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Rima VII, de Gustavo Adolfo Bécquer

Por Fernando Chelle

 
El milagro de la poesía
 
El genio poético. Del olvido, al despertar del sueño; del polvo, a la resurrección.  
 

Después del estudio introductorio al libro de las Rimas de Gustavo Adolfo Bécquer, y del análisis literario de la Rima I, continúo mi recorrido analítico, con la número VII.

 
VII
 
Del salón en el ángulo oscuro,
de su dueña tal vez olvidada,
silenciosa y cubierta de polvo
veíase el arpa.
 
¡Cuánta nota dormía en sus cuerdas
como el pájaro duerme en las ramas,
esperando la mano de nieve
que sabe arrancarlas!
 
¡Ay! pensé; ¡cuántas veces el genio
así duerme en el fondo del alma,
y una voz, como Lázaro, espera
que le diga: «¡Levántate y anda!
 

Esta poesía, que aparece en la primera parte del libro de las “Rimas” de Gustavo Adolfo Bécquer, está vinculada a la reflexión sobre el hecho poético. En cuanto a la estructura externa, está compuesta por tres estrofas de cuatro versos. Las dos primeras estrofas presentan tres versos decasílabos y un cuarto de pie quebrado, que es un hexasílabo, mientras que la tercera estrofa, si bien repite los tres primeros versos decasílabos, se cierra con un eneasílabo. La rima es asonante en los versos pares, mientras que los impares quedan libres. El ritmo es trocaico, ya que el acento estrófico recae siempre en sílaba impar. El tema de la rima aparece explicitado recién en la tercera estrofa. Comienza el texto hablando de un arpa, pero al final, nos enteramos de que esa arpa es la expresión simbólica del genio poético. En este texto está invertido el punto de partida, comienza con la imagen del arpa, la que se va a ir cargando de valor subjetivo y simbólico. Lo que hace aquí Bécquer es lo que T.S Eliot llamó “correlato objetivo” es decir, habla de una cosa, pero está aludiendo a otra. El arpa, es un instrumento musical que por sí solo no cumple ninguna funcionalidad, necesita de alguien que lo ejecute, así como el genio poético necesita de la inspiración del poeta para manifestarse. El genio poético está latente, en silencio como el arpa, sólo le basta el estímulo para poder surgir.  Existe en este poema una correspondencia de la estructura externa con la interna, ya que los tres momentos de esta última coinciden con la división en estrofas. La primera estrofa es de una gran tranquilidad, encontramos la descripción impersonal del instrumento y su ubicación. En la segunda aparece lo subjetivo y se alude a las posibilidades creativas que están dormidas, latentes, esperando ser despertadas. La tercera estrofa es la de la intensificación de la subjetividad, es donde aparece el “yo”.

Toda la primera estrofa es un gran hipérbaton, donde el arpa aparece al final. Hay una larga descripción, que va generando expectativas, porque como lectores no sabemos a qué se está refiriendo el texto, hasta que finalmente aparece el objeto. Primero se refiere la situación y el estado, (olvidada, silenciosa y cubierta de polvo), se anteponen todos los elementos circunstanciales, antes de que aparezca el verbo y el sustantivo. El arpa está arrinconada, sola, en un salón, que es un ámbito que por lo general se utiliza para la comunicación. Ese ángulo oscuro del salón marca el estado del alma del poeta, un estado donde está latente la posibilidad de comunicación. En la expresión “de su dueña tal vez olvidada”, no hay una negación rotunda del olvido. Está sí cubierta de polvo, que es una muestra de que al menos desde hace un buen tiempo nadie se ha ocupado de ella. Lo que sucede con el arpa es lo que pasa con el genio poético cuando está carente de estímulo, se llena de polvo.  Se cierra la estrofa de forma impersonal “veíase el arpa”, todavía el poeta no se involucra en el texto. Pero, de todas maneras, el cierre de la primera estrofa no es completamente negativo, porque si bien el arpa está en un ángulo oscuro, se ve, está abierta a posibilidades, está a la espera de que la toquen.

La segunda estrofa, en su totalidad, es una exclamación. Comienza con una prosopopeya, donde las notas duermen en las cuerdas, y a su vez ese dormir es comparado con el del pájaro en las ramas. Las cuerdas del arpa, al igual que los pájaros dormidos, guardan en potencia el canto, la música, el genio poético. Sólo se necesita la mano del artista, la mano inspirada, que arranque de lo dormido, de lo quieto, de lo que está en reposo, la creación, la poesía.

Dije, cuando hablé de la estructura, que en la tercera estrofa es donde se intensifica la subjetividad, porque es donde aparece el “yo”. Aquí sí se alude directamente al genio poético y se repite nuevamente el verbo dormir, que es un verbo esperanzador, porque implica un posible despertar. Finalmente, la inspiración es para el poeta, lo que es Jesucristo para Lázaro. Es muy significativo el ejemplo, porque lo de Lázaro no es un simple despertar, es una resurrección, con lo que podríamos llegar a pensar, que la inspiración en el poeta tiene un carácter divino, milagroso.

Este artículo forma parte del libro Cadencias que el aire dilata en la sombra del mismo autor.

[1] Blog del autor: PALABRA ESCRITA

2 thoughts on “Rima VII, de Gustavo Adolfo Bécquer

  • En las partes que hay símil, que elementos se relaciona?

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  • ¿No tiene nada que ver la mano de nieve?

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