Al otro lado del viento (2018), de Orson Welles – Crítica
Por José Luis Muñoz.
No solo Roberto Bolaño publica una vez muerto obras inéditas que tenía en un cajón. En el cine eso también pasa. Stanley Kubrick no pudo ver estrenada su obra póstuma, y fascinante, Eyes Wide Shut, por cuestiones biológicas. La Parca llama a la puerta cuando quiere y no respeta la genialidad de los creadores. La película póstuma de Orson Welles, póstuma e inacabada, seguramente porque ni el mismo, aunque hubiera dispuesto de tiempo, la habría acabado, no estaba en ningún cajón sino en una caja fuerte esperando una compleja resolución judicial que la liberara de un embargo. Sí, las obras maestras son susceptibles de embargo, y esta, de la autoría de ese monstruo del cine llamado Orson Welles, estuvo años retenida por papeleo judicial. El tesón de un buen amigo suyo, y discípulo, Peter Bodganovich, convertido en albacea testamentario de Orson Welles, nos depara este estreno tardío de una obra cinematográfica que llevaba cuarenta años esperando ser visionada por el publico. Ha valido la pena la espera.
Al otro lado del viento es una película inclasificable, anárquica, compulsiva, sorprendentemente moderna, la obra de un creador que no se pone limites a su creación. Vemos a un Orson Welles pletórico de creatividad, y de ardor juvenil, precisamente en su última etapa vital, pronto a dar el último suspiro en esta pataleta creativa en la que se salta normas y convenciones cinematográficas con la pasión de la adolescencia y una libertad absoluta. Puede recordar el film a Zabriskie Point, de Michelangelo Antonioni, el último y radical aliento del director de La noche. Orson Welles, ayudado por John Huston, que lo interpreta de forma soberbia entre el humo de los cigarros habanos, habla del cine en las casi dos horas que dura la película, del proceso creativo, del montaje. Las imágenes documentales, casi un making of de cómo se está rodando el film, en blanco y negro, y pantalla cuadrada, se alternan con otras, las de ficción, las de una película subida de tono erótico, crípticas, protagonizadas por la última amante del genio, la escultural modelo croata Oja Kodar (atención al virtuosismo con que Orson Welles rueda la escena de amor en el coche) que ya protagonizara Fake y aquí es también la coguionista.
A través de un cruce de imágenes fascinante en super 8, 16 y 35 mm., un montaje frenético de más de cien horas de rodaje y un guion que se iba improvisando sobre la marcha, como solía hacer Federico Fellini en sus películas, Orson Welles construye un artefacto cinematográfico que sin duda apasionará a todos los espectadores enamorados de la genialidad de ese autor maldito siempre perseguido por la perfección de Ciudadano Kane y que hubo de exiliarse para seguir haciendo cine porque en su país de origen la industria le había dado la espalda y nadie financiaba sus películas. Orson Welles aparcó su orgullo para mendigar en esos Estados Unidos que lo repudiaban, que lo querían como secundario de lujo en películas absolutamente anodinas en las que el director de Sed de mal se vendía como una prostituta más, que financiaran su última película y su petición cayó en saco roto.
Peter Bodganovich, que actúa en el film junto a Paul Mazursky , Claude Chabrol y Dennis Hopper, ha conseguido el milagro de rescatar esta obra maestra fascinante que se puede ver en la plataforma Netflix. Al otro lado del viento es el testamento de uno de los grandes del Séptimo Arte, un director irrepetible y legendario, cine dentro del cine, una lección magistral del proceso creativo y un adiós nostálgico a esa época dorada del cine hollywoodiense para el que el director de Ciudadano Kane fue siempre un elemento extravagante.