Lisístrata: haz el amor y no la guerra
por Kika Sureda
Aristófanes, entre otros personajes, nos regaló a Lisístrata. A diferencia de la figura de otras mujeres del género clásico, como Electra o Alcestis, cuya influencia ha sido una constante a lo largo de los siglos, Lisístrata es una excepción. Ha sufrido manipulaciones, malinterpretaciones y cambios del arquetipo al que encarna. Los prejuicios morales pueden ser uno de los motivos de que la figura de esta mujer nos haya llegado de una forma que en realidad no es. En la interpretación tiene un papel fundamental la moral sexual e ideología de los últimos siglos. Aristófanes estrena su comedia Lisístrata en la primavera del 411 a.C., justamente coincidiendo con las fiestas en honor a Dionisio Leneo. En ese momento la ciudad de Atenas no estaba pasando por sus mejores momentos. En el 413 había fracasado estrepitosamente el intento de conquista de Sicilia; Esparta consiguió una ventajosa alianza con el sátrapa persa Tisafenes y gran parte del imperio se rebeló ante los abusos de la metrópoli ateniense. La Guerra del Peloponeso estaba costando muchas vidas y bienes, estaba sangrando literalmente a la ciudadanía y a las arcas de Atenas. Algunos estudiosos ven la obra de Aristófanes como un intento pacifista relatado desde un punto de vista cómico, para concienciar a la ciudadanía de la necesidad del fin de ese conflicto. Aunque leyendo a Lisístrata podemos destacar el ansia de cualquier solución antibélica ya que el belicismo era la esencia del imperio ateniense.
Lisístrata es un nombre parlante, como prácticamente todos los de obra. Significa “la que disuelve el ejército”.
Harta de las largas ausencias de los hombres de la ciudad plantea que las mujeres tomen las riendas de los asuntos públicos. El arma que ofrece empuñar Lisístrata es la sexual, una abstinencia que fuerce a los hombres a deponer las armas y llegar a un acuerdo de paz. Una huelga sexual de las mujeres de la Acrópolis y la toma del tesoro del Partenón. Sin acceso al tesoro del estado la actividad bélica no podría seguir manteniéndose.
El poder de convocatoria de Lisístrata hace que a la reunión acudan mujeres de toda Grecia, así como también las mujeres espartanas, los peores enemigos de Atenas en ese momento.
Las contundentes frases que Aristófanes pone en boca de Lisístrata se suceden con una serie de peripecias cómicas conformando el entramado costumbrista de la época. Se toma por unanimidad la decisión de que no mantendrán sexo con sus maridos hasta que no firmen la paz. Durante el enfrentamiento dialectal entre el coro de viejos y viejas se muestran los rasgos de debilidad de las mujeres y el poder sexual y matriarcal con el que mantienen sus hogares. Algunos han querido hacer ver que la obra es un alegato feminista o revolucionario. La mujer ateniense de finales del siglo V a. C. administraba la casa, pero no disfrutaba de ningún derecho fuera de sus cuatro paredes. Siempre se mantenía a la sombra de la voluntad del hombre que tomaba las decisiones importantes de la vida. No hay que olvidar que los espectadores que asistían a estas representaciones eran hombres. Si nos sumergimos en la literatura clásica podemos encontrar el calco a la inversa de la acción de Lisístrata: su intento de lograr la paz mediante la abstinencia sexual y la guerra provocada por Alcmena negándose a mantener relaciones mientras no se vengara la muerte de sus hermanos.
El descaro sexual, espíritu crítico, agresividad, alusiones sexuales y el comportamiento de la mujer de la mano de Lisístrata, causó rechazo moral e incomprensión hasta bien entrado el siglo XIX.
Durante el Renacimiento con el nacimiento de la imprenta, hay un auge de la difusión de las comedias aristofánicas en Europa, pero en la entrega a imprenta en 1498 de las obras de Aristófanes, Lisístrata queda fuera. No será hasta 1515 que verá la luz.
Hoy día, las interpretaciones, según algunos, que se han hecho de la figura de Lisístrata, como símbolo pacifista, feminista y libertadora sexual la han convertido en el nuevo emblema del papel que juega la mujer durante el siglo XX. Lisístrata es un personaje clásico con gran vitalidad, que durante siglos ha estado dormido, para levantarse como una figura de valores simbólicos, de los cuales seguramente, el propio Aristófanes no alcanzaba a imaginar.