Entrevista a Víctor Vegas, autor de la novela “Me llaman Big”
“Pareciera que hemos decidido renunciar a la risa para apuntar con el dedo y el ceño fruncido a aquel que tenemos enfrente y que sentimos que nos ha ofendido”.
Por: Francisco Beltrán
Conversamos con el creador de una de las novelas más originales de este inicio de año. Se trata de una obra singular tanto por su temática como por sus formas. Un mimo proveniente de una familia de comediantes decide llevar su arte a los niños de países que padecen conflictos armados. Víctor Vegas, narrador y dramaturgo venezolano radicado en España, responde a las claves de Me llaman Big (Huso Editorial, 2019), pero también a temas como la infancia ante el cinismo de los adultos y el posible estancamiento de la literatura ante el progresivo avance narrativo de las series de televisión estadounidense.
Pregunta: – ¿Para quién escribe Víctor Vegas?
Respuesta: -En primer lugar, escribo para mí. Aunque suene paradójico, considero que soy yo el primer lector a quien tengo la obligación de seducir. Y a esto dedico gran parte de mis esfuerzos mientras me encuentro inmerso en el proceso creativo. Ya después, durante el proceso de corrección (o más tarde), es cuando puedo pensar en otros lectores.
P: – ¿Quién es Big?
R: – Big es un hombre que posee un extraordinario talento para contar historias sin usar las palabras y gracias a ellas hace reír a la gente. A esto se dedica de adulto, pese a que de niño sentía una profunda aversión, un rechazo inexplicable hacia el oficio con el cual su familia llevaba varias generaciones ganándose la vida: la comedia.
Él y su familia provienen de una larga estirpe de comediantes.
P: – Es una especie de mimo, como Marcel Marceau…
R: -Bueno, yo no diría eso. No es exactamente un mimo como Marceau. O al menos no es un mimo a la manera tradicional. Porque motivado por las circunstancias, en una etapa de su vida, toma la decisión de que sus futuros shows los hará en exclusiva para niños en situación de riesgo dentro de los conflictos armados. Es decir, Big es un mimo que va saltando de guerra en guerra con el fin de llevarles un poco de alegría a los niños que sobreviven bajo el fuego cruzado de los conflictos bélicos.
P: – ¿Cómo logra la palabra rendirle un homenaje al silencio que representa la mímica?
R: -En el teatro por lo general el silencio viene precedido de la palabra, y “Me llaman Big” es una obra que mantiene sólidos lazos con el teatro. Escribir “silencio” en un texto teatral es quizá una de las cosas que más impone. O al menos así lo es para mí. Porque no es igual poner en una acotación “pausa” que “silencio”. En el teatro hay una diferencia del día a la noche entre ambas palabras. Eso lo sabe cualquier dramaturgo. Entre los atractivos que la novela ofrece al lector está la de leer el silencio, puesto que a lo largo de sus páginas se reproducen algunos de los textos que componen las pantomimas que Zbigniew Czajka (el verdadero nombre de Big) ha escrito y representado sobre los escenarios. La estructura que he elegido para contar esta historia se apoya en algo que dijo Pirandello y que remite a la forma en que nos percibimos a nosotros mismos y en cómo somos percibidos por los demás. Decía Pirandello que nadie es de una sola manera, que había por lo menos tres niveles de percepción: como te ven los demás, como quieres que te vean y como realmente eres. A partir de esta premisa he levantado la estructura de la novela. Por este motivo el lector se encontrará con tres tipos de bloques o niveles narrativos (visualmente identificables con facilidad) que van alternándose en la obra de principio a fin, entre ellos, las pantomimas. Además, el lector se topará con las reflexiones que hace el protagonista sobre su oficio y sobre la importancia del juego, de la imaginación y desde luego del silencio en la vida de los seres humanos. Vivimos en una época en la que lamentablemente el ruido, atronador y constante, se ha impuesto; en la que es cada vez más extraño y difícil hallar momentos de silencio que nos permitan recogernos y cuestionarnos sobre lo que está sucediendo dentro de nosotros o a nuestro alrededor. El ruido acaba por aturdir, el silencio en cambio puede brindarnos la posibilidad de alcanzar cierta claridad. Así que mientras más ruido se genere en el mundo creo que hay menos probabilidades de contar con la claridad necesaria para enfrentarnos a los retos que nos impone esta época cargada de riesgos e inmediateces.
P: – Un mimo que lleva su arte a diversos conflictos armados. ¿Puede el arte ser un medio de salvación?
