El hombre que camina
Por Julia Mª Carvajal
El Museo Guggenheim de Bilbao abrió sus puertas hace veintiún años, el mismo día que se cumplió la efeméride, 18 de Octubre, se inauguró una exposición retrospectiva de Giacometti, compuesta por doscientas obras que reunen trabajos como escultor, pintor y dibujante, aunque la escultura sea su más conocida y temprana faceta, con catorce años esculpió el busto de su hermano Diego, que junto con su mujer Annette fueron sus modelos preferidos. En las salas de la pinacoteca se ha diseñado un recorrido por las distintas etapas de su trayectoria artística, desde el cubismo, pasando por el surrealismo, el existencialismo y la última, más íntima y personal.
Hasta finales del mes de Febrero de 2019, pueden contemplarse sus famosas figuras alargadas, reflejo de la fragilidad y soledad que rodea a todo ser humano, y también de la angustia vital de su autor.
Destacan en la extensa muestra tres obras identificativas del artista:
“El hombre que camina” (‘L’Homme qui marche I’), es una escultura de bronce, de casi dos metros de altura, de un hombre solitario caminando con sus brazos colgando a los lados, en ella la imagen de un hombre corriente se expresa como un símbolo de humanidad, el equilibrio del caminante hace alusión a la fuerza interior del ser. En 1960, habían pedido a Giacometti que formará parte de un proyecto público para el banco Chase Manhattan en Nueva York, en el que iban a colocarse esculturas de bronce alrededor del edificio. Creó varias piezas, entre ellas esta, pero por diferencias de criterio con el proyecto abandonó el encargo, no así la obra, la fundió en metal, y la exhibió en la Bienal de Venecia un año después. En 1962 le otorgaron el gran premio de escultura en la Bienal de Venecia, distinción que le consagró a nivel internacional. En 1988 “El hombre que marcha”, considerada su creación más representativa, y el punto culminante de su investigación sobre la figura humana, fue reproducida en el billete de 100 francos. En 2010 fue vendida en subasta por sesenta y cinco millones de libras.
“La mujer cuchara” (“La femme cuillere”), realizada en 1927, primero en yeso y posteriormente fundida en bronce, es la pieza clave de su etapa cubista. En esta obra, Giacometti interpreta la geometría característica del Cubismo, la simplicidad formal de la modernidad europea, la escultura, inspirada en las cucharas ceremoniales antropomorfas de la cultura africana, constituye un homenaje a la fertilidad.
“Mujeres de Venecia” (“Les femmes de Venise”), son ocho esculturas de un metro de altura realizadas en yeso, producidas para la Bienal de Venecia en 1956, y originalmente pintadas en rojo y negro, con este conjunto escultórico Giacometti experimenta con otros materiales y texturas, especialmente yeso, barro y pintura. Estas estilizadas efigies suponen un momento decisivo en la evolución del artista.
Alberto Giacometti nació en1901 en Borgonovo, Suiza, cerca de la frontera italiana, donde creció en un ambiente de artistas. Su padre, Giovanni Giacometti, había sido pintor impresionista. Tras terminar la enseñanza secundaria, se trasladó a Ginebra para cursar estudios de pintura, dibujo y escultura en la Escuela de Bellas Artes y en 1922 viajó a París, para estudiar en la Académie de la Grande Chaumière en Montparnasse bajo la tutela del escultor Antoine Bourdelle. Fue allí donde adoptó el cubismo, sin embargo, le atrajo más el movimiento surrealista, cinco años más tarde presentó sus primeras esculturas surrealistas en el Salón de las Tullerías. Estableció su residencia en Montparnasse, y allí conoció a otros artistas como Joan Miró, y Pablo Picasso, además de escritores, entre ellos a Jean-Paul Sartre, y André Breton, para el que escribió y dibujó en su publicación Le surréalisme au Service de la Révolution. Entre 1935 y 1940, Giacometti desarrolla su escultura en torno a la cabeza humana, prestando especial atención a la mirada, sus estatuas comenzaron a estirarse alargando sus extremidades, así surgió esa característica que hace que sus obras se reconozcan y distingan de cualquier otra obra escultórica.
En 1949 se casó con Annette Arm, que se convirtió en su modelo más fiel e incansable, capaz de soportar muchas horas posando para él.
En 1954 recibió el encargo de diseñar un medallón con la imagen de Henri Matisse lo que le llevó a ejecutar muchos dibujos. En estos años también se dedicó a pintar.
En 1961 se organizaron exposiciones de sus obras en la galería Maeght de París y en la galería Pierre Matisse de Nueva York, para cuyo catálogo su amigo Jean-Paul Sartre escribió la introducción.
En 1964 pinta un retrato de James Lord, quien fotografía al artista y graba las conversaciones que mantiene con él, reuniendo un material que publicará en 1965 en su libro Alberto Giacometti: A Portrait, una biografía intima en la que se narra el tormento al que se ve sometido en el proceso creativo y la frustración que siente por la inalcanzable perfección.
En 1965 el Museum of Modern Art de Nueva York dedica a Giacometti una amplia exposición, que viaja a Chicago, Los Ángeles y San Francisco, la Tate Gallery de Londres inaugura la retrospectiva Alberto Giacometti: Sculpture, Paintings, Drawings, y el Stedelijk Museum de Ámsterdam exhibe sus dibujos. En noviembre, el Estado francés otorga a Giacometti el Premio Nacional de las Bellas Artes, y la Universidad de Berna le nombra Doctor Honoris Causa.
Alberto Giacometti fallece en Enero de 1966, es enterrado en Borgonovo, la ciudad donde nació, aunque en Francia, país del que tenía la nacionalidad, es donde elaboró la mayor parte de su trabajo.
Acercarse a la obra de Giacometti, es un paseo por el cielo y el infierno del creador, locura y talento unidos en una visión del mundo, emocionarse con la genialidad de una escultura que casi sesenta años después sigue caminando.
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