Drift (2017), de Helena Wittmann – Crítica
Por Jaime Fa de Lucas.
Helena Wittmann presenta Drift, una película extremadamente contemplativa que es menos poética de lo que cree que es. La directora intenta transmitir ese “dejarse llevar por la corriente” al que alude el título, pero el resultado es tedioso, distante y carente de intensidad. Ni siquiera la verbalización de leyendas sobre la creación de la Tierra o sobre una especie de monstruo del lago sudamericano adquiere algo de relevancia.
Aunque se puede aplaudir el intento de Wittmann de utilizar el mar como referente simbólico sobre el que gira todo, es muy difícil conectar con unos personajes que apenas dejan entrever cómo son y que no desarrollan actividades interesantes. Incluso aceptando que el objetivo es dejar de lado a los personajes y que el espectador establezca un vínculo especial con el mar y su fluir, esto tampoco se lleva a buen puerto. Se despliega un lirismo que no es verdaderamente poético, sino acumulativo, que intenta funcionar de manera letárgica y aturdidora.
Otro problema es que la directora, consciente de que no tiene mucha sustancia, extiende las escenas en exceso para dar envergadura de largometraje a algo que bien podría haber sido un corto o un mediometraje. Tampoco hay ningún conflicto ni ninguna situación intrigante que dé impulso a la película. Drift bien podría servir como prueba de resistencia para los cinéfilos más duros, o incluso como test para sacarte el carné de gafapasta introduciendo todo tipo de argumentos intelectuales para justificar algo tan insulso.