'Mujeres en la alborada', de Yolanda Colom
Mujeres en la alborada
Yolanda Colom
Pepitas
Logroño, 2018
300 páginas
Por Ricardo Martínez Llorca / @rimllorca
Aunque uno tenga la impresión de que se va a enfrentar a un libro que sirve de consuelo a la autora, además de para justificar sus años en la guerrilla de Guatemala (“No logramos llevar al pueblo la conquista del poder político (…). Pero se acabaron los tiempos en los que los guatemaltecos soportaban callada y pasivamente lo que gobernantes, explotadores y opresores hacen con ellos desde tiempos inmemoriales”), en buena medida nos hallamos frente a una experiencia de vida salvaje, de contacto con la naturaleza en grupo y escondiéndose, que es el verbo que significa jugar en la infancia: “nuestras fuentes de alegría eran inacabables: vivir la fraternidad colectiva, el amor de nuestra pareja, la travesura de algún compañero. Contemplar una estrella fugaz, una alfombra de flores en primavera, una escuadrilla de guacamayas en alto vuelo”.
Yolanda Colom (Guatemala, 1947) nació en una familia de clase media alta. De su infancia y adolescencia no da cuenta, porque el libro comienza cuando siente un impulso, imposible de frenar, que la lleva a la lucha por el desfavorecido. Se alista muy joven en una pequeña guerrilla, para encargarse de la educación de los indios y algunos ladinos que se alistaban. Como libro de cabecera tiene el Poema pedagógico, de Makarenko. Aunque aprendiera a disparar su arma, Colom dedicará muchos años a la divulgación entre poblaciones perdidas, en la montaña y en la selva, al reclutamiento y a la educación. Al principio, a nadie preocupaba que un pequeño grupo se escondiera y contara a los demás que otra vida era posible, que no tenían por qué consentir lo que estaban sufriendo, que lo que les den las manos es suyo, que la tierra es de todos y frases por el estilo. Y mucho menos cuando, por encima de convencer a la gente de alistarse, se topaba con unos hombres que prodigaban un machismo violento y unas mujeres sumisas. El feminismo será un campo de batalla tan grande como la lucha de clases: las mujeres indias están sometidas a una doble cárcel, la de la miseria y la del infierno familiar. Colom siente que ha nacido equivocadamente, hasta el punto de que llegará a tener su familia, un marido y un hijo, con los que podría haberse integrado en la sociedad guatemalteca de no tener unas inquietudes del todo necesarias. Pero durante sus años de formación en México, decide separarse de su hijo para entregarse por entero a la lucha de la guerrilla. De ahí que el hijo aparezca de vez en cuando en el libro, como si al describir toda su entrega y sus experiencias casi únicas, lo hiciera con cierto sentido de culpa. Siempre sabrá algo de él, pero durante muchos años no volverá a verle.
Así pues, Colom pisa fuerte la geografía hostil de Guatemala, comenzando por los montes y los bosques, y terminando en la selva, donde las enfermedades son tan fieras como el ejército. Entonces ya el gobierno había considerado que la guerrilla creció demasiado, y no solo envía al ejército, sino que también creará la contraguerrilla, una manada de vándalos que no se rigen por ninguna ley y acribillarán lo que se preste con tal de diezmar a los que empuñan un fusil, y a quienes les apoyan. Los sacrificios de Colom son inmensos. Separarse de su hijo es el primero, pero también el hambre, las enfermedades, la vida del montañés, la dificultad de encontrar cobijo, la obligación de permanecer con ojos y oídos alerta. Todo lo que nos hace envejecer. Pero, al fin y al cabo, ella nos relata cómo está aprendiendo a vivir en la naturaleza. La impresión que da, a lo largo de muchas de las páginas, es que su campaña de proselitismo, finca a finca, familia a familia, justifica esa elección de vida salvaje, de aventura, intensa, muy intensa, tanto como la noche, que es cuando realmente viven, se mueven, comulgan con las bestias. Mientras tanto, va narrando las minúsculas victorias que dejan a su paso, la gente que se une al movimiento y las familias que aprenden de ellos en qué consiste la propuesta de, digamos por resumir, corte marxista. El resto será una historia que todos conocemos. Aquí lo que se pretende es dar fe del tramo de vida que más mereció la pena, el viaje a pie a través de la Guatemala que nadie pisa.