Rosa María Lobo (Maya): el ángel que canta
Por: Juan M. Moratinos
Entrevista a una de las voces más cautivadoras de la música española; una mujer luchadora, con una vida difícil y, al tiempo, agradecida con ella.
Es una tarde templada y ventosa de principios de abril, fresca por momentos. Un leve aroma de azahar viene de los campos y huertas de la Marina Alta alicantina, si bien el ávido sol de la temprana primavera no logra arrancar aún los destellos más intensos del azul del Mediterráneo.
Me dirijo en mi coche desde Denia hasta Benidorm, donde a las seis de la tarde tengo una cita con una de las voces femeninas más destacadas del sello Hispavox en los años 70. Rosa María García Lobo, asturiana de la cuenca minera, más conocida artísticamente en aquel tiempo por Maya (y posteriormente por Rosa María Lobo) me espera en la Plaza Triangular, junto a la playa. Viene de un estudio de grabación donde su hijo Manuel León, guitarrista de flamenco, se encuentra ultimando una sesión para un próximo disco.
Mientras serpenteo con mi coche por las calles de Benidorm en busca de aparcamiento, una llamada de Rosa María me anuncia que la sesión en el estudio se alarga. Por fin, pasadas las siete y media estoy de pie en medio de la Plaza Triangular bajo la sombra de un magnolio esperando a que aparezca. Sólo nos hemos visto una vez antes: fue dos meses atrás, cuando Rosa María recibió un emotivo homenaje en Alcorcón al que tuve el placer de asistir, con intervención de artistas compañeras de su época como Karina, Helena Bianco o Encarnita Polo, entre otras. Apenas estoy rememorando dicho evento cuando escucho su voz llamándome. Me giro y la encuentro envuelta en un vaporoso vestido blanco, que relumbra aún más al contraluz de los últimos rayos de la tarde.
Minutos más tarde, sentados junto a un ancho velador de una terraza de una amplia cafetería próxima compartimos cervezas y frutos secos. Me encuentro ante una mujer que viene de enfrentar una vida particularmente dura y azarosa; una luchadora por su salud (recuperándose aún de un trasplante de hígado hace apenas unos años); y en especial, una voz dulce y vibrante que nos encandiló en la década de los 70 y que, en lo que a mí respecta, contribuyó a forjar mi aprendizaje musical en mi juventud cuando uno de sus temas más famosos, “Luna llena estival”, sirviera para nutrir el repertorio de Sarmiento, el grupo folklórico latinoamericano en el que me hallaba en Madrid, tutelado por Rafa Marín, requinto del Trío Siboney.
Rosa Mª: Tengo un gran recuerdo de Rafa. Con el Trío Siboney incluso preparamos repertorio, y Rafa me acompañó en algún directo cuando faltaba algún músico. Siempre lo recuerdo con su requinto. Era un hombre muy amable y encantador.
(Un comentario, no por colateral, personalmente emotivo para mí, tratándose de un músico común para ambos y además uno de mis maestros musicales.)
JM: Y dime: ¿Rosa María Lobo o Maya? ¿Y por qué Maya?
Rosa Mª: Los dos nombres tuvieron su momento. Empecé como Maya a raíz del Festival de Benidorm de 1968, cuando ganó Julio Iglesias. Yo quedé segunda con una canción titulada “La tarde”, pero ya entonces interpretaba a Atahualpa Yupanqui y repertorio latinoamericano; de ahí vino lo de Maya, por asociación a cierta raíz indígena… Y mi cambio a Rosa María Lobo vino cuando firmé después con Zafiro.
JM: Así pues, toda tu etapa previa con Hispavox la hiciste como Maya.
Rosa Mª: Así es.
Rosa María habla con tono suave y ritmo pausado. Pareciera que sus periódicos silencios reflexivos fueran palabras mudas a punto de hacerse audibles, alternados con leves sorbos de cerveza.
JM: Asturiana de la cuenca minera, ¿verdad? Y yo que te hacía más entre manzanos de Villaviciosa que entre carbones…
Rosa Mª(sonríe): Pues sí. De Moreda de Aller, y muy orgullosa de ser de esa tierra que adoro y de ser familia de mineros. Yo misma me siento muy minera.
JM: ¿Y qué recuerdos tienes de tu infancia en Moreda?
