'Imágenes de Suecia', de Lars Gustafsson y Agneta Blomqvist
Imágenes de Suecia
Lars Gustafsson y Agneta Blomqvist
Traducción de Neila García
Nórdica
Madrid, 2018
199 páginas
Por Ricardo Martínez Llorca / @rimllorca
“Vemos soledad, borrachera y peleas, pero también alguna pareja que regresa feliz a casa en esta interminable noche de verano”, dicen, con toda la sencillez del mundo, los autores para concluir una de las estampas del libro. La frase contiene, en cierta medida, todo lo que nos obliga a pensar y sentir el libro. De entrada, cabe señalar que las noches de verano en Suecia son muy cortas si uno se atiene al reloj. Pero pueden ser interminables si alguien desea que no se acabe nunca. Ese alguien son los narradores del libro, quienes acostumbran a mirar en vaso medio lleno de belleza. Aquí lo que importa no es la soledad y las peleas, algo que ha existido siempre, sino las parejas felices con las que remata lo que presencian, algo que o permanece o se ha inventado recientemente en este país que es Suecia. El libro está escrito siempre en ese tono sencillo, tan difícil de componer si uno escribe con la cabeza. Lo extraño es escribir con los sentimientos. Pero al menos uno de los autores, Lars Gustafsson, nos demostró en Muerte de un apicultor que posee el don rarísimo de evadir lo complejo a lo que nos lleva con frecuencia la mente, para escribir con un cariño que nos puede llevar casi hasta las lágrimas. En este caso, no hay tristeza, aunque sí nostalgia. Pero lo nuevo, aquello que ha venido a implantarse encima de algo que, ahora nos damos cuenta, nos gustaría haber conservado, puede poseer también enigma, descubrimiento y ser fuente de la que emana algo bueno.
Para ello recobran la escala humana, que es desde y para la que escriben. No importa si se trata de algo inmenso, como un fiordo, o un minúsculo detalle en la fachada de un gran edificio. Concebir que escriben para los hombres es uno de sus éxitos, tal vez la clave que hace de este libro un ejemplo de cómo representar el cariño sin caer en pornografía sentimental. La amabilidad se impone también cuando hablan con el pasado, pues las estampas nos detallan el lugar, pero también lo que fue y hasta lo que pudo haber sido. Es Suecia por una suerte de azares que llevaron a los autores a nacer dentro de unas fronteras, pero en literatura, en arte, lo que tenemos delante es hogar. Es infancia, por supuesto, y es ilusión de cara al futuro, pese a la polución que lleva, también amablemente, a la melancolía. Aquí y allá aparecen las leyendas y los seres emblemáticos del país. Y constantemente se busca el equilibrio entre la civilización y la naturaleza. Se busca y se desea, como se desean tantas cosas que nos hacen mejores, como se desea la poesía. Pues, sin duda, estamos frente a un libro que es más poesía que viaje. Un libro que nos habla de un modo de vida universal u particular a un tiempo. Y nos habla de unos autores que saben que para sobrevivir en un planeta que parece venirse abajo, no habiendo sitio al que huir, o uno siente con el punto justo de ternura lo más próximo, o acabará destrozado. Un libro hermoso construido con los cimientos de un país y los tabiques de la literatura. Un libro bueno, en el buen sentido de la palabra bueno.