Sotobosque (2017), de David Gutiérrez Camps – Crítica

 
Por Jaime Fa de Lucas.
La primera secuencia y la última son lo mejor de Sotobosque. Lo que sucede en medio es a veces interesante, a veces soporífero, incluso a veces las dos cosas a la vez. David Gutiérrez Camps sigue con su cámara a Musa, un inmigrante africano que se busca la vida en un pueblo de Cataluña. Le vemos en el bosque cortando plantas, subiéndose a los árboles para coger piñas, deambulando por las calles para encontrar trabajo, etc.
La primera secuencia es bastante buena a nivel estético, atmosférico y conceptual. Muestra a Musa yendo en bicicleta a través de una carretera que está totalmente cubierta de niebla. De esta manera Gutiérrez Camps introduce a su sujeto como si se tratara de una figura mitológica que viene de un lugar remoto, desconocido, y que ha hecho un largo viaje para llegar hasta aquí.
El tono de esa primera secuencia cambia radicalmente y a continuación vemos a Musa en el bosque cortando plantas. Supongo que el objetivo es pasar de algo relativamente poético a algo terrenal, el problema es que esta escena es excesivamente larga y acaba haciéndose agotadora. De hecho, el documental adopta un ritmo pesado del que rara vez sale en todo el metraje. Entiendo que el director quiere que empaticemos con el letargo que vive el inmigrante desubicado que no tiene nada que hacer, pero no sé cuántas personas estarán dispuestas a aceptar esto a expensas de algo más entretenido. Algún recorte habría ayudado a hacerla más compacta.
Quizá lo más destacado de Sotobosque –además de las secuencias del principio y el final– sea esa relación que establece Gutiérrez Camps entre la dimensión humana y animal de Musa. Cuando sube a los árboles es evidente que se quiere trazar un paralelismo con los monos; cuando está en el bosque y un cazador le dice “cuidado que estamos cazando”, es porque le pueden confundir con un animal; además aparecen imágenes de animales que se superponen a la de Musa. Interpreto que Musa es visto como un animal por la sociedad y que además no puede abandonar esa condición primitiva hasta que no se integre a nivel laboral y social. La última secuencia funciona en ese sentido, pues vemos cómo Musa acaba fusionándose con el bosque, lo cual me parece de un lirismo espléndido.
Observaciones:
– Me ha parecido interesante la escena en la que Musa sube a un árbol que está en un jardín particular para coger piñas y un niño está absorbido por la tablet. Un contraste sutil entre los que no tienen nada y los que lo tienen todo.
– La escena de la chica desnuda frente al ordenador supongo que sigue la misma línea que la del chaval con la tablet. Unos tienen que ganarse la vida como pueden, dedicando mucho tiempo, y otros ya no saben qué hacer para llenar su tiempo libre.

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