice de escabroso se oculta a la vista del público) como impactante su discurso expuesto como una conferencia. Sus creadores no fuerzan un carisma imposible, puesto que la tragedia aparentemente absurda ya se ha llevado a cabo bajo otras normas a lo largo de la historia en la profunda destrucción de amplias capas de sociedad, sólo que en esta presunta humorada, las víctimas no son niños-soldados, niños crecidos, explotados sexual o laboralmente, sino bebés que pueden convertirse en sabrosos platos de comida por valor de unos 300-400 euros la pieza, una bagatela «para, por ejemplo, banqueros que ya se cargaron a sus padres y podrán darse el lujo de invitar a lo más granado con una bandeja francamente exquisita». Y como si esto fuera poco, se asan en escena unas diminutas piezas que huelen que alimentan…

Una olla humeante, un cuchillo de cocina con hoja bien afilada que el conferenciante porta una y otra vez con cualquier excusa, y la voz maravillosa de Frank Sinatra interpretando My Way, coronan no de gloria pero sí de paradójica delicia una exposición de hechos más cerca del terror gótico que del discurso mitinero que en realidad se produce a diario en una ola de creciente popularidad por algunos políticos de variado pelaje pero idéntico mensaje.

 

Jonathan Swift nació en 1667 en Dublín, República de Irlanda, de padres ingleses que profesaban la religión anglicana.
En 1725 terminó la obra por la que se le conoce universalmente, Los viajes de Gulliver. Tras una estancia de dos años en Inglaterra, Swift regresó a su país sintiéndose “como una rata envenenada en su agujero”.
La obra literaria que sobresale de este período es Una Humilde Propuesta para impedir que los hijos de los pobres de Irlanda sean una carga para sus padres o para el país (1729) Falleció en 1745 en la misma ciudad en que había nacido.

 

UNA HUMILDE PROPUESTA

De Jonathan Swift
Versión y dirección Laila Ripoll
Intérprete Mariano Llorente
Escenografía Arturo Martín Burgos
Vestuario Almudena Rodríguez Huertas
Realización vestuario Sastrería Cornejo
Iluminación Marta Martí
Música Mariano Marín
Fotografía escena David Ruiz
Ayudante de dirección Héctor del Saz
Prensa compañía María Díaz
Diseño cartel y programas Javier Naval
Realización teaser Miguel Ángel Calvo Buttini (Salto de Eje PC)
Distribución Joseba García (A Priori Gestión Teatral)
Agradecimientos Escuela de Hostelería de Alcalá de Henares
Una producción de Micomicón

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