La Velasco se ríe de sí misma en "El funeral", insólita fiesta de humor negro
Por Horacio Otheguy Riveira
No hay otra igual. Nadie comparable, genio y figura, cine de todos los géneros, televisión de ficción —de Santa Teresa a perversa millonaria—, presentadora de los programas más variados, y en el teatro: de la revista al melodrama, de la comedia al musical, paseándose por la tragedia griega… y las pasadas temporadas 2016-2017 debutante en un monólogo escrito por Ernesto Caballero y dirigido por Gerardo Vera, Reina Juana, de una trascendencia nunca antes alcanzada.
Y ahora, sorpresa sorpresa (parafraseando aquel programa de televisión que ella misma rememora en escena), se festeja haciendo de sí misma muerta en una función inclasificable.
Escrita y dirigida por uno de sus hijos, afrontando con valentía cada representación con dolencias físicas muy molestas, Conchita Velasco se lo pasa bomba, divirtiéndose «porque me da la gana», bromeando con su muerte «en La Latina, a lo grande, parando el tráfico», y consigue la colaboración virtual de Andreu Buenafuente y sobre todo logra el apoyo de un público entregado que la va a aplaudir, haga lo que haga, aunque la obra de teatro no sea tal, pues se acerca más a un largo sketch de revista a la que le faltan números musicales; una larga situación salpicada de chistes y la simpatía irresistible de «la chica ye-yé» que nunca ha dicho no a la prensa del corazón, que se ha suicidado a sala llena enfrentándose nada menos que a Mari Carrillo en Buenas noche, madre… y tantas otras aventuras donde entre enormes éxitos —y algunos fracasos que son la sal y la pimienta de toda gran trayectoria teatral— ahora recala en un Funeral sui generis que no está a la altura de su talento, pero sí a la preciosa altura de su libertad para abandonar todo esfuerzo entre otros textos y abocarse a esa risa que brota de todo su cuerpo cuando bromea con su inminente muerte («eso sí, espero que me queden un par de añitos»), hace cosquillas a la Prensa que apenas le dedica espacio post mortem, y pregunta al público si toda su vida en el espectáculo «no fue para tanto, ¿o sí fue para tanto?», y todos gritan un «¡Sí!» que surge del amor incondicional por su estrella favorita.
Hay golpes de efecto como en función de Nochevieja, y hasta una jubilosa distribución entre el público de montaditos de salami con queso «como en las películas americanas que cada vez que alguien se muere menudo banquete que se brindan»; aquí no se da tanto pero entre chascarrillos y varios efectos especiales, Conchita y los cuatro buenos profesionales que le acompañan como coro enamorado… se olvidan del teatro propiamente dicho y montan otra cosa, algo parecido a una fiesta familiar, un reencuentro sin divismo, con parodia de parodias sin rumbo ni concierto pero con ella, la mujer a quien Fernán Gómez le pega un tiro en Pim, pam, pum fuego en blanco y negro, o la misma que, a todo color, envejeció prematuramente en los 70 para dar vida a la amargura de Tormento de Pérez Galdós, y la misma que en este mismo escenario se coronó de gloria en la piel de Madame Rosa, tragicomedia de una veterana prostituta en decadencia… Ninguno de estos gloriosos personajes, en trayectoria tan larga, está ahora presente, pero lo importante es la burladora que se presenta vestidísima de blanco marfil que es el personaje elegido por la Velasco para reír en compañía y afrontar lo que hace unos años comentó en público: «Yo sé que en el escenario nada malo me puede pasar; tengo miedo a la oscuridad, a la muerte, al más allá y al más acá, pero en el escenario no».
El funeral de Manuel M. Velasco es un Velasco y Velasco que no resiste el análisis crítico de un espectáculo, es puro reencuentro con el arte de dejarse querer entre bromas que ocultan antiguos y recientes temblores. Algo sólo posible a través del éxito popular de una figura que rompe las reglas y hace lo que le apetece partiéndose de risa, tendiendo la mano a una masa anónima cuyos aplausos la abrazan una y otra vez interrumpiendo la función y al final en un doble saludo, como si no quisiera irse, como si ya mismo estuviera protagonizando su propia capilla ardiente en La Latina, un largo sueño anunciado…
Autor y director: Manuel M. Velasco
Reparto: Concha Velasco, Jordi Rebellón, Cristina Abad, Clara Alvarado, Emmanuel Medina
Vestuario: Ion Fiz
Escenografía: Asier Sancho
Diseño de iluminación: José Manuel Guerra
Música: Juan Cánovas y Juan Robles
Diseño Grafico: David Sueiro
Producción: Jesús Cimarro
Teatro La Latina. Del 4 de octubre al 20 de enero 2018
PENSABA QUE SE TRATABA DEL GENERAL JUAN VELASCO ALVARADO QUE DEVOLVIO LA TIERRA AL CAMPESINO, LOS VERDADEROS DUEÑOS DE LAS TIERRAS DEL TAHUANTINSUYO, Y QUE LOS EXTRANJERO SE LAS APROPIAROS, Y VELASCO HIZO QUE DEVOLVIERAN LAS TIERRAS A SUS LEGITIMOS DUEÑOS LOS CAMPESINOS.
ESE EL TEMA QUE ME INTERESA DEL GENERAL VELASCO, LO OTRO SON TEMAS BALADI.