El placer de la música en '¿Qué me estás cantando? Memoria de un siglo de canciones'
RICARDO MARTÍNEZ.
La canción ha sido fundamentalmente, a lo largo de la vida del hombre, una forma implícita de comunicación. Implícita por cuanto, más allá de su tema aludido o su voluntad, había de aludir necesariamente a un tipo de interlocutor. Iba dirigida a alguien antes incluso de ir dirigida a algo. De ahí que su vínculo con el discurrir de la vida cotidiana del hombre fuese inexcusable. Vida y canción se arropan, se complementan (¿No recuerda, en parte, ese principio de esencialidad comunicativa a que se alude cuando se habla de religión? Re-ligare, establecimiento de un nexo comunicativo, sea el que fuere el destinatario
Aquí, en este libro original, ampliamente documentado y escrito con una soltura y conocimiento casi contagiosos, podemos hacer un repaso lúcido y ameno a la largo y ancho de una buena parte del siglo XX, un momento en que la canción fue paladín de discursos más o menos intencionados, desde los políticos a los amorosos, y donde el punto central del discurso era alguien que establecía relación con el otro como el complemento a una necesidad sociológica superior: tal vez por la naturaleza del tiempo en que tuvo lugar el nacimiento y difusión de estas canciones, tal vez por la pertinencia de tales ritmos y letras en tales situaciones. Es así que “este personal ensayo recorre la historia cantada del siglo XX español hasta 1976”, momento de una transición política necesaria, y, sin duda, de muchas transiciones más junto con la señalada
De ahí que, considerado este texto a día de hoy pueda pensarse que “las canciones del momento se convierten en el mejor atajo para entender y sentir cómo fue el mundo y la vida de nuestros padres y de nuestros abuelos” (el libro se subdivide en dos grandes apartados: ‘La música de mis abuelos’ y ‘La música de mis padres’) Y ha de considerarse a modo de ensayo, por cuanto lo que se hace es tomar como telón de fondo unas canciones más o menos deliberadas como reflejo de los avatares de una vida rica en acontecimientos de todo tipo. Como ejemplo acaso quepa esgrimir el que tiene su inicial origen en un sentimiento de protección paterna amorosa, tema del amor posesivo y, de alguna manera, obsesivo a ultranza: “Te voy a hacer una casa en el aire/ solamente pa que vivas tú,/ después le pongo un letrero muy grande/ de nubes blancas que diga “tabú” Siempre, inevitable, omnívoro, el tema recurrente de pensar-aludir-vivir el sentimiento del amor, en un país dado -¿tal vez por razones fácilmente delatables en la cultura popular?- a pasiones desmedidas, con su alusión a una forma de tragedia: “En la versión de Lola Flores – aclara Fidel Moreno- al menos no aparece el nombre de Ada Luz, aunque es probable que a ella no le guste esta adaptación rumbera, pues lo que era una canción dedicada a ella por su celoso padre, en voz de la Faraona y con pocos cambios, se convierte en una recriminación a un hombre iracundo al que todo le molesta”
Puede hablarse de ensayo, también no ya solo por la cantidad innumerable de temas aludidos (amor, política, religión, sociedad vitalista…) sino porque el autor, de ello, sabe derivar intencionalidad, didáctica a ras de suelo (a ras de alma popular), para alcanzar una especie de definición de país habiendo tomado, tal como queda dicho, el fondo y trasfondo de una letra y un ritmo como tema explicativo de una sociedad frustrada, no muy culta, siempre reivindicativa y con ese componente mayoritario de las pasiones a flor de piel (¡Qué país!)
La labor recopilatoria y divulgativa llevada a cabo en este libro por el periodista y músico Fidel Moreno es encomiable, y su testimonio, al fin, didáctico, muy de agradecer como ‘manual de conocimiento’, como reflejo de una rica y un tanto oscura realidad. Se complementa el texto, a mayores, con un riquísimo glosario de notas y un índice onomástico abundante, explicativo y útil.