"El Mago": Clara Sanchis entre la realidad y el ensueño, la comedia y la tragedia
Por Horacio Otheguy Riveira
Tras un hermoso telón azul (en una sala donde no suele haber telón alguno), una casa con mucho de juguete, ordenada e impoluta como si nadie viviera allí, salvo un detalle bajo sospecha: dos bonitas deportivas de chica, una apoyada en una pared, la otra, alejada, sobre una alfombra. Se abre una puerta con la cara alelada de una mujer que viene de ver un show que no le ha gustado, cuyo resultado le asombrará…
El Mago de Juan Mayorga, interesante pieza teatral que da vueltas sobre la imperiosa necesidad de huir de uno mismo.
Si se está muy cerca del escenario tal vez no se perciba adecuadamente el toque de distinción del escenógrafo Curt Allen Wilmer en compañía de los iluminadores Juan Gómez-Cornejo y Amalia Portes. Si se mira bien, sin distraerse por los aplausos finales, la casa y sus luces aportan una visión que remata una obra cuyo carácter enigmático la envuelve y de algún modo la devora. No hay un estilo determinado, ya que abundan datos de comedia convencional y melodrama no menos transitado, sin embargo en sus elementos inquietantes, sus coqueteos con el teatro simbólico (grieta en la pared muy evidente, detalles en el heterogéneo vestuario…) y el absurdo de las situaciones, se desliza una turbadora mirada entre personajes aparentemente poco atractivos, prisioneros todos ellos de una costumbre de vivir que empieza a rebelarse desde el momento en que se produce un desdoblamiento de personalidad.
A partir de una sesión teatral con un mago, Nadia, esposa y madre, se sorprende a sí misma al encontrarse aún hipnotizada al regresar junto a la familia… y sentirse mejor que nunca. Si al salir de casa lo hizo “avergonzada como siempre”, bien vestida; según su marido “demasiado guapa para ir sola a un teatro”, al volver desarrolla el perfil de una mujer muy distinta, con un punto sexy desconocido, exhibiendo sus bellas piernas con desparpajo, y sus besos van de boca en boca como sus mohines y sus caídas de sueño; toda ella parece encumbrar a la mujer que desearía ser, en que podría al fin convertirse…
En el papel de Nadia, Clara Sanchis domina esta creación con elementos de juego y desvergonzada muchacha que se niega a crecer, metida a saco en un ensueño largamente perseguido. Pero nada de esto se desarrolla demasiado, allí están su lúdica madre, su marido broncas y su única hija, ambos muy apegados a la tierra, a lo creíble… hasta que todos comienzan a formar parte de la extraña trama a la que se incorpora una amiga de juventud del marido y un aspirante a comprar el piso. Tenían programada una cena para comprometer a unos amigos a contratar a la hija, “que domina cinco idiomas”, pero todo se transforma, nada es como se deseaba: duradero, continuo, firme. Y la casa misma parece conformar la escenografía de un mundo nuevo que posiblemente nunca se atreva a existir del todo. Queda en manos del espectador esa y cualquier otra alternativa en una de las obras más enigmáticas de un autor que a menudo gusta trabajar con piezas a medias inconclusas, reclamando la colaboración intelectual del público.
María Galiana impone gracia y liviandad a un personaje a ras de tierra que sin embargo no tarda en volar como su hija. Las situaciones más estrambóticas suenan en su voz con la misma simpatía de andar por casa que pone Clara Sanchis, de manera que madre-hija en la ficción parecen construir un número de comedia de impecable refinamiento.
García-Pérez y Julia Piera, padre e hija, tienen personajes incómodos, perfiles arquetípicos antisoñadores al uso, pero cuando se les da la ocasión de entrar a jugar en el ensueño materno los personajes adquieren interés y sus intérpretes crecen notablemente. Otro tanto para Tomás Pozzi que logra dar cabida al clown que ha lucido en otras ocasiones. Ivana Heredia salva con estilo de alta comedia un personaje bisagra entre las fuerzas extrañas y las cotidianas de la familia.
La dirección del propio autor resulta hermética, empeñado en evitar cualquier grado de emoción que pueda dar lugar a algo mágico, ya que El Mago podría ser un juego imposible de frustrada lucha por despegar de la vida cotidiana con toda su alegría que, al fin y al cabo, acaba siendo penosa a fuerza de dificultades y rutina. Pero no estoy seguro. Sólo el autor-director, y la Compañía con la que trabajó este texto pueden saber qué quisieron hacer, adónde dirigieron sus talentos. Me dejo llevar por los elementos que permiten crear un ejercicio racional que huye de todo sentimentalismo, aunque lo haga de manera desordenada en un entorno muy prolijo de imágenes sugerentes.
Clara Sanchis canta con bella voz a capela una estrofa (es una excelente pianista y compositora en la llamada vida real), y con ello provoca un encantamiento del que la obra parece demasiado alejada.
Dormimos sin saber qué mundo habrá mañana
Dormimos sin saber si mañana habrá mundo
Un misterio envuelve otro misterio, pero lo cierto es que en un modesto piso decorado como si fuera una televisiva comedia de enredo… una mujer se deja hipnotizar por un mago muy malo “al que se le ven todos los trucos”, pero que de pronto es un genio que le permite entrar en otro mundo. Nunca volverá a ser la misma que ansiaba dejar de ser.
Texto y dirección Juan Mayorga
Ayudante de dirección Carlos Martínez Abarca
Escenografía y vestuario Curt Allen Wilmer con EstudioDedos
Música Jordi Francés
Violinista Blanca Fernández
Asesoría de movimiento Teresa Nieto
Fotografías marcosGpunto
Coproducción
Centro Dramático Nacional. Avance Producciones Teatrales. Entrecajas Producciones Teatrales. García-Pérez Producciones
TEATRO VALLE INCLÁN. SALA FRANCISCO NIEVA. DEL 23 DE NOVIEMBRE AL 30 DE DICIEMBRE
Jueves 20 de diciembre 2018, al finalizar la función, encuentro con el público.
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Otras obras de Juan Mayorga en CULTURAMAS:
Teatro en el cine: En la casa.
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