El escritor y su curiosidad (9)
PROLÍFICOS y RAPIDILLOS
Hay autores de mano fácil y autores de mano fértil. Los hay que escriben a velocidades supersónicas y los hay que no paran ni a la hora de dormir. (Tampoco faltan los que escriben en la cama). Se puede escribir con rapidez y haber publicado pocas obras, pero si ha publicado muchas, por fuerza ha de haber escrito a toda máquina. Rapidillos y prolíficos. Aunque parezca extraño y pensemos que tanto la rapidez como el exceso de producción están reñidas con la calidad, en ambas categorías militan escritores conocidos, famosos e incluso clásicos de la literatura universal. No es lo normaL pero ahí tenemos a nuestro Lope de Vega con 1800 obras de teatro, 3000 sonetos, 3 novelas, 4 novelas cortas, 9 epopeyas, 3 poemas didácticos publicados y aún le quedó tiempo para luchar en la Gran Armada, hacerse sacerdote y practicar con largura y profundidad el deporte de los amoríos y dar al mundo 15 hijos (reconocidos). Si Cervantes lo llamó Monstruo de la Naturaleza, no fue por falta de razones.
El que, ahora, un tipo llamado Philip M. Parker, quiera ostentar el título de escritor más prolífico de la historia, no tiene demasiada importancia, dada la tecnología actual. Así, cualquiera. El tal Parker -ya puede, con ese apellido de pluma elitista- ha diseñado un software para trabajar con bases de datos e Internet desde la cual la información es codificada de forma automática para saca libros a la misma velocidad que la cadena de producción escupe tornillos. En poco más de diez minutos puede ¿crear? un best seller. Pero algunos libros se le resisten y entonces el tiempo se le estira hasta las tres horas. Una barbaridad. Pero vamos a establecer la media: 10 libros al día. Unos 200.000 debe cargar ahora en sus espaldas, más o menos. Últimamente se aburría de tanta novela y ha ampliado su campo de actuación a la poesía, y en nada ya anda por el millón de poemas. ¡Y yo sin leer ninguno! Por lo visto, los versos salen siguiendo la teoría de grafos -una rama de las matemáticas y las ciencias de la computación- y los valores matemáticos utilizados relacionan a las palabras entre sí dentro de una red semántica. Un jeroglífico, vaya. Lo malo es que con pocos como él nos quedamos sin un árbol en el planeta. Un poco de sosiego, Mr. Parker.
Otro que tal baila es Ryoki Inoue, 72 años, escritor brasileño de origen japonés. Ha imprimido la friolera 1.072 novelas y ha escrito y escribe –los datos de producción no son definitivos- en decenas de periódicos y semanarios. Hoy día, publica seis trabajos al mes. Comenzó a escribir a los 40 años. Antes era médico. Si todo lo hacía con la misma rapidez no quiero ponerme en la piel de cualquier enfermo que pasara por su consulta.
En general, los autores de novela negra o romántica parecen tenerlo más fácil a la hora de la producción escrita. Bárbara Carlan tiene el record Guiness tras haber publicado 23 en un solo año. Nuestra Corin Tellado dio al aire unas 400 novelas, todas rosas.
Hay, sin embargo, escritores muy conocidos que han publicado a espuertas. Los nombres de Isaac Asimov en literatura de divulgación científica –unas 500 novelas, ensayos y cuentos-, Stephen King, rey de la novela negra, que se pega 5.000 palabras de una sentada o Víctor Hugo están en la mente de todos.
Pero quien me fascina, realmente, es César Vidal. Con el añadido de que no se limita a escribir de un tema, sino que, como los grandes cantaores, toca todos los palos y lo mismo escribe de filosofía o religión como de historia, lo sobrenatural y lo que se le ponga por delante. Que tira mucho de copia y pega… dicen quienes le envidian. Que tienen una buena tropa de colaboradores –no necesariamente negros-… lo mismo. Él, a lo suyo. Ahora parece haber echado el freno; al menos, no se ven tantos libros suyos en las librerías, que ha habido épocas en que los escaparates parecían propiedad de D. César. En el año 2006 publicó 28 libros, aunque solo 22 fueron primera edición. ¡Humm, por uno no batió el Guiness! Cada 16`5 días, libro al aire. Algunos malintencionados se preguntan cómo se puede escribir un libro en tan corto espacio de tiempo, y más teniendo en cuenta que necesita consultar información procedente de otras fuentes. Milagros tiene el Señor, al que nunca accederemos los incrédulos.
Otro tipo de escritores son los rapidillos, aquellos capaces de escribir una obra en un tiempo record. De no tratarse de una exageración romántica, ese record se lo adjudicamos a Goethe, que escribió El joven Werther en una sola noche. ¡Lo que eran capaces de hacer los románticos para sacarse de encina la depresión por un amor no correspondido! ¿Ven? Otra utilidad de la literatura, la terapéutica.
En ocasiones, esta rapidez obedece a la presión de lectores ávidos, auténticos fans al estilo deportivo, que necesitan imperiosamente leer a sus ídolos, como nos recuerdan Stephen King o George R R. Martin. Cada dos meses, libro a la calle. Obligados.
En épocas pretéritas, cuando los folletines estaban de moda, escritores de la talla de Dickens o Dumas cobraban por palabras, por lo que la velocidad de la escritura estaba justificada. ¿Cómo no iban a tener ayudantes remunerados? Que Dumas apostara a que escribiría El caballero de la casa roja en tres días y lo acabara en 6 horas tuvo poco de extraño, pero mucho de negro. Recuerden también a Dostoweski. A causa de su afición al juego, debía dinero a su editor, que se lo había adelantado para escribir El jugador. Se vio con la soga al cuello y echó mano de una taquígrafa para escribirlo –dictárselo- en solo una semana. Ningún mérito imaginativo: solo tuvo que mirarse en el espejo.
Tres semanas le llevó a Conan Doyle escribir Estudio en escarlata, la primera en que apareció su más famoso personaje, Sherlock Holmes. Y tres semanas, también, utilizó Jack Kerouac para En la carretera.
Finalizamos con un caso más reciente: John Boyne despachó en dos días y medio su exitoso El niño del pijama de rayas. Considerado así, en sentido literal, un tiempo engañoso, como siempre, pues no están contabilizados los días y meses que utilizó para desarrollar la historia a partir de la idea, planificar, documentarse, dar con el tono adecuado para escribir y otras cuestiones imprescindibles que se afrontan antes de coger el bolígrafo. O el ordenador.
Antonio Tejedor García
Buen artículo pero creo que Tellado escribió más novelas.
Un saludo