Gloria Muñoz en «Mestiza», enérgico amor por nuestra lengua, hecha de luz y tinieblas
Por Horacio Otheguy Riveira
Con gran sentido del humor se expande un amor sin fisuras, con una energía intensa de las que evita el fácil sentimentalismo. Así en el presente como en el Siglo de Oro, así en la Tierra como en el Cielo, Mestiza, de Julieta Soria y Yayo Cáceres resulta un divertido a la par que emocionante homenaje al mestizaje que cada vez reina con mayor ímpetu en el mundo entero, compartiendo cartel con una minoría que pretende culpar de todos los males sociales y económicos a los extranjeros, desconociendo que el origen del mundo hispano radica en un mundo sin diferencias, de la misma manera que en Latinoamérica hay más europeos que nativos, y a nadie se le ha ocurrido espantarlos.
Mi lengua es todas las voces,
un son cautivo es mi lengua,
viene del mar y del cielo,
de la luz y las tinieblas.
Con Idea Original de Yayo Cáceres, el texto de Julieta Soria abunda en datos históricos, dando vida a Tirso de Molina, autor que se salvó de la quema inquisitorial gracias a convertirse en fraile y esquivar los mayores peligros de un rigor siniestro por parte de quienes torturaban en nombre de Dios, mientras aseguraban que gracias a ellos los salvajes incas o aztecas habían abandonado sus sangrientos sacrificios. El amor, la soledad, el desamparo, tienen la figura de Francisca Pizarro, hija del conquistador asesinado por traidores que se ensañaron «con lanzadas, puñaladas y estocadas». Solicitada su presencia en la corte de Madrid, la muchacha viene a una ciudad de la que queda prendada. Siglo XVI, cuando Lope de Vega es el más grande, sin la fiera competencia de Calderón, todavía.
En Mestiza, Francisca Pizarro recuerda diversos momentos de su vida, se divierte con las ocurrencias de Tirso de Molina, profundiza en las veleidades de hechos contradictorios, abunda en felices recuerdos de la ternura de su padre, y canta y disfruta del aroma de los primeros granos de cacao que llegan de su Perú natal. Gloria Muñoz la interpreta con el sobrado talento que le conocemos, pero en una faceta que no le recuerdo, tan de comedia ligera, andando por el patio de butacas, repartiendo granos y chascarrillos entre el público. Encantadora, brilla en todo momento y cuando alza la voz cantando a dúo con la magistral Silvina Tabbush, acompañadas por la guitarra del incomparable Manuel Lavandera, se llena la sala de la calidez de un tiempo sin tiempo, de un placer suave, envolvente, de unión de culturas como pocas veces se ha dado en Madrid, capital del mundo adorada en América, y que no siempre se ha visto correspondida.
La acción se desarrolla en el jardín de la casa de Francisca Pizarro en la calle del Príncipe. Madrid, 1598. Un ambiente escenográfico de Carolina González que aprovecha estupendamente las grandes dimensiones del escenario; en él se encuentra cobijo y el conjunto de la representación se desliza con el aire improvisado de una reunión de amigos, producto de un trabajo de producción meticuloso, concienzudo, imprescindible para dar la impresión de amistosa bienvenida a un público que se asombra y disfruta a partes iguales. El vestuario de Tatiana de Sarabia resulta muy apropiado, plenamente homenajeado el colorido propio de la época y la exquisita textura de una mujer de cierta alcurnia. Un rigor histórico que también luce en todos los integrantes de la Compañía.
Texto, canciones e interpretación (junto a la gran Gloria Muñoz, el notable desparpajo de Julián Ortega como Tirso) se conjugan notablemente por Yayo Cáceres, director a quien aplaudimos tantas veces al frente de Ronlalá.
Dentro de un abanico de temas felizmente inspirados, sintetiza el espíritu de la función la Canción de la lengua, de la que avanzo una transcripción parcial, por gentileza de sus autores:
Vinieron primero unos,
dejaron leyes, monedas.
Luego otros y otros más,
con sus dioses y poemas.
Pero en medio de ese caos
de ruidos, razas y mezclas,
fue naciendo, inesperada,
antigua y nueva la lengua.
No tiene cuerpo y lo tiene.
Salta, brilla, escurre y quema.
Es de silencio y lo rompe
como el mar rompe en la arena.
(…)
Mi lengua es todas las voces,
un son cautivo es mi lengua,
viene del mar y del cielo,
de la luz y las tinieblas.
De madres que cantan nanas,
de soldados y poetas.
Qué buena lengua la mía
hecha de risas y quejas.
Y cuando venga la muerte
y mi cuerpo yazga en tierra
y mi corazón
no ha de morir mi lengua.
Pues no es mía, sino tuya,
Y no tuya, sino nuestra.
Si no la amamos, no somos,
Y si somos, es por ella.
No tiene alma y la tiene.
Cómo hablar de amor sin ella,
cómo rezar, nombrar mundos,
crear dioses y leyendas.
Mi lengua no tiene padres,
no tiene patria o frontera.
Es tuya, mía y de nadie.
De ahora y siempre: es eterna.
Mi lengua es todas las voces,
un son cautivo es mi lengua,
viene del mar y del cielo,
de la luz y las tinieblas.
AY TEATRO PRESENTA
Ay Teatro es un nuevo proyecto teatral compuesto por el director de escena y música Yayo Cáceres, el poeta y dramaturgo Álvaro Tato y la productora y distribuidora Emilia Yagüe. La carta de presentación de Ay Teatro es el ciclo Miradas al Siglo de Oro con los dos montajes que se estrenan en el Fernán Gómez. Centro Cultural de la Villa: Mestiza (hasta el 3 de febrero) y Todas hieren y una mata (del 7 al 24 de febrero).
La nueva compañía se centrará en dos vertientes: la producción de nuevas obras y la formación. En la primera faceta, los montajes vendrán marcados por la dirección de Yayo Cáceres con dramaturgia de Álvaro Tato y de otros jóvenes dramaturgos invitados. Las obras se caracterizarán por reunir un equipo artístico de gran calidad y elencos abiertos que aúnen grandes figuras de la interpretación con nuevos descubrimientos, experiencia con riesgo, veteranía con nombres emergentes. Y la segunda, el plano formativo, se pondrá a disposición de profesionales del sector una oferta permanente a través de cursos, talleres, conferencias y encuentros.
Texto: Julieta Soria
Intérpretes: Gloria Muñoz, Julián Ortega
Canciones: Julieta Soria y Yayo Cáceres
Música: Yayo Cáceres con la colaboración de Manuel Lavandera
Asesor de dramaturgia: Álvaro Tato
Dirección: Yayo Cáceres
Iluminación: Miguel Ángel Camacho
Escenografía: Carolina González
Vestuario: Tatiana de Sarabia
Ayudante de dirección: Diego Klein
Diseño: David Ruiz
Producción ejecutiva: Antonio Rincón-Cano
Producción y Distribución: Ay Teatro y Emilia Yagüe Producciones
Teatro Fernán Gómez, del 10 de enero al 3 de febrero 2019