Rosa Mª (su mirada se vuelve más brillante y se queda suspendida antes de responder): Cómo te diría… La gente de la mina es muy especial. Me acuerdo cuando me despertaba de la cama, muy niña, con el sonido del trote de las mulas y miraba por la venta y veía a los mineros yendo a trabajar. Y cómo se me encogía el corazón al oír a veces la sirena a lo lejos porque algún minero se había quedado atrapado en la mina… Son recuerdos muy especiales.
JM: ¿Y cómo fueron tus comienzos en la música?
Rosa Mª: Yo vine a Madrid hacia 1967 y empecé grabando en RCA canciones de Atahualpa Yupanqui y Alfredo Zitarrosa. Atahualpa fue mi padrino artístico. Recuerdo en la presentación de mi primer disco sus elogios ante la prensa diciendo que nadie como yo había interpretado y sentido su música y su poesía como yo lo hacía, a pesar de ser asturiana y no tener raíces ni conexiones argentinas.
JM: Tu relación con Yupanqui fue intensa en aquel tiempo…
Rosa Mª: Mucho. Él además solía venir a verme actuar a un sitio llamado El Rincón del Tango, en la calle Jardines (cerca de la Gran Vía), donde cantaban también Alberto Cortez, Carlos Acuña, Betty Missiego… A mí me anunciaban como Maya, el ángel que canta. Hacíamos tres pases por noche. Y Atahualpa venía y yo flipaba como un coyote al verlo, y él siempre se quedaba encantado de oírme (de nuevo se enciende su mirada). Luego me invitaba a comer al día siguiente manitas de cerdo que le gustaban mucho en un restaurante cerca de allí llamado La Estrella… Era un hombre de una gran sabiduría y ternura.
JM: ¿Cómo fue tu salto a Hispavox?
Rosa Mª: Fue a través de un amigo de mi primer marido que trabajaba de secretario allí, que hizo que Rafael Trabuchelli me llamara un día. Él ensalzaba mucho mi voz y me decía que tenía que venir a Hispavox. Recuerdo muy bien aquel día que me entrevisté con él en su despacho.
“Atahualpa Yupanqui siempre se quedaba encantado de oírme cantar”
JM: Hablando de tu voz, ¿has estudiado canto?
Rosa Mª: Nunca. Y estoy muy agradecida de saber usar mi voz siempre de forma natural; nunca recibí clases. Mi mayor pecado, eso sí, es haber sido fumadora y serlo ahora de nuevo después de haberlo dejado un tiempo. Reconozca que me perjudica, pero una…
JM: ¿Cómo era tu trato con Trabuchelli?
Rosa Mª: Maravilloso. Trabuchelli era muy cercano, muy auténtico; se preocupaba por lo quería cantar y nunca me puso una pega por nada. Él y Waldo (de los Ríos) me mostraban temas y siempre estábamos de acuerdo. Él fumaba muchísimo en el estudio, eso sí. Sin embargo, no era muy dado a las celebraciones, ni siquiera a las presentaciones de sus discos… Pero mi relación artística con él fue muy fluida y natural.
JM: ¿Fue el mejor productor que has tenido?
Rosa Mª(parece que dudara, pero es sólo el preludio a una afirmación cargada de emoción): Sin duda. Trabuchelli era único. Además de gran músico era un hombre con mucho candor y humildad. Sin duda, el mejor productor que he conocido.
JM: Descríbeme cómo era un día que entrabas a grabar en el estudio de Hispavox.
Rosa Mª:No solía coincidir con los músicos, pues cuando llegaba ya todo el acompañamiento instrumental estaba grabado. Pero a veces que llegaba antes me encontraba a todos aquellos instrumentistas, coros…, unos músicos fantásticos. Era como entrar a un mundo distinto que él había creado y notabas que todo aquel sonido dependía de él. Por eso el sonido Torrelaguna pertenece a Rafael Trabuchelli, sin duda.
JM: ¿Por encima incluso de los arreglistas que trabajaban para él?
Rosa Mª: Es que Trabuchelli era el ingeniero en la mesa controlando los instrumentos, las voces… Él tenía su sonido en la cabeza, aunque para lograrlo sus arreglistas eran esenciales: el gran Waldo, Juan Márquez, Agustín Serrano…
JM: ¿Y cómo fue tu relación con Waldo de los Ríos?
Rosa Mª (uno ya se acostumbra a su cambio de gesto cuando le hablas de algo o alguien particularmente emotivo para ella):Con Waldo tenía una sintonía de mucha ternura y admiración. Y él también me admiraba a mí muchísimo. Era un músico enorme.
