Natasha Preston ensalza el thriller juvenil con 'La Cabaña'
PILAR M. MANZANARES. Tw: @Pilar_Manzr
El thriller es para mí uno de los géneros literarios más complicados. Sumergir al lector en un sentimiento constante de intriga, dudas y nerviosismo es un trabajo arduo y extremadamente gratificante cuando se consigue. Dentro de esta categoría el thriller juvenil siempre se ha considerado el hermano pequeño de la escritura de suspense, quizá dicha idea derive de los prejuicios concebidos en relación a las nuevas corrientes novelescas. Solemos creer que lo nuevo, aquello que ha sido creado para las actuales generaciones no tiene la misma calidad que su predecesor. En resumidas cuentas, que cualquier tiempo pasado fue mejor. Sin embargo, existen autoras como Natasha Preston que rompen esos esquemas.
La autora británica ha enamorado a gran parte del mundo con sus textos y prueba de ello es su último best-seller, La Cabaña, que gira alrededor de un grupo de estudiantes decididos a pasar un fin de semana de juerga en una casa en el bosque. Unos días de diversión es justo lo que necesita la protagonista, Mackenzie. Quiere disfrutar al máximo con sus amigos, lejos de sus padres y las obligaciones. Pero tras una noche loca dos de ellos mueren… asesinados. Sin signos de que la puerta haya sido forzada y ningún rastro de forcejeo, las sospechas recaen sobre el resto. Entre ellos solo hay un asesino. Sin embargo, ninguno es inocente.
Seamos justos, nada más leer el argumento lo primero que piensas es que es el desarrollo de una película de Antenta 3 del sábado por la tarde, esas que todo el mundo crítica, pero que luego resulta que tienen una gran audiencia, igual que los libros para adolescentes. Aunque esta concepción cambia desde la primera página.
La cabaña es un libro dinámico, fresco, con personajes que no se dividen en buenos o malos, sino que demuestran una complejidad que poco a poco se va desenredando. La solución al sorprendente asesinato se bifurca en diferentes ramas a lo largo de toda la obra, dando pie al lector a enfadarse y reconciliarse con los protagonistas con el paso de los capítulos.
Es curioso como Preston ha creado un aura que sirve para conectar al público con los sospechosos más que con aquellos personajes fallecidos en extrañas circunstancias. No justifica la violencia ni mucho menos, pero la erige como una parte intrínseca del ser humano, un elemento que puede cambiar el carácter y los valores de una persona atendiendo a experiencias pasadas.
El lenguaje es coloquial y la presencia de elementos externos a lo sucedido en ese bosque es más bien poca. Al estilo Juan Palomo, ellos se lo guisan y se lo comen, los actores de la historia van descubriendo que su amistad no es tan fuerte, ni tan verdadera como creían.
Si bien es cierto que el libro puede abusar en algunos capítulos de las tramas amorosas, tras su lectura estas se ven opacadas por la gran dosis de suspense que reina en él.
Sin duda es un libro que hace honor a un género que tiene tantos seguidores como detractores. Bienvenidos a la cabaña.