Defendamos ahora las virtudes clásicas
La colección A la mínima, dirigida por Manuel Neila, inaugura la temporada de novedades aforísticas con Gnómica, una excelente colección de aforismos del escritor catalán Eugenio d’Ors (1881-1954). Con ello, la colección de la editorial Renacimiento prosigue con su política de alternar títulos de autores clásicos con obras de aforistas españoles vivos y la repesca de textos poco menos que olvidados o, en cualquier caso, de difícil localización.
El libro presenta, perfectamente organizados en una sucesión orgánica (desde unas indagaciones genéricas acerca del sentido de la vida hasta la natural desembocadura de la vida humana: la vejez y la extinción final) una serie de aforismos ilustrados de distinto tono ‒algunos más humorísticos y plásticos, otros ciertamente severos y lapidarios‒ en los cuales se plasma la filosofía del autor, consistente en una recia defensa de los valores clásicos, entre ellos el pudor, el orden, la armonía, la prudencia, el recato, la cautela… ¡incluso la rutina! Esto confiere al volumen una impresión de breviario moral muy salutífero en los tiempos que corren, tan poco dados a romper una lanza (¡ni siquiera un simple dardo!) por la vindicación de unos principios firmemente anclados en la tradición conservadora.
D’Ors no sólo no teme ser tachado de conservador, sino que arremete con firmeza contra los «suspiritos» modernistas y las «vaporosidades» septentrionales, postulando en cambio una pauta de conducta apolínea, en la línea del Goethe de madurez (al que tanto admiraba el autor). Para D’Ors, la apuesta por la forma, por el límite y el «cauce», es la forma más certera de no extraviarse en líricas delicuescencias que a nada conducen, ni individual ni socialmente. Se trata, es cierto, de una llamada al orden que contraste con las extravagancias vanguardistas que tanto daño han hecho… y no sólo en el orden artístico.
D’Ors se presenta en Gnómica como un guardián de la moral, sí, pero para ello no apela a instancias externas o a tribunales póstumos, sino a un concepto mediterráneo de «civilidad» que remite a las fuentes griegas más frecuentemente citadas, aunque raramente practicadas: la del foro ateniense y la democracia dialógica, serena y soleada, tan reacia a los bárbaros excesos… si bien dicha visión idealizada posee sombras y matices en los cuales no solemos detenernos (entre ellos, la esclavitud o la exclusión de las mujeres de la vida social).
En cualquier caso, el libro funciona estupendamente en todos los sentidos, y se lee con gran placer, en ocasiones con regocijo. Me reporta una personal alegría que se editen libros así en un siglo tan estupidizado como el XXI y, aunque el lector pueda discrepar en parte e incluso en la totalidad de los planteamientos dorsianos, lo que nunca podrá negar es la enjundia de un proyecto intelectual como el que se despliega ante sus ojos. Y eso, en los tiempos que corren, no es moco de pavo.
A continuación, una breve selección de aforismos del libro.
Filososfar es hacer germinar y florecer una semilla de eternidad.
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La eternidad de las cosas es su Forma.
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Mis límites son mis riquezas.
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La razón fisga siempre entre rendijas.
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La inteligencia aleja la muerte.
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Los aforismos son las golondrinas de la Dialéctica.
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Abrimos la boca y respiramos Tradición.