“El sonido Torrelaguna pertenece a Rafael Trabuchelli”
JM: ¿Y cómo te sentiste cuando te enteraste de su extraña muerte, en 1977?
Rosa Mª (de nuevo una pausa expectante): Pues mira, recuerdo que la noche que falleció yo estaba durmiendo en mi casa de Alcalá de Henares. De pronto, me despertó como una oleada de aire cálido. Me levanté, desperté a mi marido y se lo comenté y miré en el resto de la casa por si alguna ventana estaba abierta… Al día siguiente me llamó mi cuñado y me dijo que en la radio estaban informando que Waldo de los Ríos se había pegado un tiro. Quedé consternada, pero al tiempo intuí vivamente que aquella oleada de aire había sido él que vino a decirme que se iba.
JM: ¿No percibiste nada en él que presagiara su trágico final?
Rosa Mª: Tal vez un poco sí. Sus últimas semanas se le notaba triste, como muy solo en su casa con sus perros… Él siempre tenía la mirada como perdida… Pero nadie pensó que iba a llegar a quitarse la vida.
El gesto de Rosa María y su tono de voz se tornan lúgubres y doloridos, como si aquellos desgraciados sucesos de hace cuarenta años los estuviera viviendo ahora mismo. Trato de sacarla del bache.
JM: ¿Y cómo es que saliste de Hispavox?
Rosa Mª: Porque se paralizó un poco todo. Hubo cambios de gestión, la producción se detuvo un tanto…
JM: ¿Habías terminado contrato con ellos?
Rosa Mª: Sí, también. Pero además me decían que yo era sobre todo una artista de catálogo, como más estándar, lo que al final suponía que no me hacían demasiada promoción, y eso que había tenido temas de éxito como “Luna llena estival”… La verdad, aquello me disgustó un poco.
JM:¿Fue así entonces que saliste de Hispavox?
Rosa Mª: Y pasé a Zafiro, de la mano de Pablo Herrero y José Luis Armenteros. Fue algo muy bueno para mí también; era gente más joven con un lenguaje nuevo… Con Zafiro fui al festival de la OTI con la canción “Viviré”, de José Luis Moreno Recuero.
JM:¿Este José Luis no es Pepín Tre?
Rosa Mª: Efectivamente, Pepín Tre*. Todo un genio, por cierto.
* José Luis Moreno Recuero (alias Pepín Tre): músico, cómico y humorista madrileño que a mediados de los ’70 formó un efímero dúo con Paco Pastor (vocalista de Fórmula V), de nombre Don Francisco y José Luis. Poco después inició su carrera como cómico y humorista, en paralelo a la de compositor para otros artistas como es el caso.
JM: Pero déjame que vuelva a la época de Hispavox. Porque mira qué sorpresa te he traído…
De una bolsa que llevo saco el disco single de “Luna llena estival”, y ella al verlo enmudece un segundo y seguidamente se rinde en una suave exclamación mitad extrañeza y mitad gozo.
JM:Y es que también he venido para que me lo firmes. Pero dime, ¿cómo llegó esta canción a tu repertorio?
Rosa Mª: “Luna llena estival” era una canción de Sergio Solar, que era requinto del grupo Latitud Sur, un cuarteto de guitarristas argentinos (menos Sergio que era chileno) maravillosos. Ellos me solían acompañar entonces, y un día vino Sergio y me enseñó la canción. Y a mí me gustó mucho, porque a pesar de su aire folklórico, pues es una cumbia, tenía al tiempo un aire moderno…
JM:Es que es un tema muy pop, muy fresco… y hasta con cierta cadencia de samba argentina.
Rosa Mª: Y a Trabuchelli le gustó mucho como quedó.
JM:Pero en este tema no intervino Waldo de los Ríos con los arreglos…
Rosa Mª: No, para nada. Los arreglos de guitarras y voces fueron todo del propio Sergio Solar. Y Latitud Sur lo grabó conmigo.
Rosa María se queda mirando la portada de su disco como si no se reconociera en ella; como si ver el nombre de Maya impreso en él le resultara algo demasiado lejano o incluso ajeno.
Rosa Mª: ¿Sabes?, este disco yo no lo tengo.
