El descubrimiendo de 'La funesta manía de pensar' de Eugenio Trías

RICARDO MARTÍNEZ.

Un pensador tan amplio en sus preocupaciones y rico en su discurso reflexivo concita, de inmediato, el interés del lector inteligente. Y tal podría decirse del caso que nos ocupa, pues el filósofo Eugeio Trías dio mostrada y renovada prueba no solo de su variada preocupación intelectual,  sino a la vez de poseer un lenguaje culto, lleno de matices. Pues bien, desde esas cualidades, ejerciendo su amplia consideración introspectiva sobre la realidad en sentido amplio, esto es, no siendo extraño a cualquier movimiento no ya especulativo y teórico, sino real, vital, como lo pueda ser la política, ha desplegado un variado mosaico de temas que, ahora, a la luz de sus pensamientos, podemos ver mejor e interpretar más atinadamente en todos aquellos aspectos que suponen la preocupación diaria del hombre civil, del hombre civilizado. Su legado es una didáctica que ha contribuido largamente a esclarecer muchos temas velados (a veces deliberadamente) o bien oscuros pero que, gracias a su minuciosa capacidad de interpretación y a su amplia cultura,  nos han hecho más conocedores de ellos; esto es, por extensión, nos han hecho más libres.

Preocupado por la interpretación del sentido de la realidad, a tal reto ha respondido, y éste es el contenido fundamental del libro, mediante colaboraciones en distintos medios de comunicación (sobre todo prensa diaria), habiendo sido una labor, pues, con sentido de actualidad, y mantenida en el tiempo por un buen número de años. Ahora, aquí,  vendría la difícil labor de señalar algunos ejemplos específicos, y así como resulta una responsabilidad didáctica el elegir, por otro lado es tan abundante el contenido que la labor se torna pronto clara y manifiesta: Así, en tema de tan rabiosa actualidad cual sea el de Cataluña, escribió: “Aceptemos el diagnóstico: en Madrid gusta investigarse la corrupción, mientras que los catalanes –que nos consideramos más elegantes, más listos, más cultos, mas europeos-nos dedicamos a esconder nuestras miserias morales y políticas. Ese hecho diferencial se ratifica, a continuación, con el cultivo y culto de una Simbólica Dura referida a la Identidad, a la Comunidad Nacional, y a todos esos grandes gestos enfáticos sobre los cuales el inmenso estercolero se levanta” Qué lenguaje rotundo y efectivo! Qué capacidad de veracidad, a tenor de lo que los hechos nos vienen  demostrando a día de hoy!

En otro tema que le era muy caro, la religión, su claridad de análisis resulta casi deslumbradora: “De cada religión se puede incorporar el aspecto que mejor sirva para desarrollar la experiencia propia personal, relativa al vinculo del hombre con lo sagrado. No hay religiones  mejores ni peores: todas han posibilitado formas de vida excelsas, modalidades de mística y de espiritualidad específicas, peculiares, y todas pueden virar hacia formas aberrantes: las diferentes familias del islam, el hinduismo, los múltiples cristianismos, el judaísmo, el budismo, el jainismo, el zoroastrismo, el animismo”

Por fin, concluyendo desde su postura intelectual más próxima, la filosofía, su ‘llamamiento’ es una invitación a lo constructivo, a la idea de equilibrio y armonía: “La filosofía debe ser  entendida como una de las bellas artes; como aquella que logra aunar la pasión por la verdad con la espiración a la belleza. Es arte encaminado al conocimiento que no rehúye el rigor”

Pues bien, a partir de aquí, de estos presupuestos de análisis, de pensamiento (que son solo un mínimo ejemplo extraído de este enjundioso libro), ‘quien leyere que entienda’.

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