Los goliardos
La íntima relación entre poesía y rebelión se remonta a tiempos inmemoriales (probablemente por la innegable capacidad que tiene este arte de comunicar ideas poderosas y valientes). Desde los líricos satíricos latinos, hasta los poetas malditos franceses, el ir en contra de lo establecido siempre ha tenido una poética implícita y encantadora. Este es el caso de los goliardos, jóvenes clérigos y estudiantes universitarios que vagaron por Europa durante la Edad Media, poetas que vivieron vidas licenciosas (o, tal vez, simplemente libres) y plasmaron a través del arte sus posturas en cuanto al amor físico, los placeres terrenales y las corruptas políticas de su era; fueron, probablemente, los rebeldes más cautivadores del medievo europeo.
Durante los siglos XII y XIII nacieron en Europa las grandes universidades, ligadas con las distintas órdenes religiosas de aquel entonces, y fue en este contexto que existieron los goliardos, jóvenes estudiantes y sacerdotes (sin verdaderas inclinaciones religiosas) que utilizaron su cultura y educación para escribir poesía, casi siempre en latín, que celebraba lo que entonces eran considerados placeres terrenales, prácticas alejadas de la vida piadosa que se consideraba ejemplar.
En algunos casos, estos poetas eran los hermanos menores dentro de familias adineradas que, de acuerdo a lo que se acostumbraba, heredaban su riqueza y propiedades a los hermanos mayores, los primogénitos. Los rebeldes goliardos solían viajar por la ciudades europeas cantando sus poemas y consiguiendo así medios para sobrevivir, y a pesar de su cercanía con la vida religiosa, vivieron vidas dedicadas a disfrutar la bebida, la naturaleza, el sexo y plantearon críticas severas, pero llenas de humor, a las crecientes contradicciones que la Iglesia y los estados medievales encarnaban.
La figura del goliardo es tan atractiva porque nos remite, en términos arquetípicos, a la figura de Prometeo, el entrañable titán que retó a los dioses para regalar el fuego al hombre; también podría recordarnos a los wanderers del mundo escandinavo y anglosajón: viajeros y aventureros que usaron su sabiduría para crear y cuestionar las leyes del mundo que habitaban. La vida que, se cree, vivieron los goliardos medievales podría idealizarse fácilmente, pero más allá de ella, su labor como encargados de denunciar la corrupción y defender la belleza de los “placeres mundanos” a través de la poesía y la música no puede sino convertirlos en distinguidos y olvidados héroes.
Muchas gracias por recordar esto. Estamos huérfanos de cultura que defienda los Derechos ciudadanos. Nos hemos dejado atrapar por una media que nos hace a su imagen y semejanza.