Parece que me estuviera pidiendo que se lo dé, pero entonces ¿qué hay de su firma y dedicatoria que quiero para mí? Mi salida ante el aprieto no por urgente es menos sincera:
JM:Pues te lo voy a buscar en Madrid. Seguro que en alguna tienda que queda de discos lo encuentro.
“He sobrevivido a tantas cosas…”
Llevamos cerca de una hora hablando relajada y placenteramente, removiendo recuerdos de su vida musical. Pero acaso es demasiado tiempo para no sustraerse a su necesidad de fumar, un defecto que asume con la misma humildad con que ha afrontado los distintos avatares de su vida. Así que salimos afuera un rato para descubrir la luminosa noche de Benidorm que acaba de caer. Momento en el que me habla de Gustavo Arias, un músico y escritor colombiano que ha escrito algunos temas para su último disco por su 50º aniversario en la música, y muy aficionado también al Sonido Torrelaguna, según me dice.
Llegado a este punto me veo tentado a preguntar por su vida en general; y yo que había leído en internet algunos pasajes muy duros (divorcios, abandonos, negocios fracasados, incluso el suicidio de un hijo…), sin atreverme a hurgar en las heridas sí, en cambio, y para no salirme de la música incido de soslayo con una pregunta cuya respuesta casi la adivino.
JM: Y tú, Rosa María, que sé que has tenido una vida difícil, ¿qué crees que ha supuesto la música para ti? ¿Te ha servido para ahogar penas?
Rosa Mª: Sin duda. A mí la música… (de nuevo hace una pausa reflexiva con la mirada encendida) me ha hecho vivir. De hecho, una canción como “Viviré” es como si estuviera hecha para mí, como si… ¿Sabes?, a veces hay canciones que vienen con una misión, y en esa canción en concreto se refleja mi vida. Porque he sobrevivido a tantas cosas…
Consumido su cigarro entramos dentro de nuevo. La charla se ha hecho más informal, y yo he dejado de grabar con mi móvil. Pero al hilo de la última pregunta y la última frase de su respuesta de pronto ella me sorprende con una historia alucinante.
Rosa Mª: En 1971 estuve clínicamente muerta durante un tiempo. Y fue increíble…
Oído así suena tan impactante que sólo puedo conectar de nuevo la grabadora del móvil. Y me cuenta cómo a raíz de una simple y preventiva operación de apendicitis una complicación insospechada desembocó en una serie de intervenciones ulteriores (hasta cinco), en alguna de las cuales vivió una auténtica ECM (experiencia cercana a la muerte).
Rosa Mª: No crucé ningún túnel ni vi a ningún familiar fallecido como cuentan en estos episodios. Yo sólo me encontraba flotando en un estado de paz indescriptible… (de nuevo sus gestos acompañan el tono emocionado de su voz) Muy a lo lejos escuchaba las voces de los médicos: “Vuelve, Rosa María, tienes que volver”. Pero yo me encontraba tan, tan bien, en una plenitud tan maravillosa… No sé describirlo; lo único que sé es que no quería volver.
Y al recordarme de paso cómo mucho más recientemente ella fue objeto de un delicado trasplante de hígado, y sigue adelante, con su espíritu positivo y optimista, uno se convence de que esta mujer es una sobrevividora muy especial.
Rosa Mª: No le tengo miedo a la muerte. Porque sé cómo es, ya la he visto; y sólo puedo esperar algo muy grande y bello de ella.
Entramos de nuevo al bar y le pido que me firme mi single de “Luna llena estival” (asegurándome de paso así que no se lo va a quedar finalmente). Parece estar escribiendo un testamento sobre la contraportada del disco… Por último nos hacemos unas fotos. Me intriga enormemente lo que me habrá escrito y suscrito con su firma, pero me reservo este tipo de cosas a la intimidad, como cuando lees una carta en ausencia de su remitente.
Tras la despedida emprendo la vuelta nocturna en coche hasta Denia. Al parar para repostar en una gasolinera me decido a leer su extensa dedicatoria sobre la carpeta del disco. Y aunque me sigo reservando el derecho de intimidad, no me resisto a admitir que me sentí bendecido tras leer esas palabras, y que valió mucho la pena recorrer casi 50 kilómetros de ida y otros tantos de vuelta para encontrarme con una mujer tan excepcional; ese tipo de personas que te hacen pensar que la Humanidad (con y sin mayúsculas) aún pervive y sobrevive entre nosotros, como ella. Gracias, Rosa María.