R: -Yo no creo que pueda sino que de hecho lo es. Podría mencionarte varios casos en los que el arte ha salvado la vida de personas, pero por cuestiones de tiempo y espacio voy a mencionarte solo uno que se ha convertido en emblemático a raíz de la publicación, hace ya algunos años, de un libro en el que esa persona relataba, de forma cruda y directa, cómo el arte acabó salvándole la vida. Te estoy hablando del pianista británico James Rhodes y de su libro “Instrumental”.
P: – ¿Llevaría Víctor Vegas literatura a víctimas de conflictos armados?
R: -Sí. Aunque no te niego que al principio me asaltarían el miedo y las dudas en caso de que un planteamiento similar llegara en firme hasta mis manos. Sin embargo, creo que acabaría accediendo. Por las víctimas y por la literatura, desde luego.
P: – ¿Qué representa la niñez y el humor dentro del drama que encierra “Me llaman Big”?
R: -Decía Henri Bergson que en una sociedad de inteligencias puras probablemente no se lloraría, aunque a lo mejor se seguiría riendo, mientras que unas almas invariablemente sensibles, concertadas al unísono con la vida, en las que todo acontecimiento se prolongase en resonancia sentimental, no conocerían ni comprenderían la risa. Quizá esta reflexión que Bergson hizo a finales del siglo XIX deberíamos tenerla hoy más presente que nunca, en momentos en los que al humor se le acorrala y se le ataca desde diversos frentes y las sensibilidades están a la orden del día. Pareciera que hemos decidido renunciar a la risa para apuntar con el dedo y el ceño fruncido a aquel que tenemos enfrente y que sentimos que nos ha ofendido. Por otro lado, para nadie es un secreto que los niños ríen varias veces más al día que los adultos ni que acarrean consigo menos prejuicios que nosotros. En la novela la niñez representa ese lugar al que los adultos deberíamos proteger y al que de tanto en tanto estamos en la obligación de regresar. Del mismo modo que se aborda la importancia de la risa, de la necesidad que tenemos de disfrutarla, se habla de que a pesar de los acontecimientos más adversos y atroces que vivamos, debemos conservar siempre cierto espacio a manera de refugio para los niños, por mínimo que sea, incluso para el niño que tal vez aún permanezca en nosotros. Hasta que nos sea posible deberíamos mantener a la infancia alejada del cinismo del mundo de los adultos. Para terminar, me gustaría decir que pese a la crudeza y sordidez de algunos pasajes de la novela (no hay que olvidar que al fin y al cabo el gran tema del que trata es la guerra), creo que en ella el lector encontrará también momentos para reír y enternecerse.
P: – Hace poco el escritor Eduardo Lago decía que “la literatura es una de las artes que menos ha evolucionado”. ¿Está usted de acuerdo y por qué?
R: -Estoy de acuerdo. Aunque te confieso que con lo que no he estado muy de acuerdo son con los cambios de forma y contenido que han experimentado en los últimos cincuenta o sesenta años, gracias a su “evolución”, ciertas manifestaciones artísticas en las artes visuales. Se sabe de dónde se parte pero no siempre se tiene claro el punto al que se desea llegar. Y al final puede resultar que ese punto de llegada no sea de tu total agrado o no sea en lo absoluto de tu agrado. Volviendo al planteamiento de Lago: es verdad, la literatura suele apegarse demasiado a la tradición, esto la hace poco abierta a los cambios, pero de tanto en tanto aparece alguien que arriesga y anima a arriesgarse a otros. Ahora mismo pienso en un escritor como Faulkner, a quien la narrativa contemporánea le debe tanto. Pero seamos honestos, los casos como Faulkner son la excepción. En literatura cada vez más se arriesga menos. Donde creo que se está arriesgando bastante, y desde hace años, por increíble que nos pareciera esto en los ochenta y noventa, es en la televisión. Y hablo específicamente de la televisión norteamericana y del fenómeno actual de las series. Hoy en día podemos encontrar series con temáticas, argumentos y estructuras tan complejas que algunos ni soñábamos, veinte o treinta años atrás, que pudieran verse en televisión. Quizá este gusto por la complejidad y el riesgo tenga su origen en series pioneras como 24, Lost, Mad Men y Breaking Bad, por citar solo a cuatro, que en la primera década de este siglo arriesgaron y contra todo pronóstico se atrevieron a plantear nuevas formas de hacer televisión y con ello abrieron la puerta a un público cautivo que estaba allí y del que nadie se había percatado. Su éxito ha animado a otros a seguir su ejemplo. Ahora no creo que algo parecido sea factible de conseguir en literatura.
Exelente Victor, Exitos
Muy buena entrevista! , tus argumentos son muy claros y llenan las expectativas del entrevistador y del publico. Gracias Victor, por ofrecernos tan excelente libro.
Muchos exitos con esta nueva obra