Ha muerto Neil Simon, el gran buscador de la felicidad entre hombres y mujeres

Por Horacio Otheguy Riveira

Se fue yendo ya con algo más de 80 años, aunque cuenta la leyenda que nunca se despidió del todo del teatro, visitante de las producciones que se iban sorteando por el país, muy ligado al cine, además de los escenarios, con obras originales o adaptadas de sus producciones teatrales. Neil Simon falleció el pasado 26 de agosto a los 91 años, poco antes había dicho en rueda de amigos teatreros: «… pensaba que iba a ser más difícil, pero moriré de viejo, como si se apagaran las luces de escena poco a poco, dejándome detrás, en una penumbra muy bonita, y sin música, por favor, que ahora le meten musiquitas a cualquier cosa. Y el telón bajando lentamente quedará precioso, los aplausos atronadores, vaya ovación…». Sonrisa tierna. Su tiempo había durado muchos años, desde el comienzo de la década del 60, y desde entonces hasta entrado el siglo XXI no paró de cosechar éxitos, manteniéndose lozano con un mismo esquema de situaciones de parejas sentimentales o de amigos en crisis con un sentido del humor característico de la literatura judía liberal (cercano, por ejemplo, a la ironía palpitante de Woody Allen), y a la vez estupendo creador de lo que en su tiempo se dio en llamar «comedia dramática», y hoy, bajo influencia de la tele, «dramedia»: al calor de las enrevesadas neurosis de sus personajes, una melancolía poética les recorre de pronto, para dar paso rápidamente a amables sonrisas. Siempre en un contexto de pieza tradicional en cuanto a estructura dramática y ambientación realista, Neil Simon fue un auténtico maestro que trajo aire fresco al teatro estadounidense, gran forjador de diálogos brillantes, y sobre todo del arte de contar historias que a todos nos atañen en el vaivén emocional eminentemente masculino (aunque con excepciones) ante los sentimientos.

Casado varias veces, dos con la misma mujer —divorcio de por medio—, trasladó al escenario y la gran pantalla el pim pam pum cotidiano de las pequeñas manías y las grandes aspiraciones, de los sueños y frustraciones de encuentros que siempre aspiran al final feliz… aunque no siempre lo consigan. Con La extraña pareja en cine batió récords. Una película realizada sin vuelo alguno, más bien pobre, pero con dos actores emblemáticos de Billy Wilder, que encajan a la perfección un conflicto insólito en la cultura en general: dos amigos heterosexuales que conviven como un matrimonio tras divorciarse. Conforman esa «extraña pareja» que se convirtió en un clásico teatral representada aún hoy en medio mundo. Un hombre con manías consideradas puramente femeninas (la limpieza, el orden, la dependencia sentimental con la mujer que le dejó, que le lleva a una depresión —amarga para él, divertida para un público que descubre lo cómico de sus angustias—) en una incómoda convivencia con su mejor amigo, el clásico machista, fumador, desordenado, aspirante a mujeriego. Tópicos que saltan los límites de los lugares comunes del teatro, rompen filas y sorprenden entre risas, aportando una nueva mirada sobre las relaciones humanas y la flexibilidad de ser, simplemente, un hombre con sus prejuicios y los límites que cada sociedad le impone.

Jack Lemmon y Walter Matthau en una secuencia de La extraña pareja, de Gene Saks, 1968. 
Excelente trabajo de dos cómicos entonces de gran éxito en el mundo de las «salas de fiesta» y la revista musical en una versión modélica dirigida por el veterano José Osuna.

En España, La extraña pareja tuvo más de diez producciones a partir de 1965, adaptada y dirigida por Alfonso Paso, entonces un comediógrafo de gran éxito, con Francisco Piquer y Manolo Gómez Bur. En 1987, Andrés Pajares y Fernando Esteso sorprendieron gratamente con una interpretación formidable en el teatro Calderón, dirigidos por José Osuna. Otro tanto sucede con la última versión femenina con Susana Hernáiz y Elda García, dirigidas por Andrés Rus, un hallazgo donde el buen humor y el drama soterrado navega rompiendo los estereotipos de las mujeres (otra destacada versión femenina fue estrenada en 2001 con Cristina Higueras y Fiorella Faltoyano, dirigidas por Eusebio Lázaro).

Grandes trabajos en 1992 de Carmen Bernardos (luego María Asquerino) como la severa abuela, y Ana Marzoa en el papel de la muchacha que huye de su tiranía, pero regresa para decirle «basta»… en Perdidos en Yonkers, una de sus piezas más dramáticas con importante influencia del gran teatro psicológico estadounidense.
Susana Hernáiz, Elda García, La extraña pareja entre mujeres: un festival de admirable comicidad.

 

Neil Simon murió de viejo, como él quería, y el telón se deslizó dejándole en penumbras, falleciendo no en el hospital —como ocurrió, víctima de neumonía convencional— sino sentado en el confortable sillón de su despacho, desde donde tantas veces escribió, rió y se lamentó porque casi nunca conseguía lo que se proponía. Un mal eterno en los buenos escritores que siempre vuelven a intentarlo. Nunca quiso decir cuál era su obra preferida, ya que no quería quedar mal con los mayores éxitos, «cosas de la vida, qué difícil es estar de acuerdo con los que pagan la entrada para pasárselo bien y tú pagues tus impuestos, y además te aplauden y te envían cartas de enhorabuena».

Neil Simon murió de viejo, como él quería. Había dominado el arte de contar pequeñas historias que nos involucraban como si nuestra propia vida fuera una obra de arte.

Anne Bancroft y Jack Lemmon en El prisionero de la Segunda Avenida, de Melvin Frank, 1975, con guion de Neil Simon sobre su propia obra teatral. Un melodrama intenso sobre la alienación de la gran ciudad con brotes de buena comedia.

Otras de sus obras representadas en nuestro país fueron: La segunda oportunidad, 1985, con Arturo Fernández, Paula Martel, dirección del actor. Perdidos en Yonkers, 1992, dirección de Ángel García Moreno con Ana Marzoa, Carmen Bernardos, David Zarzo, Jaime Blanch. Y Descalzos en el parque, 1999, con Yolanda Aristegui, Jesús Cisneros, Marta Puig y Antonio Canal, puesta en escena de Pilar Massa. Todas ellas con versiones cinematográficas en Hollywood con populares figuras como Jane Fonda, Charles Boyer, Robert Redford, Marsha Mason, Richard Dreyfuss, Alan Alda, Michael Caine… además de los mencionados.

Ver también el homenaje de la revista JET DOWN: In memoriam, Neil Simon 

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